Tus pasos en el camino te darán la respuesta

Y allí, en el centro de los Pirineos, en el mismo Summus Portus como lo bautizaron  los romanos, y que desde el siglo X ya era utilizado por los peregrinos del sur de Europa, a través del Camino de Arles o Vía Tolosana, uno de los más populares de la peregrinación medieval, cuando tus sentidos parecen enervarse y tus ojos no saben donde fijar la vista ante el paisaje que se abre en el valle entre abruptas y agrestes montañas, algo que sabías estaba ahí, pero que ahora se te ofrece y comienzas a sentir ese algo que llevas dentro tuyo pero que quizás aún no lo sabías, ese espíritu libre, observador, ansioso de descubrir cada detalle en las tierras por las que vas a caminar, cada puente, cada iglesia, cada lugar donde la sensibilidad quedo creada en piedra y en cada oración un lugar adecuado para la meditación.

Empiezas a descender con tranquilidad a través de una senda escalonada de piedra, y lo primero con lo que te encuentras son las ruinas del antiguo Hospital de Santa Cristina, una institución benéfica creada para dar apoyo a los peregrinos que realizaban el Camino, y que ya el mismo Codex Calixtinus (Códice Calixtino), considerado en parte como la primera guía de viajes de la historia, consideraba el complejo hospitalario como uno de los más señalados: “lugares santos, templos de Dios, lugar de recuperación para los bienaventurados peregrinos, descanso para los necesitados, alivio para los enfermos, salvación de los muertos y auxilio para los vivos. Uno de los tres hospitales más importantes del mundo, a la altura de los de Jerusalén y el de Mont-Joux, en el paso del Gran San Bernardo…” 

Tras dejar atrás las piedras yacientes de lo que fue tan importante lugar, seguiremos descendiendo acompañados siempre del río Aragón, eje vertebrador que siglos atrás originó el nacimiento de uno de los reinos más importantes de la península, el de Aragón.

Y casi sin darnos cuenta llegaremos a Canfranc Estación, un pueblo lleno de vida y con todos los servicios para el caminante, donde si tienes tiempo, y seguro que lo tendrás, no debes dejar de de visitar su emblemática y bonita Estación de Ferrocarril Internacional. Vale la pena, y además el Camino pasa enfrente de la misma, así que no tienes excusa.

Después de la visita y, tras reponer fuerzas en alguno de los establecimientos ubicados frente a la estación, el Camino Aragonés te llevará hasta Canfranc, pasaras por su puente  llamado Puente de los Peregrinos, continuando luego hacia Villanúa y su Cueva de las Güixas, gruta visitable y uno de los paisajes espeleológicos más bellos del Pirineo aragonés. Y casi sin darnos cuenta llegaremos hasta Castiello de Jaca, para que después nuestros pasos nos lleven hasta Jaca, pudiendo admirar la bella Catedral de San Pedro, su Ciudadela y muchos lugares más de interés.

Quizás a estas alturas, guardes ya en la memoria la belleza de los paisajes y del arte románico predominante, el cual ciertamente se introdujo principalmente en España a través del Camino de Santiago, pero nos queda el plato fuerte como lo podíamos llamar, en la forma de un tan maravilloso como mágico e histórico monasterio, el de San Juan de la Peña, al cual llegaremos a través de una variante del Camino Aragonés, o bien por otro medio que te permita llegar hasta él, ya que aunque esta ligeramente apartado de la ruta jacobea, los peregrinos de siglos atrás no dudaban en tomar ese desvío para visitarlo dada su importancia en todos los aspectos.

Llegados a este punto, queda tanto por descubrir todavía en los kilómetros que tenemos por delante: Artieda, Ruesta, Undués de Lerda y ya en tierras navarras Sanguesa, Monreal, la ermita de Santa María de Eunate y finalmente Puente La Reina, donde nuestro Camino Aragonés se fundirá con el Camino Francés que viene desde Roncesvalles.

Lo importante y con lo que hay que quedarse, es todo eso que percibes y asimilas cuando descubres dónde reside la magia del Camino, que la encuentras a cada paso, en los muchos momentos de apacible soledad, de recogimiento, solos tú y el Camino,  pasando por lugares con encanto que de otra manera difícilmente visitarías, descubriendo paisajes desbordantes de historia, en cada amanecer, en las leyendas de muchos lugares, en las historias de las poblaciones atravesadas por el itinerario y sus lugareños, en cada iglesia, ermita, monasterio u otro lugar, en cada flecha amarilla que te indica el camino a seguir,  y por supuesto en la esencia invisible de esos millones de pasos que antes que los tuyos, durante siglos, han marcado la ruta hacia un mismo destino…

Quizás sea en ese momento, cuando llegaras a comprender, aunque seguramente ya lo habrás presentido, que es a través de tus pasos a lo largo del Camino Aragonés, como realmente sentirás la magia de contemplar historia viva de esta tierra milenaria, de un arte románico conservado pueblo a pueblo, una proclama de belleza y vida que gritará que sigue viva, como lo ha hecho hasta ahora, a través de la luz de tus ojos al caminar paso a paso, con el alma abierta a los sentidos, en un lugar con la marca de la historia viva de lo que fue, es y seguirá siendo, porque como nos dijo Lao-Tse «Siéntete satisfecho con lo que tienes y alégrate con las cosas como están, porque cuando te das cuenta que NADA te falta, el mundo entero te pertenece”

Sentimiento, naturaleza, arte, turismo, tranquilidad y aventura. El Camino Aragonés lo tiene todo, y aunque no es un camino fácil, también sabe ser agradecido con quien comprende su lugar y su legado. ¿Qué esperas o que te queda para hacerlo..? Te queda tan sólo dar el primer paso, ya sabes, un viaje largo comienza con un solo paso, el resto viene después.