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8 noviembre 2024

Miguel Ángel Berna: “El folclore tiene que estar vivo”

En una entrevista con Go Aragón, el bailarín zaragozano repasa su extensa trayectoria y analiza la situación de la danza aragonesa.

Miguel Ángel Berna (Zaragoza, 1968) es una de las principales referencias de la danza en Aragón. Su extensa e innovadora carrera le ha hecho fusionar la jota con otros estilos y, ahora, comienza a ver cerca su retirada de los escenarios, eso sí, como bailarín.

En una entrevista, Berna repasa ese recorrido que inició en el folclore aragonés y que le ha hecho bailar en los mejores escenarios del mundo. También, observa el panorama actual de la danza aragonesa y vislumbra las posibilidades que le plantea su futuro

Son ya más de cuatro décadas encima de los escenarios y empieza a ver el final del camino, ¿qué supone llegar a este punto de su carrera?

Es una cosa que tiene que llegar siempre. El otro día, hablando con mi compañero Joaquín de Luz, cuando estábamos haciendo el espectáculo de Picasso, lo comentábamos, que realmente la vida del bailarín acaba a veces en los 39, 40 años, y yo voy a hacer 55. Ya me llevo un regalo muy grande. Es verdad que, también, cuando llegan estas edades, lo importante es saber reconvertirlo, saber de qué forma puedo continuar con todo el legado, porque es un patrimonio inmaterial increíble y, sobre todo, tratado desde mi tierra. Todos mis espectáculos tienen que ver con la cultura y la historia de Aragón y lo que he ido creando en todo este tiempo es una forma particular de abordar la danza. Es un momento en el que yo necesito también, por supuesto, ir apartándome del escenario. Mientras mi cuerpo aguante voy a estar ahí, pero sí que es cierto que necesito hacer una revisión de hacia dónde tengo que tomar la curva para que encuentre el camino.

¿Y cuál podría ser ese siguiente paso?

Probablemente será a través de la enseñanza, de una fundación… lo que tengo que ver es de qué forma me reinvento, porque ahora es cierto que el escenario es muy duro para mí, físicamente tienes que estar bien cuando te subes a escenarios de primera categoría. Si no lo estás, la verdad es que no merece la pena. También hace falta un llamamiento para las nuevas generaciones; otra de las cosas importantes que tengo en mente es de qué forma, sin estar yo, se puede construir algo reflejado, probablemente, en una compañía en la que pueda traspasar todas mis experiencias durante todo este tiempo, para que las nuevas generaciones tengan un material para seguir avanzando.

Y sobre todo, una cosa que es súper importante, que es adaptar las tradiciones y la historia de nuestra tierra a los tiempos que corren, es un poco el error que hemos cometido y que seguimos cometiendo, porque todavía veo declaraciones que dicen ‘el folclore no se cambia’. Me parece tal barbaridad decir eso… porque el folclore, precisamente, lo que tiene que hacer es estar vivo. Creo por supuesto en el respeto al legado que nos dejaron nuestros mayores y creo que ese material es importante para las nuevas generaciones porque, a veces, así nos va, sobre todo en este país. Como no conocemos nuestra historia, volvemos a cometer los mismos errores.

Miguel Ángel Berna ha anunciado la que será su última obra sobre las tablas, Rematadera. FOTO: Jaime Oriz
Miguel Ángel Berna ha anunciado la que será su última obra sobre las tablas, Rematadera. FOTO: Jaime Oriz

Hablando de jota, fue su vía de entrada a la danza…

Para mí, lo más importante es que vengo de ahí y me lo conozco bien. Han sido muchos años los que he estado y, curiosamente, pertenezco al mundo de la jota pero, sobre todo, al mundo de los grupos folclóricos. Y eso me lo conozco de la A a la Z. Pero eso, en primer lugar, está descontextualizado, porque la jota, si hay un mundo al que pertenece, es al rural. Siempre ha pertenecido a los pueblos, se bailaba en las eras, en el campo, en la siega… los tiempos han cambiado, estamos viviendo en una ciudad y también es importante contextualizarlo en el tiempo en el que nosotros estamos viviendo. El conocer también el folclore me ha permitido poder hacer un viaje. Un viaje, diría, casi iniciático. Estoy impregnado de las tradiciones de mi tierra y sé que tienen una gran potencialidad. Yo tampoco estoy descubriendo ninguna cosa nueva.

Realmente, las cosas están ahí, es como un escultor que hace una escultura; en la misma piedra ya está la escultura, hace falta ese poquito a poco de ir quitando las partes que sobran para hacer una escultura bella. Y se trata de que el folclore lo entendamos de esta manera. Vengo de un pasado de la jota, estoy impregnado de ella, y en un momento de mi vida tuve una gran valentía, que a lo mejor ahora  no la tendría; es como tener un Ferrari para conducirlo a 50 por hora. Tenemos un folclore, una jota en este caso, que la cuenta pendiente que tiene es que regrese al pueblo. Que la gente, en pleno siglo XXI, pueda bailar la jota en la calle. Pero para eso hace falta un puente que no se ha construido. Como siempre estamos con las mismas cosas, con lo de la jota de siempre, y yo me pregunto cuál es la jota de siempre. Porque antes la gente bailaba la jota en la calle y ya no lo hace. La jota que yo he hecho es la jota de escenario,que por cierto es la que se hace en los grupos folclóricos, pero esta es una jota que la puede bailar la gente que va a aprender a una academia. Pero ser aragonés e ir a aprender la jota a una academia me parece una barbaridad porque la jota la tendríamos que aprender en nuestra casa, con nuestros padres, nuestros abuelos y nuestros amigos y bailarla en fiestas, de manera espontánea. Es una cosa que, desgraciadamente, no existe.

¿Se está convirtiendo en algo así como una pieza de museo?

Sí, porque solo se baila en los escenarios. A veces, cuando hablo de estas cosas, parece que hablo en contra, pero yo vengo de allí, ¿cómo voy a maltratar a mi hijo? Un padre trata a su hijo de la mejor forma posible, pero a veces nos tienen que regañar y decir las cosas para que nos demos cuenta. El problema es ese, que se ha convertido casi en una pieza de museo. Y está impregnada ,a veces, y sin que nos demos cuenta, de muchos tópicos y prejuicios, cuyo problema es que no nos dejan avanzar. Uno no es más español porque saque la bandera; eso se lleva dentro y se siente dentro. Y yo lo aragonés lo he sentido siempre dentro. El problema que tiene el prejuicio es que te deja en el mismo sitio continuamente. Para los que sean religiosos, es Mateo 25, la parábola de los talentos: si a ti te dan un talento, lo que tienes que hacer es exprimirlo, sacarle el máximo partido. Estamos en pleno siglo XXI y tenemos que saber adaptar nuestras tradiciones al momento histórico que estamos viviendo. Creo que el verdadero valor de la tradición es saberla adaptarla a los tiempos que estamos viviendo. Está bien cantar una “olivera”, aún sin haber cogido olivas, pero lo importante es que sepamos transmitir el valor que representa el esfuerzo del trabajo del campo, aunque ya nos pilla un poco lejos en la sociedad actual.

¿Cuál es su primer recuerdo asociado a la jota?

La Iglesia de Santa Isabel, porque ahí di mis primeros pasos y mi padre cantando en el coche, que era un Simca 1200 granate, me acuerdo perfectamente, y me impactó mucho. Él se puso a cantar y, curiosamente, creo que no fue ni una jota aragonesa, a él le gustan mucho las navarras. Eso fue una cosa que me sorprendió mucho y, automáticamente, empecé a cantar. El drama  para mí fue que todo lo que cantaba era en el escenario y estabas a expensas de que la gente te escuchara, te aplaudiera y  te diera el visto bueno.

El bailarín y coreógrafo Miguel Ángel Berna. FOTO: Jaime Oriz
El bailarín y coreógrafo Miguel Ángel Berna. FOTO: Jaime Oriz

Hace poco anunció el espectáculo Rematadera, un remate a esta etapa sobre las tablas, ¿está siendo especial preparar la obra?

La verdad es que sí; todo el recorrido que he tenido, con la gran suerte de poder hacerlo a través de los personajes tan ilustres que tenemos en esta tierra, desde Goya hasta Buñuel, todo el arte maravilloso que hay, el mudéjar, las historia de los Amantes de Teruel, ahora, Crónica del Alba, Sender… y todo el viaje que hicimos por el Mediterráneo, porque tenemos que tener presente que hubo casi 6 o 7 siglos de historia de la Corona de Aragón, que nos unía a Italia, sobre todo, al sur. Hay muchas cosas que tenemos en común pero una que me llama mucho la atención es que su folclore todavía lo tienen vivo. Todo este camino lo que me va a permitir es poder hacer esta “Rematadera”. Para mí es  como el Ave Fénix, que tiene que morir para después volver a resurgir de sus cenizas.

A Madrid llega en verano Crónica del Alba, obra de Sender adaptada a la danza, ¿ha sido satisfactorio llevarla a los escenarios?

Sí. Es un escritor maravilloso y pasa con él un poco lo que nos pasa en esta tierra, que siempre son mejores los de fuera. A mí me está pasando un poco ahora también; desgraciadamente, lo tengo que decir. La vida de Sender es todo un drama, se tiene que exiliar, que ya me parece tremendo, matan a su mujer, a su hermano, también, y a sus hijos los tiene que dejar en adopción. “Crónica del Alba” me parece un libro maravilloso porque lo hace contándolo todo a través del recuerdo. Hay una historia de amor y una historia, sobre todo, de reconciliación consigo mismo. A mí me ha ayudado a entenderme un poco mejor.  A veces nos quejamos de las cosas y no vemos lo positivo que tenemos. Yo he tenido tantas cosas positivas a mi alrededor que Sender me ha abierto un poco los ojos.  Sender me ha hecho entrar en mi infancia, que está vinculada completamente a mi tierra, a la jota. Tengo un montón de recuerdos que transmutar y recordar. Ha sido un camino muy hermoso el que he recorrido y me está llevado un poco a la reconciliación conmigo mismo, lo que le pasa a Sender en el libro. El personaje muere porque todos tenemos que morir en esta vida, pero hacerlo de una manera digna, con nuestra conciencia tranquila y en paz con nosotros mismos.

Y espero sobrevivir (ríe) porque es un mes muy intenso, son veinte funciones y estamos dos bailarines nada más en el escenario; Sara Calero, una bailarina extraordinaria, y yo. Va a ser un reto para muy importante y lo vamos a acometer con toda la honestidad que se puede, esperando también que la figura de Sender quede bien reflejada y que la gente, sobre todo, lo lea y reflexione a este aragonés universal, porque se esconden muchas cosas hermosas ahí detrás.

Miguel Ángel Berna acumula más de 40 años en los escenarios. Foto: Jaime Oriz
Miguel Ángel Berna acumula más de 40 años en los escenarios. Foto: Jaime Oriz

Comentaba hace unos días que Zaragoza es un punto neurálgico de la danza, pero que habría que tomar algunas medidas para que hubiera más bailarines, ¿qué habría que hacer para que la ciudad ocupe el lugar que merece dentro de ese mundo?

Es una buena pregunta; lo que hay que hacer es apoyar proyectos culturales que tengan que ver con nuestra tierra, pero como siempre estamos trabajando con los despojos, como no se apuesta realmente por las cosas, a mí es una cosa que me duele. Cuesta mucho sacar un proyecto adelante para que después no se apoye. Pero no me pasa solo a mí, lo mío es un reflejo de una realidad de muchas  empresas y de emprendedores que se tienen que buscar la vida como sea y a veces irse fuera. Aquí tengo un gran hándicap, que bailarines de danza española no hay, y no me permite ser competitivo. Los tengo que ir a buscar fuera y se encarece. Estamos hablando de una ciudad como Zaragoza, que se dice que es la quinta de España, y a mí no me parece que sea la quinta en este sentido.

Se tiene que apostar y, sobre todo, lo que tienen que hacer también es atender a las trayectorias profesionales y, después, apostar por las nuevas generaciones. Se tienen que encontrar con un camino hecho para que ellos lo hagan mejor todavía de lo que se ha hecho antes. Y como no existe, verdaderamente es un problema. Sí que veo otras comunidades, como el País Vasco o Galicia, que apuestan verdaderamente por sus tradiciones  y por sacar su cultura adelante. Esto, aquí, de una forma u otra, nos falta. Y el otro gran reto que tengo es ver de qué forma podemos formar bailarines. Va a ser como plantar un olivo, pero eso significa que hasta dentro de cinco o siete años no vamos a recoger las olivas. ¿Merece la pena realmente plantarlo? Pues sí, pero ahora hace falta que la gente que dirige lo vea; a veces no quieren verlo o no sé qué pasa, porque yo no lo entiendo. Hace falta crear esa marca de Aragón con todo el viaje que hemos hecho mucha gente, a veces, por amor al arte. Pero hay que saltar esa barrera porque por amor al arte, hoy no vive nadie.

Usted se formó también en ballet…

María de Ávila venía a ver mis espectáculos cuando yo era jotero. Te hablo de los años 90, que es cuando empecé en Madrid, en el 93. Pero desde entonces a ahora, fíjate todo lo que ha pasado. Es mucho tiempo, son 30 años. Sí que es cierto que yo empecé a tomar clases de ballet muy tarde y que mi cuerpo no lo entendió; la primera clase la di con veintitantos años, que es una barbaridad. Pero mi constitución me permitió abordar distintas técnicas que ya las tenía, como el giro o el salto, y me pude desenvolver a través de ello. Pero volvemos al mismo discurso: cuando hablamos de Zaragoza desde la danza, tenemos que remitirnos al pasado, y del pasado no se vive. Hay que apostar por el presente y, en el caso de la danza y, sobre todo de la española, si no la cuidamos nosotros, ¿quién la va a cuidar? Hay que hacer una profunda reflexión.

Y, sí, empecé con el ballet, pero yo lo que quería era encontrar mi danza, pues cada uno tiene su danza. Y esto, quizá, es lo más complicado, entrar dentro de uno mismo para encontrar tu danza.

Ambos estilos, ¿se pueden enriquecer mutuamente?

Por supuesto, el problema es el prejuicio y, después, lo de siempre, que tienes las cosas en casa y las buscas fuera; aquí somos expertos en eso. Tenemos a Beethoven y a Mozart en la calle, y los saludas, les dices ‘buenos días, Beethoven, buenos días, Mozart’, pero nadie les hace ni puñetero caso. Nos tenemos que acordar que Goya se tuvo que exiliar, le pasó casi lo mismo a Buñuel y ya no te hablo de Sender. Lo decimos después, con el tiempo, lo de aragoneses ilustres. Pero me hubiera gustado que la gente hubiera vivido eso en su momento porque, verdaderamente, es dramático. No sentirte querido por tu tierra es muy difícil de asimilar. También hay que hacer esta reflexión, de por qué nos pasan estas cosas.

A pesar de estos condicionantes, ¿ve futuro en la danza aragonesa?

Este Rematadera viene a significar un poco eso, es también muy reivindicativo porque yo voy a seguir bailando, pero quiero poner un punto de atención para ver hacia dónde podemos ir. Y lo que me encantaría, que es lo que he intentado siempre, es que haya bailarines en Zaragoza. En mi caso, con toda la experiencia, el bagaje y los escenarios en los que me he movido, que son los mejores del mundo y he bailado con los mejores del mundo, qué mejor que dejar ese legado. Pero, claro, si la gente mira a otra parte, tampoco puedo hacer nada. Me parece fundamental y primordial que la gente empiece a bailar en la calle, que baile sus tradiciones, y que esto nos llevara a que, a lo mejor, gente como yo, cuando empecé a bailar, que no tenía en la cabeza dedicarme profesionalmente a bailar, pueda tener un camino y encontrar recursos para buscarse a sí mismo, que es el propósito del arte: hacernos la vida un poco mejor a todos.

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