23.2 C
Zaragoza
26.4 C
Huesca
21.7 C
Teruel
15 junio 2025

Honorio Romero: el niño al que el maestro de su pueblo recomendó que siguiera estudiando 

Doña Carmen, Doña Conchita, Don Atilano y Don Octavio: docentes del Teruel de los años 50 del siglo pasado que marcaron el futuro del niño Honorio Romero, que acabaría convirtiéndose en Decano del Colegio Notarial de Aragón, miembro del Consejo General del Notariado de España, presidente del Patronato de la Fundación Ibercaja y director de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, entre otras responsabilidades.

Cuando entró por primera vez en la escuela de su pueblo, Honorio Romero no sabía que ese sería el primer paso hacia una larga, prestigiosa y prolífica carrera profesional que le convertirían en unas de las figuras más relevantes en el ámbito notarial y económico de Aragón y de España.

Honorio, el hijo del carpintero, nació en Santa Eulalia del Campo (Teruel) en 1949 y desde muy joven mostró un interés especial por los estudios. Tanto, que uno de sus maestros en la escuela del pueblo, el ya mencionado Don Octavio, aconsejó a sus padres para que “le sacara a estudiar”. Esto es, a que realizara estudios superiores una vez finalizada la formación básica.

Una educación que comenzó en el aula de una localidad que por aquel entonces rondaba los 2.500 habitantes, frente a los casi 20.000 de la capital provincial y los más de 300.000 de Zaragoza. 

Si quería seguir formándose, Honorio Romero debía dejar el hogar familiar y marcharse a Molina de Aragón primero y a Zaragoza después.

Romero cursó Bachiller en su pueblo natal y en Molina de Aragón y se licenció en Derecho por la Universidad de Zaragoza. Sus primeras oposiciones fueron para Secretario Judicial, ejerciendo en Molina de Aragón. Posteriormente, opositó a Notarías y ha estado destinado en Chantada (Lugo), Barbate (Cádiz), Tudela (Navarra) y Huesca. Desde 1992 ha ejercido en Zaragoza.

En esta entrevista, Honorio Romero mira hacia atrás y cuenta su experiencia como alumno de una escuela rural y lo que ha supuesto para él formarse en ella.

¿Cómo describiría su experiencia como estudiante en una escuela rural?

Hay una frase que dice que ni el pasado es como lo recordamos ni el futuro ha resultado como lo soñamos. Yo de aquellos años tengo grabado muchísimas cosas. El primer día que fui a la escuela: las maestras que teníamos, doña Carmen y doña Conchita. Después, a los seis años, pasamos a las escuelas de arriba, primer grado y segundo, que estuve con Don Atilano. También Don Octavio, Doña Pilar, que me preparó para Bachiller… a todos los maestros les he tenido mucho cariño. Les he apreciado, les he valorado y guardo un buen recuerdo.

La figura del maestro en un pueblo es esencial. El maestro tiene que ser esencialmente vocacional. Si tiene vocación, tendrá una ilusión por formarse. 

Don Octavio fue el que llamó a mi padre diciéndole que a ver si me podían sacar a estudiar, que se llamaba entonces, y entonces él nos preparó a otro amigo y a mí, de ingreso.

1º nos fue bien y después 2º y 3º lo hicimos con Doña Pilar, otra maestra de Santa Euralia, que por las tardes nos preparaba para bachiller. También nos fue bien, y luego ya fui a Molina de Aragón en 4º, 5º y 6º. Y en Preu ya vine a Zaragoza. Después la carrera y las oposiciones, y en todos esos lugares he encontrado docentes excepcionales.

¿Cuál es el primer recuerdo que le viene a la mente cuando piensa en su escuela rural?

El primer día que fui a la escuela, que me llevó mi madre a la escuela de párvulos, que me senté a la hora del recreo, conocí a mis vecinos y me dijeron que fuera a jugar con ellos. Me acuerdo perfectamente.

En  mis tiempos en Santa Eulalia recuerdo que había diez maestros. Estaban dos de párvulos, seis de las escuelas de arriba que llevábamos, donde estábamos treinta o cuarenta chavales en cada clase; y dos de “La Azucarera”.

En ese momento, Santa Eulalia tenía casi 3.000 vecinos y ahora son menos, así que supongo que el número de maestros habrá disminuido también.

¿Cómo era la relación con sus maestros y compañeros en ese entorno tan cercano?

Yo recuerdo que si íbamos por la calle y veíamos al maestro, corríamos a darle las buenas tardes. Tanto al maestro como al médico, a cualquier figura de autoridad. Aunque estuviéramos jugando, pero era un signo de respeto. Es algo que nos inculcaron.

Y entre los compañeros la relación era muy buena, y lo sigue siendo. Cuando veo a algún antiguo compañero es una alegría. Tanto de Santa Eulalia, como de los años en Molina de Aragón o ya estudiando Derecho en Zaragoza.

Cuanto más mayor es uno, más necesita ir a beber a las raíces. Tenemos que volver a los valores que hemos recibido. Es muy necesario.

Hablando de esta cuestión, ¿qué valores o enseñanzas adquiridas en la escuela rural considera que han influido en su desarrollo profesional?

En primer lugar, el valor del respeto es esencial. Cada uno puede pensar de una manera siempre, pero respetando las ideas de los demás. Hay una frase muy buena que dice que si en una reunión todos estamos de acuerdo, alguno no está pensando.

Hay que aportar con tu propio criterio, pero la forma de aportar es con respeto a las ideas de los demás. Y tú no puedes admitir que te falten al respeto. Esa es una línea roja tremenda. Y este respeto se aplicaba a los maestros, como decía.

El ejemplo que nos dieron, tanto en casa como en la escuela, es que en esta vida la única forma de salir adelante es trabajando. Cada uno en lo que valga, pero el trabajo es esencial.

Hay una frase de mi paisano Isidoro Antillón, cuando era diputado de las Cortes de Cádiz, que dice “Si no hago más será porque no puedo físicamente, y si no lo hago mejor será porque no entiendo más”.  Es decir, que en todas las actividades que iniciemos en nuestra vida tenemos que dejarnos nuestras fuerzas físicas y nuestras fuerzas intelectuales, 

Son esos valores del esfuerzo, del trabajo, de la superación, de la ilusión por una vida mejor, que esa la veían mis padres, la ilusión que tenían darnos a mi hermana y a mí en los estudios, para que tuviéramos una vida mejor que la de ellos. 

¿Cree que la escuela rural desempeñó un papel importante en su sentido de pertenencia y arraigo al medio rural?

Yo a mi pueblo lo quiero por encima de todo, todo el mundo sabe que soy de Santa Eulalia, y yo siempre lo digo. Incluso cuando preparo a opositores para notarías, los dictámenes que pongo siempre son de mi pueblo. Ser de un pueblo me ha influido, tanto en mi vida como en la educación que he dado a mis hijas. He tenido la suerte de llevar una vida mucho más llevadera que mis padres, que no hacían más que trabajar.

Y sobre la pertenencia al mundo rural, creo que también incluye que era una época totalmente distinta. El mundo rural ahora en Santa Eulalia no se parece en nada al que vivimos nosotros hace 70 años. No solamente es lo rural, sino lo distinto que es Aragón y España ahora a cómo era en los años 50.

Yo nací el 30 de octubre del 49, hacía cuatro años que había terminado la Guerra Mundial y diez la Guerra Civil Española. , fue hecho hace cuatro años y fue ayer, y diez años que había terminado la Guerra Civil Española, antes de ayer. Ha cambiado todo, no se puede comparar.

¿Cómo valora la función de la escuela rural en la cohesión y el el futuro de las comunidades en zonas despobladas?

La primera premisa es que no puede haber ni un solo alumno, ni un solo crío que se quede sin escuela. Ninguno. Tienen que hacer llegar la educación a todos los sitios. Y eso ya se preocupa el Gobierno de Aragón, que con cuatro alumnos, y a veces con tres, si lo admite la inspección, imparte clase en el pueblo. 

Y si no, pues los cogen y los llevan a otro pueblo. Pero no puede haber ni un solo niño que se quede sin escuela. ¿Por qué? Porque la escuela es donde se adquiere la formación y los valores para enfrentarte a la vida en una posición en igualdad de condiciones con los demás.

Y lo que hay que trabajar es que cuando se enfrenten a la vida tengan igualdad de condiciones en la formación. 

¿Qué desafíos enfrentó al transitar desde una escuela rural hacia estudios superiores en un entorno urbano?

Bueno, primero te tienes que adaptar. No es lo mismo estar en Santa Eulalia en la escuela que irte a un internado a Molina de Aragón, que era un internado espartano, en el sentido que no teníamos calefacción, a -28 grados en invierno. Pero tuvimos la suerte de tener algunos profesores realmente excepcionales. 

Se trata de adaptarte a un régimen de vida distinta. Te vas de la tutela de tus padres, que te cuidan todos los días. Y claro, tienes que espabilarte.

Pero bueno, éramos gente o de Teruel, o de Alcañiz. Yo nunca he tenido ningún trauma de adaptación. También es importante rodearte de buenos compañeros. Nosotros éramos un grupo de amigos, entre ellos Agustín Colás, que fue Inspector de Hacienda y Presidente del Tribunal Económico Administrativo Regional de Aragón; Jesús Medrano, Secretario del Tribunal Superior de Justicia, o Pedro Roy, notario como yo. Todos éramos de Teruel.

¿Considera que la escuela rural ofrece ventajas en términos de atención personalizada y formación integral?

Totalmente. Estudiar en un entorno como el que yo lo hice fue muy positivo. Tanto en la atención de los maestros como en el entorno, en la parte humana, mucho más cercana. Yo digo que antes el ser de pueblo era peyorativo, y eso ahora ha cambiado totalmente.

Yo tengo amigos que dicen que qué suerte los que tenemos pueblo. Y eso es así. No te puedes ni imaginar la suerte de criarse en un pueblo. 

A mí me encanta ir al pueblo, voy todo lo que puedo. Y encontrarme con mis primos, con mis amigos, con mis vecinos…

¿Qué mensaje le daría a las familias cuyos hijos e hijas estudian en una escuela rural?

Que sus hijos están en muy buenas manos, y que la educación rural está al nivel de la que se imparte en centros educativos urbanos. También que estén muy pendientes de ellos para transmitirles los valores que son complementarios al conocimiento técnico que les da la formación en el colegio.

Yo he estado encima de mis hijas y ahora la mayor es notario en Teruel, la segunda estudió Farmacia y la pequeña Derecho y Económicas. Es necesario transmitirles los valores del esfuerzo, el trabajo, el estudio, la ilusión, y que por fracasar de vez en cuando no pasa nada. Churchill decía que el éxito es ir de fracaso en fracaso sin desmoralizarse.

Y sobre todo la disciplina. Es esencial la disciplina en el estudio también, y es algo que intento inculcar en mi labor como preparador de oposiciones a notarías. Por tanto, la labor del docente es transmitir también eso a sus alumnos. El esfuerzo es imprescindible. Pero claro, para eso los padres tienen que predicar con el ejemplo.

¿Qué medidas cree que podrían tomarse para fortalecer y revitalizar las escuelas rurales en la actualidad?

Insisto en que la primera medida es la que decía antes: no puede haber ni un solo niño en Aragón, ni en España, que se quede sin clase por las razones que sean. Tiene que recibir la educación necesaria para prepararlo para la vida en igualdad de condiciones. 

Ya sea en un colegio de Zaragoza o de Madrid, o en una escuela de un pueblo como Santa Eulalia.

También es necesario que los padres que hablen con los maestros, y se den cuenta de la sensibilidad que tiene el maestro a la hora de relacionarse con sus alumnos.

Entonces, ¿qué papel tiene el profesorado? Cumplir con el programa que les mandan y hacerlo lo mejor posible. Y un buen profesor es aquel que es capaz de enseñar.

¿Qué mensaje le daría a los docentes que actualmente forman parte de la comunidad educativa rural?

Yo les diría que se dejen a pie por conseguir que sus alumnos se sientan orgullosos de ellos durante toda la vida y lo recuerden como un buen profesor, un buen maestro.

A mí me gusta más el término maestro que el de profesor. El profesor tiene que enseñar matemática o física. El maestro tiene que enseñar y además predicar con el ejemplo y transmitir valores

Tienen que ponerle toda ilusión del mundo, ya que esa es la impronta que van a dejar en sus alumnos.

¿Qué papel desempeña el profesorado en la escuela rural?

Los maestros tienen un papel muy importante, esencial. Como todos los docentes, pero de una forma especial en lugares donde el trato es tan cercano. Es algo que cuento porque se basa en mi experiencia.

El profesorado tiene una misión: cumplir los programas que en este caso manda el Gobierno de Aragón. Y además hacerlo de la mejor forma posible. Pero también, e insistiendo en la idea de antes, dejar su impronta en los niños que en un futuro serán adultos. Y eso es algo muy importante, que no se debe olvidar nunca.

 

Entrevista realizada por Juan Antonio Saura

Articulos relacionados

Suscribirse
Notificar
guest
0 Comentarios
Más antiguo
Más reciente Más votados
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios

Te puede interesar

Resumen de privacidad

Las páginas web, pueden almacenar o incorporar información en los navegadores elegidos, información acerca de preferencias, usos, o simplemente para mejorar su experiencia en nuestra página y que esta sea más personalizada. Sin embargo, no hay nada más importante que respetar su privacidad. Haciendo click consientes el uso de esta tecnología en nuestra web. Puedes cambiar de opinión y personalizar tu consentimiento siempre que quieras volviendo a esta web.