El arte de la zaragozana Ira Torres nace de unas referencias muy claras (anime, videojuegos, música urbana…) y de una constante mezcla de elementos de los 90 y actuales. Estas bases han dado forma a su iniciativa más potente, “Feat Project”. Múltiples compañeros han colaborado con ella en unas piezas en las que cada uno pone su parte sobre un molde de una Game Boy.
Respecto a tus inicios en el mundo del arte, ¿por qué decidiste estudiar Bellas Artes en Teruel?
Hacer primero de Bellas Artes en Teruel fue una experiencia maravillosa. Después de terminar segundo de ADE, decidí dar el paso que siempre había querido dar y empezar Bellas Artes. En Teruel había plazas y tuve la oportunidad de poder comenzar allí esta aventura que sigue a día de hoy.
Siempre ha sido una carrera muy estereotipada ¿Hubo ciertas reacciones en tu entorno sobre las salidas de esta especialización?
Creo que todas la carreras están estereotipadas. En el imaginario colectivo tenemos también la imagen de cómo es la vida de un medico, un abogado o un cantante y estoy segura de que, en cualquier caso, la realidad supera a la ficción.
Durante tus estudios universitarios cambiaste varias veces de centro y eso te ha llevado a conocer distintas escenas artísticas. ¿Notaste muchas diferencias en cada ciudad?
Esa era, en esencia, la intención de estudiar en diferentes centros y la verdad es que resultó muy interesante, no sólo en lo que a lo académico se refiere, si no también por la variedad de circuitos de galerías o eventos artísticos que se podían visitar en cada ciudad. También he aprendido muchísimo de mis compañeros, que han sido muchos al haber cambiado tanto de ciudad.
¿Cuáles fueron tus primeras exposiciones?
La primera vez que colgué algo en una pared fue en la escuela de Artes de Teruel, en una pequeña exposición colectiva que hice junto con unos compañeros de clase —un abrazo para Mara Ona—, en Salamanca hice mi primer evento de pintura en directo y también fue toda una experiencia —otro abrazo para amiga Helga— y ya en Zaragoza hice mi primera individual, en Galería Kafell, con ‘contraparty’ en mi estudio. Lo recuerdo con mucho cariño.
Abriste muy joven tu propio estudio ¿Fue un proceso complicado?
Realmente, el primer estudio que tuve fue en Madrid, un local compartido con Jesús Yáñez que me dejó muchísimos buenos momentos. Hacía cuarto de carrera y pasaba mas tiempo allí que en las aulas. Al terminar cuarto curso alquilé un local pequeñito cerca de Sagasta y Pignatelli (en Zaragoza) y fue complicado por el papeleo y por enterarme de un montón de cosas. En ese momento era muy nuevo para mi, pero con mucho trabajo de por medio todo salió bien y, a día de hoy, me queda poco para terminar de pagarlo.
Uno de tus proyectos principales es Feat Project. ¿Cómo elegiste la Game Boy como base?
En agosto de 2021 me propusieron exponer junto a Lydia Garvín en Obertura Carabanchel, en Madrid. En ese momento ya había realizado Unknown Destroyer (2018) y Golden Cage (2019), dos piezas basadas en la Game Boy Color. Me gusta utilizar elementos con significado y estas Game Boys eran positivos del molde que hice de la que yo tenía de pequeña, así que imagínate la carga emocional. Un montón de buenos ratos encapsulados en resina.
El caso es que, cuando hablé con Lydia, ella trabaja plastilina extendiéndola sobre la superficie, emulando el efecto del mármol, una referencia a la sociedad líquida de Bauman. Le propuse hacer de ese “mármol” la pantalla de la Game Boy. Ella se vino a mi estudio en Zaragoza, aunque vive y trabaja en Madrid, y con su plastilina y mis moldes de silicona se hicieron las primeras 7 consolas. Después continué la fórmula con más amigos, y a día de hoy Feat. Project cuenta con 102 piezas.
Vas exponiendo y compartiendo poco a poco cada colaboración ¿Cuáles son los siguientes planes con este proyecto?
De momento está expuesto en 95Galería en Madrid. Es un espacio increíble a cargo de Sfhir, a quien le estoy enormemente agradecida por acogernos en su espacio. El 14 de septiembre podremos ver algunas de ellas en Kawaii!! Pasado, presente, futuro. Esta exposición está comisariada por Alejandra Rodríguez Cunchillos en el Museo Pablo Gargallo. El 9 de noviembre se expondrá en la fundación CAI en sala Joaquín Roncal, en Zaragoza.
Viendo todos tus proyectos, veo que no te ciñes a ninguna técnica. ¿En la variedad está la virtud? ¿Cuáles son las técnicas que más te llenan?
Son dos preguntas que realmente van muy unidas. Disfruto mucho de la labor de investigación: probar materiales nuevos es siempre un reto apasionante. La mecánica de este proyecto ha sido siempre que el artista que colabora conmigo proponga una pantalla y una base, en torno a lo que cada artista quiera.
Después, en torno a su propuesta y a través de un diálogo, hago una Game Boy que puede cambiar en material, color, carga… siempre, en torno a lo que la otra parte ha propuesto. Esto es lo que hace que sean tan diferentes entre si, y que cada una sea una ventana al mundo de cada artista.
Veo mucha presencia de tus amigos en tus proyectos, sobre todo, pintándoles. ¿El arte en general y la pintura en particular es una buena actividad para conectar con otras personas?
La amistad es muy importante para mí. Sí creo que el arte sirve para conectar. Tengo la creencia de que un buen artista es aquel que, entre otras cosas, es capaz de expresar un sentimiento colectivo de una manera única, y sería imposible hacerlo sin conectar con lo que está ocurriendo a tu alrededor y que le ocurre a todo el mundo.
Dentro de tus referencias se encuentra el manga y el anime ¿Son una de tus principales inspiraciones? ¿Los videojuegos también tienen su espacio?
Son una fuente de referencia, sin duda, para mi, aunque no la única. Y creo que eso es parte de lo que mantiene el motor en movimiento, encontrar inspiración y concepto en todo tipo de expresiones.
La música urbana encaja perfectamente con tu arte. ¿También te sirve de inspiración?
Sin duda, es una parte importante de la obra. Cada cuadro o escultura que hago tiene su propia banda sonora.
La música en muchas de tus piezas audiovisuales está a cargo Adri Arnas, conocido artísticamente como El Gordo del Funk. ¿Cómo empiezas a colaborar con este productor zaragozano? ¿La música la usa como potenciador del mensaje?
Al señor del Funk lo conocí en Las Armas, aunque ya nos seguíamos. Siempre he sido una gran admiradora de su trabajo. Ya éramos amigos cuando un día le propuse hacer una de estas bandas sonoras. Iba a inaugurar “Dying since 1991” y no sabía muy bien qué quería hacer, pero sabía que quería hacer algo con un puñado de canciones que habían sonado en repeat durante la producción de esta exposición en mi estudio.
Él tuvo mucha paciencia conmigo y con la maraña de canciones que traía y muchas horas en su estudio, sacamos una especie de canción / mixtape que fue la que utilicé para hacer mi primer vídeo largo del proceso que había grabado durante meses. Es un genio, verle trabajar es una gran inspiración para mí. Hemos hecho muchas otras mezclas desde entonces y espero que queden muchas más. Un abrazo para él y un enorme gracias por su paciencia y su buen hacer.
Todo eso se mezcla en el vaporwave ¿En qué consiste este movimiento cultural? ¿Cómo lo conociste?
El concepto me lo descubrió Lostin Milo, no sé si le habéis escuchado pero deberíais. Cuando vio mis primeros cuadros con nubes lo utilizó como descripción y fue un alivio saber que lo que estaba haciendo tenía un nombre. El vaporwave es un género musical pero también un discurso estético, que hace crítica a la sociedad de consumo pero también nos habla de una nostalgia generacional con referencias visuales de los 90 y muchas cosas más.