Recién aterrizada en la capital aragonesa con vuelo procedente de Marrakech, donde es jefa de estudios del Instituto Cervantes, Consuelo García Manzano ha sido una de las participantes de la Feria del Libro de Zaragoza. La mitad de la vida de esta poeta y profesora de español ha transcurrido en el mundo árabe, una maleta de experiencias que no solo la hacen “muy feliz”, sino que también han moldeado, inevitablemente, su “forma de existir”.
Hoy es un avión directo Marrakech-Zaragoza lo único que separa a Consuelo García Manzano de su ciudad natal. Pero el viaje de vuelta a casa no siempre ha sido tan corto ni tan cómodo. La vida de esta profesora de español en el Instituto Cervantes y poeta, con dos libros publicados, comenzó a estar muy ligada a los países árabes en 1995, cuando se trasladó a Ammán, la capital de Jordania, para estudiar árabe. Lo que iba a ser un curso de cuatro meses se convirtió en una estancia de cinco años, en la que comenzó a colaborar con el Instituto Cervantes.
Después, se trasladó a Marrakech para contribuir a la apertura de un instituto privado de español. Una etapa de dos años de la que recuerda con cariño al escritor Juan Goytisolo, enamorado de esta ciudad, y al que ayudaba a teclear los textos que el barcelonés escribía a mano en cuartillas en blanco. “Era muy generoso. Goytisolo tiene fama de ser arisco y no lo es en absoluto. Goytisolo es tímido, y las personas que somos tímidas a veces nos confunden con ariscas, y no es así”, recuerda García Manzano, que en aquella época mecanografió parte de sus textos periodísticos y de su libro ‘Telón de boca’.
Su siguiente destino, ya con una plaza del Cervantes, fue Argel, capital de la vecina Argelia, “una ciudad y un país del que no sabemos nada” y que por aquel entonces “salía de una época muy dura”. Ya como jefa de estudios, su primera parada fue Casablanca y después llegó Beirut, capital del Líbano, “un país diversísimo que se levanta de sus cenizas”, tierra de emprendedores, “donde lo más moderno convive con la más tradicional”.
El cambio de centro propio de la institución en la que trabaja, que concede un máximo de cinco años, la llevó después a Tetuán. Esta ciudad del norte de Marruecos es para ella poesía, de hecho, es allí donde ha escrito sus dos libros: ‘Ánima Animal’, de la editorial Torremozas y prologado por Luis García Montero, y ‘Mira el aire’, en La Fragua del Trovador y prologado por Juan Vicente Piqueras.
Ahora lleva ya dos años como jefa de estudios en Marrakech, para ella, la ciudad de sus sueños.

Tu profesión te ha llevado a vivir en varios países y ciudades muy distintas. ¿Crees que esto ha cambiado tu forma de mirar al mundo?
Indudablemente, la vida cambia nuestra forma de ver el mundo y nuestra forma de existir. Cuando son experiencias intensas y proporcionadas por culturas que tienen códigos de relación diferentes y referentes culturales diferentes -aunque descubrimos muchas cosas comunes-, yo creo que nadie sale indemne, afortunadamente.
Al margen del conocimiento que proporciona vivir en países con culturas diferentes, yo creo que los que vivimos fuera modificamos una actitud ante la vida, aprendemos a relativizar las formas de vida, aprendemos a respetar, nos volvemos más flexibles… Y aprendes a no juzgar; no se puede estar juzgando desde unos valores adquiridos en nuestra tierra valores desarrollados en otras tierras. Lo cual no significa que los adoptes como tuyos y que no dejes de ser crítica, pero eso es una cuestión ya más personal.
¿Y ha influido en tu mirada poética?
Me ha ayudado a no anclarme en una estética determinada, estar fuera me ha dado mucha libertad, así como estar expuesta a libros y autores diferentes. Me ha permitido desarrollar una poética más personal y menos anclada a corrientes preestablecidas.
En esta visita presentas y firmas en ‘Mira el aire’, tu segundo poemario. ¿Qué encontramos en él?
‘Mira al aire’ es el segundo poemario que publico, en el que pretendo invitar al lector a descubrir, a indagar en aspectos y facetas de la vida que no están accesibles a nuestros ojos, pero que sí que podemos contemplar a través de la mirada poética y de la expresión poética. Son poemas en el sentido contemplativo, son poemas luminosos, también en parte reflexivos… Ponen el foco en el detalle, en el instante, con la intención de revelar toda la vida que un mínimo instante, un momento fugaz contiene.
Considero que la poesía tiene la capacidad de hacer visible lo invisible.
¿Cómo comenzó tu relación con la poesía?
Siempre he sido una lectora voraz de poesía. Siempre he leído y desde los años noventa he escrito poesía. Pero la poesía no es una ráfaga de inspiración momentánea que aparece y desaparece. La poesía es trabajo y requiere buscar, pensar y estar con los ojos muy abiertos a la realidad y a nuestras intuiciones. Y perseguirla…
Los años noventa fue la época en la que me fui a Jordania, unos años de cambios; una vez allí entré en una vida un tanto acelerada, aventurera y dichosa en la que el tiempo que requiere la poesía no tenía lugar. Pasados muchos años, después de dar muchas vueltas por el mundo, ya en Tetuán, que es una ciudad muy tranquila, encontré la serenidad, el tiempo y las ganas para retomar esa afición que había dejado apartada.
Allí fue donde retomé la escritura de una forma muy rápida. Primero, fue ‘Ánima Animal’, donde sentí la necesidad de escribir poemas en prosa. Conseguí publicarlo en diciembre de 2019. En marzo de 2020 estábamos todos en nuestro país y en nuestra casa, con lo cual, le costó un poco ser presentado en sociedad. (…)
Y vamos ahora con tu faceta como profesora de español. ¿Qué ofrece el Instituto Cervantes en Marrakech?
La función del Instituto Cervantes en todo el mundo es la difusión del español y de las culturas hispanas.
En Marrakech, adaptamos esos grandes objetivos a las circunstancias del entorno y a las preferencias del público.
Organizamos cursos de español para adultos, pero también para niños y adolescentes, una demanda que está creciendo en general en el mundo. Además de cursos generales, también organizamos cursos para entidades y empresas. Después de la pandemia nos han quedado también cursos en línea síncronos.
Por otra parte, administramos los exámenes oficiales de español, los DELE, en Marrakech tres veces al año y en Agadir una vez al año. En mayo tuvimos unos cien candidatos.
La tercera pata de la actividad académica es la formación de profesores, tanto interna como externa para profesores de español del entorno. (…)

¿Qué te aporta enseñar español y difundir su cultura en el extranjero?
Me aporta muchísima satisfacción. Pocos trabajos hay más bonitos que compartir con los demás un bagaje cultural. Nosotros enseñamos una lengua, una herramienta de comunicación, una herramienta necesaria para moverse por el mundo, para promocionar…
Es el orgullo de poder ofrecer la posibilidad de valerse de esta lengua para construir su propia vida y mejorarla. Me parece un trabajo muy bonito.
Por otra parte, de forma más personal, me aporta vivir en países en los que quiero vivir: yo estoy muy feliz en el mundo árabe, no estoy en el mundo árabe porque no tenga otras opciones, al contrario. A mí me hace muy feliz vivir en el mundo árabe, me siento muy cómoda. Espero que el próximo destino dentro de tres años sea también en el mundo árabe.
Y de Marrakech, tu hogar en los últimos años, ¿qué destacas?
Marrakech es una ciudad del sur y, como ciudad del sur, es una ciudad muy vivida por la gente. Hacen vida en la calle; son muy extrovertidos, muy simpáticos, muy abiertos, muy acogedores… Es imposible que alguien se pueda sentir solo, porque en algún momento alguien te va a decir algo. (…)
Y luego es una ciudad muy monumental, donde encuentras verdaderos palacios. Es una ciudad muy bonita, muy segura y transitable. Es una ciudad de cultura.
Si hubiera que visitar una ciudad de Marruecos, yo diría Marrakech. Y luego otras más, pero para empezar: Marrakech.
Zaragoza siempre es un lugar al que volver para ti, ¿qué te gusta hacer en la capital aragonesa?
Cada vez me gusta más Zaragoza: es una ciudad limpia, ordenada y, sobre todo en el Casco Antiguo, con una concentración de patrimonio impresionante. Da la sensación de que respiras la historia, late todavía esa Zaragoza romana, musulmana y renacentista.
Yo soy muy andariega, y cuando vengo a Zaragoza me encanta pasear por el Casco, eso no me lo pierdo nunca. Y disfrutar en las plazas, como Santa Marta, San Felipe y Santa Cruz.
Es también reencontrarme con los amigos y celebrar el reencuentro. Por supuesto, tapear por El Tubo… Son cosas muy básicas, muy sencillas, pero muchas veces la felicidad surge en esas actividades tan modestas que cuando estás fuera las valoras mucho más.
Y otra cosa que hago, cuando vengo a Zaragoza es proveerme de libros.
Para concluir, son siglos de historia y diversos lazos los que nos unen a nuestro país vecino. ¿Qué tenemos en común culturalmente?
De entrada, en lo cotidiano, la forma de relacionarnos y la importancia de la familia. Las fiestas religiosas y laicas siempre consisten en reunirse con la familia, comer juntos, con mucho humor… Este tipo de celebraciones son muy parecidas. El gusto por la fiesta, por salir, por bailar, hacer celebración de todo…
Son muy bromistas, luego nosotros podemos captar o no su sentido del humor, pero no son nada serios. Es muy difícil encontrar a un marroquí serio. ¡Muy difícil!
Son muy propensos a ayudarte ante cualquier problema, no te van a dejar solo.
Los niños tienen mucha más libertad, juegan un poco como nosotros podríamos jugar hace cuarenta años: en la calle, manchándose, se pelean…
En el tema de la mujer hay mucho camino por recorrer, aunque ha habido un avance importante, sobre todo, en determinados grupos más cultos y con mayor acceso a estudios.
Y la gran diferencia que veo es la omnipresencia de la religión. Todo lo que ellos hacen está siempre dictado por la religión, son estados confesionales.