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19 abril 2024

La mejor colección de estampas japonesas de España está en Zaragoza

El Museo de Zaragoza acoge desde 2002 la colección de arte oriental donada por Federico Torralba, donación que ha sido ampliada con adquisiciones posteriores y los depósitos de estampas de la Colección Pasamar-Onila y la Colección M.A. Gutiérrez.

Es difícil imaginar que una de las mejores colecciones de estampas japonesas de España se encuentre en Zaragoza, tan alejada de las influencias orientales. Pero un caldo de cultivo e interés en torno al arte oriental ha hecho posible que en el Museo de Zaragoza de la capital aragonesa conserve una de las mejores colecciones de este tipo de arte en España, similar a la del Museo de Bellas Artes de Bilbao.

En el 2001, el profesor y catedrático de historia del arte, Federico Torralba Soriano, legó al Gobierno de Aragón su magnífica colección de arte oriental a través de un pacto sucesorio. Una colección de 1.194 piezas que ingresó en el museo en el 2002 y que incluía principalmente piezas de China y Japón, así como un grupo reducido de obras procedentes del Sudeste Asiático, que datan del siglo III al siglo XX. En concreto, las lacas y estampas japonesas eran de incalculable valor, así como las cerámicas y porcelanas chinas. El conjunto se completaba con esculturas, pinturas, esmaltes y mobiliario.

Cuenco para el té (chawan). Cerámica. Japón. S. XVIII. (Foto: José Garrido)

Las piezas del Sudeste Asiático completaban la colección de arte oriental, sobre todo con tallas y lacas birmanas y tailandesas, mandalas budistas y otras obras de gran antigüedad procedentes de Indonesia, India, Corea, Tíbet, Nepal, Irán, Turquía, entre otros. Junto a las piezas de arte oriental Federico Torralba donó también su magnífica biblioteca especializada en la materia.

Con la creación de la Fundación Torralba Fortún se unieron al número de piezas otras de nueva adquisición, sobre todo estampas. Las primeras muestras expuestas presentaron la obra según procedencia: China, Japón y Sudeste Asiático; pero durante las obras de climatización del museo y la Expo Internacional del 2008, la colección dejó de poder verse hasta el 2010. “En ese momento se planifica la renovación de la colección y entran a colaborar dos profesores de la Universidad de Zaragoza, Elena Barlés y David Almazán, especialistas en arte oriental y que desde entonces trabajan con nosotros desinteresadamente”, explica Nerea Diez de Pinos, restauradora de documento gráfico del Museo de Zaragoza.

Con la llegada de Barlés y Almazán en 2010, los criterios de selección de nueva obra quedan en parte en sus manos, así como los nuevos discursos de las exposiciones, que se centrarán en diferentes temas, como el periodo Meiji; Hiroshige, uno de los principales exponentes del paisajismo japonés; o la cerámica de Tanzan Kotoge, que donó parte de su obra al museo y que falleció en el 2020. Esta muestra de cerámica puede disfrutarse actualmente en el museo.

Recipiente para agua (mizusashi). Tanzan Kotoge. Cerámica vidriada con ceniza. 2012. (Foto: José Garrido)

Desde entonces, el Museo de Zaragoza cuenta con una exposición permanente de arte oriental en sus salas que lo convierte en un lugar de referencia en España, pero también internacional.

“David es uno los mejores especialistas en estampa japonesa del mundo occidental”, apunta Diez de Pinos. Pero a eso se suma el foco generado en torno a su figura y la de Barlés en la Universidad de Zaragoza, lugar donde existe la posibilidad de estudiar diferentes estudios relacionados con la cultura y arte oriental y que hacen que Japón esté en alza en la ciudad. También la labor que lleva desarrollando desde hace décadas la Asociación Aragón-Japón, fundada por Fumiku Fujimura, artista japonesa afincada en Zaragoza desde los años 90 y casada con un aragonés.

Relevancia internacional

Y ello ha facilitado la relevancia del museo en el entorno de los amantes del arte oriental occidental, porque son muchos los especialistas que llegan a Zaragoza atraídos por piezas concretas de la colección, que son verdaderas reliquias. De Inglaterra, Japón, Francia, China y otros muchos países han llegado expertos y personas diplomáticas a conocer la colección. Una de las últimas visitas institucionales fue la del embajador de Japón en España, que destacó la importancia del museo en la investigación del arte japonés y expresó su agradecimiento por su gran labor.

Kakejiku ” Daruma”, mediados del s. XVIII periodo Edo de Hakuin Ekaku. (Foto: José Garrido)

Además de la labor de los dos expertos asesores del museo, hay otro elemento que cobra vital importancia para entender la relevancia de la colección a día de hoy. Dos funcionarios del estado y coleccionistas apasionados del arte oriental como son Víctor Pasamar y Miguel Ángel Gutiérrez son los actuales artífices de que la colección se vaya complementando con obra contemporánea.

“Son dos coleccionistas a los que debemos agradecer, porque están adquiriendo desinteresadamente obra que complementa a la del museo. Si nos hace falta, por ejemplo, obra de artistas femeninas, la consiguen y la depositan en el museo”, explica Diez de Pinos. Precisamente, en los últimos años los depósitos de las colecciones de Pasamar-Onila y de M. A. Gutiérrez han dotado al museo de obra de artistas femeninas de los periodos Edo y Meiji, obras muy cotizadas por la escasez de las mismas.

“Sucede como en España, había poca artista femenina y de las pocas que había, muchas firmaban con nombre masculino o con el nombre de su marido”, explican desde el museo.

El Museo de Zaragoza trabaja también en proyectos internacionales con su obra oriental. En colaboración con las universidades de Kyoto (Japón), Burdeos (Francia) y la de Zaragoza, la profesora de Química Analítica, Josefina Arantegui lidera una investigación que estudia los materiales utilizados en obras del XVIII y XIX del museo a través de imágenes hiperespectrales. Además de varias obras de Goya, Arantegui ha analizado la composición de los materiales usados en la elaboración de los documentos gráficos japoneses. Esto ha permitido descubrir la huella dactilar del material y las técnicas utilizadas, en concreto se ha corroborado la introducción en el siglo XIX de pigmentos ya fabricados industrialmente para la impresión de estas estampas, fruto del contacto con Europa. Los estudios están permitiendo diferenciar las estampas originales de periodos más antiguos con otras producidas más tarde como reimpresiones.

Obras únicas en España

Estampa de la serie Treinta y seis poetas inmortales. Suzuki Harunobu. Escuela Ukiyo-e. Estampa xilográfica nishiki-e. (Foto: José Garrido)

Las estampas japonesas son la joya de la corona de la colección del Museo. Las mejor consideradas son las estampas xilográficas japonesas de la escuela ukiyo-e. El museo cuenta con una curiosa estampa del siglo XVIII de la serie Treinta y seis poetas inmortales de Suzuki Harunobu. La imagen contiene un poema escrito en japonés antiguo, lenguaje que posiblemente ya casi nadie sea capaz de leer.

“De hecho, hace unos años vino desde Tokio el último especialista que es capaz de leer japonés antiguo, y descrifró el poema que está estampado sobre esta escena cotidiana japonesa”, explica Diez de Pinos. La estampación japonesa comenzó en blanco y negro y poco a poco fue introduciendo color, siendo los primeros tonos muy suaves y pastel, como el rosa o el verde.

Otras de las piezas más destacadas son una colección de 74 inrôs, pequeñas cajas japonesas de uso exclusivo masculino, que se colgaban del kimono (no tenía bolsillos) para portar el sello personal y probablemente objetos muy pequeños como pastillas. Una de las partes de mayor valor artístico de esta caja (además de la propia caja en sí) es el netsuke es la pieza que cuando se colgaba hacía de contrapeso de la caja. La producción de netsuke fue muy popular durante el período Edo en Japón, hacia 1615-1868.

Estuche (inrō) Senryû Inagawa, laca japonesa madera. (Foto: José Garrido)

“En el siglo XIX cuando Japón se abre a occidente hay ciertos coleccionistas europeos que se fijan sobre todo en los netsuke y empiezan a coleccionarlos por separado. Viendo el interés coleccionista, los japoneses empiezan a producirlo también por separado”, explica Carmela Gallego, restauradora de Pintura del Museo de Zaragoza. En Zaragoza se guardan los inrôs completos, con su propio netsuke. Estos pequeños estuches son una delicia, porque el lacado es uno de los mejores y más detallados que se conservan en España.

También destacan las lacas de los estuches de escritura lacados (suzuribako), donde se introducían los elementos para escribir como el depósito de agua, el depósito de tinta, y los utensilios de escritura a juego con el estuche.

Caja de escritura (suzuribako). Laca urushi. Japón. S. XVIII. (Foto: José Garrido)

“Una de las características más importantes de las lacas japonesas es que tan importante es la decoración exterior como la interna”, explica Gallego. Las mejores lacas japonesas se encuentran en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, pero las del Museo de Zaragoza son mucho más numerosas.

Uno de los ejemplares bibliográficos más solicitados por los especialistas que vienen a ver la colección al museo es el Hokusai manga (1833), considerado el primer manga de la historia y que solo se encuentra completo en el Museo de Zaragoza y en el British Museum de Londres.

Hokusai manga”, 1833, de Hokusai Katsushika periodo Edo. (Foto: José Garrido)

Además, destacan el Kakejiku “Daruma”, una pintura japonesa de mediados del s. XVIII (periodo Edo) de Hakuin Ekaku. Este tipo de pintura japonesa realizada en rollos verticales era un verdadero símbolo de estatus. En cambio, las estampas era un elemento accesible a todo el mundo, como podrían ser las láminas en la actualidad.

Por último, cabe destacar la colección donada por el ceramista Tanzan Kotoge que se exhibe actualmente en la muestra “La elegancia de la tradición. El legado del ceramista japonés Tanzan Kotoge”. La colección recoge una perfecta muestra de la tradición de la ceremonia del té en Japón, ya que Kotoge estaba especializado en la elaboración de objetos tradicionales para esta ceremonia dentro de la corriente Kyō-yaki o Cerámica de Kioto, célebre por su exquisita y colorista decoración.

Cuenco para el té (chawan). Tanzan Kotoge. Cerámica estilo ninsei. (Foto: José Garrido)

 

Más información sobre cultura oriental en Aragón.

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