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25 junio 2025

Eloy Morera: “debemos seguir batallando nuestro pasado. Debemos reconquistar nuestra historia.”

Eloy Morera se dedica a acercar el patrimonio a los estudiantes. Licenciado en Historia, ha obtenido recientemente el I Premio de Novela Histórica Medieval Ciudad de Calatayud con su obra “Cutanda”, una de sus cuatro libros dedicados a Aragón. También ha realizado labores de turismo y arqueología en nuestra comunidad con el fin de poner en valor el patrimonio aragonés.

Cómo Historiador, ¿cuál es tu opinión de la novela histórica?

Es una herramienta clave para realizar didáctica de la historia. La novela histórica tiene la virtud de acercar la historia a todos, en tanto que, a través de la ficción, facilita que nos proyectemos en personas de épocas distintas a la nuestra. A veces, en los libros de texto la historia parece ser un montón de hechos, fechas y datos, pero la historia la hacen las personas. Y la novela histórica devuelve el protagonismo a las personas. La novela histórica involucra al lector en la reconstrucción del pasado. Adapta la historia con el fin de hacerla comprensible y atractiva. 

Historiador, educador, escritor, lector, además de guía y arqueólogo… ¿Qué relación existe entre estas áreas?

Todas ellas son actividades que surgen del estudio de las sociedades del pasado, pero que tienen por fin la sociedad de nuestro tiempo. Aunque parezca paradójico, creo que cuando no sabemos de historia nos convertimos en fotocopias del pasado. La historia nos ayuda a descubrir nuestra identidad y la naturaleza de nuestra libertad.

Y en tus novelas está muy presente la historia y el patrimonio aragonés

Aragón es una construcción histórica. Antes de la Edad Media existía el Ebro, los Pirineos y las serranías turolenses, pero no existía Aragón. Si queremos mantenerlo, debemos conocer y valorar su historia: es su esencia.

Con la novela de Cutanda, has ganado el Primer Premio de Novela Histórica Ciudad de Calatayud… También en esta novela rescatas un importante episodio de nuestra historia

Cutanda fue la gran batalla de nuestra historia. Todos conocemos las Navas de Tolosa o de Covadonga, que poco significaron para el devenir de Aragón. En Cutanda, Alfonso I consolidó la conquista de Zaragoza y abrió las puertas del reino de Aragón a toda la tierra del Jalón y el Jiloca. Calatayud se incorporó una semana después de la victoria. Conmemoramos ahora el novecientos aniversario de aquél determinante acontecimiento, pero si entonces Aragón ganó la batalla de Cutanda, hoy la hemos perdido, porque no la conocemos. Por ello debemos seguir batallando nuestro pasado. Debemos reconquistar nuestra historia.

Pero antes, con “Júnez y Casta”, tu primera novela, ya nos sumergiste en el Aragón de Sancho Ramírez. ¿Se narra algún episodio de ese trascendental periodo?

La historia de los protagonistas está estrechamente entrelazada con el inicio de la gran expansión militar del reino, cuando Aragón sueña con la tierra llana del Valle del Ebro. En ese sentido, aparece la conquista de Ayerbe o el proceso de repoblación aragonesa durante el proceso de la llamada “Reconquista”.

El poético prologo de Júnez y Casta parece tener influencias de Machado o Bécquer…

Efectivamente, me inspiré en las leyendas del segundo y en el poema “A un olmo seco” del primero. Al igual que el espíritu de ambos poetas, mi texto responde a una sensibilidad romántica, elevando la torre de Obano a la categoría de símbolo de una época lejana y ya caduca.

Tu tercera novela es “El castillo de Mesones: un camino hacia el interior”, inspirada en tu experiencia como guía en este castillo, ¿qué va a encontrar el lector en ella?

Es una llamada a conocer nuestro patrimonio, a visitarlo, y a descubrir sus misterios. Nada está exento de misterio y, por supuesto, tampoco lo están nuestros impresionantes castillos. Los castillos son como las personas: a veces, su exterior engaña. Mesones es un paradigma en ese sentido.

Y llama la atención que está escrita en forma de diario.

Para escribir un diario no hacen falta grandes títulos ni grandes conocimientos; solo tiempo y sensibilidad, que es, a mi juicio, lo que reclama nuestro patrimonio… Pero también lo que nos constituye como personas. Curiosamente, a veces parece que es lo único de lo que no disponemos. De tiempo. De sensibilidad.

Es manifiesto tu interés por la Edad Media, ¿crees que ese periodo aporta algo a los lectores de nuestro siglo?

El Medievo es lo más opuesto a nuestro tiempo. Nos parecemos más a un romano de hace dos mil años que a un medieval de hace solo mil. Por eso resulta fascinante volver la vista a aquél tiempo. El conocimiento surge de los contrastes, y mirarse en la Edad Media nos ayuda a reconocernos en la peculiaridad de nuestro tiempo.

Con tu última publicación das un paso más y te atreves con el cómic, en este caso también dedicado al Castillo de Mesones. ¿Cómo fue esta decisión?

Quería que hablasen las piedras del Castillo de Mesones. Había que ir más allá de la escueta historia que siempre se ha repetido sobre la fortaleza. Y era posible, porque seiscientos años después, sus torres y murallas siguen intactas, solo había que darles voz; solo había que dibujarlas. Fue un reto, desde luego, pero soy un espíritu medieval y, al igual que a los caballeros andantes, me gustan los retos. Así surgió el cómic del castillo.

El cómic es una adaptación de la novela, ¿cuánto hay de real y de ficción?

Eso debe decidirlo cada lector…, en el Castillo de Mesones! Mi obra es sólo el inicio de un camino que acaba en el propio Mesones. Porque no existe la verdad, solo la inquietud por alcanzarla. Esa idea es la que mueve al protagonista, y verdaderamente, la historia real del castillo sigue siendo un misterio…

Te veremos en la Feria del Libro de Zaragoza, en el Parque Grande, los próximos días

Así es, y será maravilloso compartir esta semana de encuentros y lecturas con escritores, lectores, ilustradores y editores. 

Eloy, ¿qué aporta tu obra a Aragón?

Mi visión de la Historia; mi pasión por la tierra; algo de épica a las galopadas del rey Batallador y alguna sombra de boli Bic a las paredes de Mesones. Y un grito de guerra: “¡Aragón, Aragón!”.

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