Poco antes de recibir el Premio Saraqusta 2025 junto a Juanjo Artero, Ana Turpin repasa con nosotros su trayectoria en el cine y la televisión histórica. Reflexiona sobre la importancia de recordar el pasado, su vínculo con Zaragoza y el compromiso que implica dar vida a personajes que narran nuestra memoria colectiva.
Antes de nada quiero felicitarte por recibir el premio Saraqusta por tu trayectoria en el cine histórico. Es un reconocimiento bien merecido a tu carrera en este campo y te quería preguntar ¿cómo te sientes al recibir este premio en un festival tan importante?
Pues la verdad que cuando me lo dijeron me llené de emoción, de alegría. Me parece un premio y un reconocimiento. De hecho es mi primer premio homenaje. Y me siento privilegiada. Me parece que es como un regalo de la profesión y más en Zaragoza, yo tengo mucho vínculo con Zaragoza.
¿Y cómo valoras un festival como el de Saraqusta, de Cine Histórico?

Pues creo que es de esos festivales muy necesarios porque cuando pones en valor la historia, estás poniendo en valor nuestro pasado, estás poniendo en valor de dónde venimos y la única manera de tener otro tipo de futuro, es reparando los errores del pasado y aprendiendo de lo que hemos hecho. Todo lo que nos sirva para esa memoria, para recordarnos quiénes somos, me parece que es fundamental.
Has participado en series como Amar en tiempos revueltos y Cuéntame, ambas con un fuerte componente histórico, ¿qué te atrae de este tipo de proyectos?
En Amar en tiempos revueltos, que fue la primera temporada, era un proyecto muy interesante por lo que contaba: el alzamiento de la Segunda República, la guerra y posguerra española. Sobre todo lo que me atrae al final es poner el foco en lo humano y ver cómo, a través de la política, de los ideales, de lo que queremos que sean las cosas, podemos hacernos mucho daño. Y al final el daño lo sufrimos las personas humanas. Entonces yo creo que me atrae sobre todo lo humano, cuando se pone el foco. Afortunadamente, creo que Cuéntame y Amar están basados en personajes, y los personajes son personas humanas como tú y como yo, que quieren hacer lo mejor posible pero que a veces nos equivocamos. Y eso es lo que más me atrae al final: lo humano, que es el denominador común del pasado, del presente y de lo que será el futuro, si no nos deshumanizamos más.
Aunque no es una obra histórica, la obra de teatro El premio toca dilemas universales. ¿Crees que el teatro también puede contribuir a reflexionar sobre nuestra historia?
Por supuesto. Ya los griegos se dieron cuenta de que era un instrumento muy valioso para hacer de espejo ante nosotros mismos. Es un sitio donde nos tenemos que ver, reconocer y cuestionarnos. Y el teatro es el mejor mensajero de todo esto. Aparte, el teatro tiene algo que es la comunión directa con el público, algo que ni el cine ni la televisión tienen porque tú ruedas solo, pero el teatro no: el teatro lo haces con público y eso es fundamental. Por ejemplo ahora estoy con una obra que se llama Las hermanas de Manolete, sobre la historia de Manolete, un gran torero español, estamos contando la historia de sus hermanas, que la madre prostituyó para pagar la carrera del hijo, y esto no se sabe, y es cierto. Por eso te digo que la historia es muy interesante cuando eres capaz de mirarla desde otros puntos de vista. Porque siempre lo hemos mirado desde esta cultura patriarcal que pone el foco en el hombre como conquistador, pero no te das cuenta de lo que hay debajo para que eso llegue a pasar, y a veces es algo muy oscuro. Por eso es interesante el momento que estamos viviendo, porque estamos sacando a la luz otras perspectivas de los sucesos.
También formaste parte de la compañía La Estampida ¿qué te motivó a crear una compañía así y qué tipo de obras os interesaban?
Estuvimos juntos ocho años, pudimos hacer un trabajo muy especial creando un lenguaje diferente. Sobre todo pusimos el foco en estos personajes que nosotros llamábamos “los personajes invisibles”: todas aquellas personas que te encuentras en la calle y a veces cruzarías de acera si te las encuentras. Un yonqui, una persona en desahucio, con problemas económicos. Queríamos poner el acento y el foco en este tipo de personajes, contando sus historias y por qué llegas a este tipo de vidas. Al final te das cuenta de que es gente como tú y como yo, pero que ha tomado otras elecciones en la vida. Y a veces no nos damos cuenta que tienen su corazoncito, sus emociones, su vida. Era muy interesante tener esta compañía porque poníamos foco en los invisibles de la sociedad.
En tu carrera has interpretado personajes muy diversos. ¿Hay un personaje que haya marcado un punto clave en tu carrera?
Yo siempre he dicho que afortunadamente tengo una carrera muy variada, muy ecléctica. He tocado muchos géneros y he tenido la suerte de hacer grandes personajes. No me puedo quedar con uno porque tengo muchísimos: Andrea Robles de Amar en tiempos revueltos fue un personaje brutal, en una serie mítica de televisión española. Representaba a esa mujer de la posguerra española que defendía la integridad, la libertad, la cultura, una mentalidad muy progresista. Fue un personaje maravilloso.
Luego me fui a La Señora, ambientada en los años 20, di vida a una mujer de la aristocracia, muy insegura, machista, con una salud muy frágil, obsesionada por su marido, un personaje muy tóxico. Después en teatro he hecho una yonqui gallega maravillosa, una niña bien, con tres idiomas, carrera, pero que se enamoró del malo del instituto y tomó malas decisiones.
En el cine, en Para Elisa, otro personaje muy tóxico por la madre que la recluye en casa y así nunca ha tenido contacto con otras personas.
Meterte en identidades muy diferentes, pero como digo yo, es vivir mis vidas no vividas. Eso me gusta mucho de mi profesión. Siempre los actores dicen que les gusta meterse en otras vidas, yo siempre he dicho que no son otras vidas, son mis vidas no vividas. Entonces el teatro, cine, series me permiten adentrarme en un espacio seguro, dando vida a estos personajes. Te enriquece mucho porque abre tu psique a otras identidades tuyas.
¿Tienes algún proyecto en marcha o futuro que puedas compartir con nosotros?
Estoy ahora con la tercera temporada de Las hermanas de Manolete, esta obra de teatro que va muy bien. Hemos tenido el Premio Violeta, que es un premio a los valores del feminismo. Estoy con un proyecto nuevo para el próximo año, en 2026-2027, que se va a llamar Semira Miss 2.0, sobre la obra de Calderón de la Barca, La hija del aire. También tengo una película que estreno este año que se llama Luger.
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¿Te gustaría seguir vinculada al cine histórico o explorar otros géneros?
A mí me gusta explorar otros géneros, pero también estar vinculada al cine histórico. Me gusta estar en el pasado, el presente y el futuro del audiovisual.
Para finalizar, ¿qué consejo darías a quienes sueñan con actuar en proyectos con valor histórico y social?
Pues yo no soy nadie para dar consejos, pero lo que hago es mucha formación, mucho estudio, mucha dedicación, mucho respeto a esta profesión. Y sobre todo que se metan si realmente les gusta el oficio, no por modas. Eso hace mucho daño a la profesión. La profesión es muy dura entonces hace falta que realmente ames la profesión, que ames el trabajo del actor. Y eso conlleva mucho respeto, mucha formación continua y constante. Nunca se acaba, siempre hay cosas nuevas que aprender, es una carrera de largo recorrido. Es importante tener esa curiosidad, respeto y humildad, de darte cuenta que esto es una camino muy largo y que vas a tener momentos mejores, momentos muy malos, momentos peores pero lo importante es que tengas una filosofía de vida que te vincule desde la formación, desde el estudio, el respeto. Cuidarte mucho porque el actor y la persona son inseparables. Cuanto mejor estás tú, mejor está tu actriz, eso conlleva la responsabilidad de cuidarte. Eso implica trabajar en ti mismo, ir a terapia si es necesario, higienizarse por dentro.