Elvira de Hidalgo, María Domínguez, Natividad Zaro, María Arrondo o Raquel Meller son algunas de las grandes mujeres aragonesas del siglo XX que la realizadora Vicky Calavia ha rescatado del olvido a través de sus documentales. Calavia nos cuenta detalles de estos y otros muchos proyectos.
Para hablar de tu pasión por el cine hay que remontarse a la infancia. ¿Cómo fueron esos primeros contactos con el cine?
Yo veía las películas de la tele con mi padre. Él no tenía nada que ver con este mundo, era administrativo, pero era muy cinéfilo. Veía las películas con él sobre todo del oeste y ciclos donde salían Paul Newman, Bette Davis, Katherine Hepburn…
Además, mi padre nos llevaba todos los domingos a un cine que ya no existe, el cine Pax, y la primera película que recuerdo haber visto es ‘Candilejas’, sentada en el regazo de mi madre porque era pequeña y no tenían los asientos que hay ahora para los niños. Recuerdo que me pegué un berrinche tremendo y desde entonces me dieron miedo los payasos. A todos mis amiguitos y amiguitas les gustaba el circo menos a mí, me traumatizó (risas). La verdad es que en mí había esa predilección por el cine.
¿Cómo comienzas en el mundo del cine de manera profesional?
Es complicado hasta que llegué a más o menos tener lo audiovisual como una profesión de la que vivir. Mi camino es largo. Primero hice una carrera que no tenía nada que ver, Veterinaria, y después estaba muy ilusionada en conocer a gente que hiciera cine y un amigo mío descubrió que se reunían en un bar que tampoco existe ahora, en la calle Royo, un grupo de gente que hacía cosas de cine y que se llamaban Sin Retorno Films.
Mi amigo me acompañó, me empujó para entrar porque siempre he sido muy tímida y ahí conocí a gente que sigue haciendo audiovisual hoy, que son los Nanuk Producciones, Javier Estella y José Manuel Fandos, pero también a un escritor que es David Mayor y a otras personas que no han estado tan vinculadas al cine. Organizaban ciclos en el Cerbuna. Tenían mucha relación con la Agrupación Artística Aragonesa que es donde yo conocí a Pedro Aguaviva y a Luz Gabás, que entonces hacía cortos.
En un momento dado, Javier Estella decidió organizar un festival de videos de un minuto, que había leído que se hacía en Estados Unidos, y decidimos hacerlo en Zaragoza. En esos momentos no había internet. Le ayudé a preparar el festival, lo hicimos dos años y el tercero se disolvió el grupo y decidí seguir con el festival con su permiso un año más y después no lo pude mantener, no había fondos, y se lo cedí a la Universidad de Zaragoza. Soy jurado desde entonces del Videominuto.
Gracias a este festival conocí a mucha gente que hacía cine aquí, se presentó hasta Miguel Ángel Lamata. Nos mandaban cintas VHS con fichas en papel y el compromiso de las bases era devolver todo en mano así que me recorrí toda Zaragoza devolviendo en mano VHS y llamé a la puerta de un montón de gente que estaban haciendo cine. Les hacía mucha gracia que fuera a devolverlas en personas. Entablé amistad con algunas de ellas.
También era amiga de Quique Artiach que empezó a hacer actividades culturales en Casa Lac. Era un entorno muy especial. Entonces, como no se me había pasado el gusanillo de programar porque es algo que me encanta, propuse hacer una cosa que se llamaba Cortos de Café. El ilustrador Sergio Naya hizo un dibujo de un Charlie Chaplin saliendo de una taza de café.
Allí fui conociendo a mucha otra gente. Estuvimos haciendo esta muestra durante cuatro o cinco años. Fue muy bonito porque cada vez se llenaba más. Me di cuenta de que me gustaba mucho el cine hecho aquí, investigar, siempre me ha gustado mucho documentarme. Vi que no había una historia del cine aragonés desde los años 50.
Agustín Sánchez Vidal había hecho monográficos maravillosos sobre los primeros cines y nuestros cineastas más importantes. Javier Hernández y Pablo Pérez habían hecho un libro que llegaba hasta los 80 o 90, pero ahí se cortaba la historia. Pensé en continuarla y me hice mi personal y extensa base de datos y me di cuenta de que el cine aragonés tenía un gran potencial.
En 2002 preparé un proyecto, Travesía (El Audiovisual Aragonés), una retrospectiva de 50 años de cine, fui a la DPZ donde no conocía a nadie y se lo presenté. Estaban Nacho López Susín y Miguel Ángel Gargallo. Les gustó mucho el proyecto, yo era una desconocida pero me lo dieron. Lo inauguramos en primavera de 2003 y el Palacio de Sástago se llenó de público que pasaba constantemente por la exposición porque hicimos una sala con cine de 35 mm, otra con 16 mm, otra con súper 8, otra para ver VHS y los pocos DVD que había en esa época. Isidro Ferrer hizo un catálogo precioso, hicimos un videomapping en la plaza de España, hicimos un video a la carta con más de 600 obras que la gente podía ir a ver y se llenaba, tenía un éxito brutal.
Me llamó Rosa Borraz del Ayuntamiento para llevar ese video a la carta al Ayuntamiento pero es algo que no hemos conseguido todavía.
Mi base de datos ha seguido creciendo hasta el día de hoy, con otras propuestas como ‘Inventario’, que era internacional y también con cineastas aragoneses, e hicimos cosas muy interesantes como el primer taller de videojockey que hubo en Zaragoza; el primer taller de animación y el primero de videodanza con grandes nombres. ‘Inventario’ duró cuatro años.
Después me llamó Antonio Abad de la Cai porque en Cai Luzán hacían estrenos de cine aragonés y le interesaba que hiciera un ciclo de cine aragonés. De ahí nació ProyectAragón que duró 12 años. Trabajé con Antonio Abad y con Olga Julián.
Fueron 12 años muy felices. Además de que el sitio tenía más de 300 butacas, era inmejorable, la proyección, el espacio, el lugar… Se llenaba de público y hacíamos una programación prácticamente anual. Pasó por ahí todo el cine aragonés.
Sigo colaborando con Olga Julián en la Mirada Tabú. La Mirada Tabú, fue una idea que tuve para hacer en la Sala López cuando Agustín Gil, que era uno de los dueños me había llamado para hacer algo de cortos en su espacio.
Cuéntanos en qué consiste el Festival Internacional de Cine La Mirada Tabú, que en 2022 celebró su IX edición.
Este festival comenzó siendo algo que no existía en el mundo y continúa así, es algo de lo que me siento muy orgullosa. Fuimos desarrollándolo en la Sala López, luego en la King Kong, en el Colegio de Arquitectos, en el Joaquín Roncal… Hemos hecho muchas actividades de cine, performativas, musicales, de literatura, de artes plásticas… todas desde la libertad y esa mirada transgresora.
Empezamos a recibir muchas obras, al principio incluso en VHS, de México, Alemania, Irán, Japón… a pesar de que era nacional así que decidimos abrir las bases primero a Iberoamérica, por el idioma, porque no podíamos subtitular y pedir subtítulos era más complicado que ahora. Después cuando todo se facilitó un poquito pasamos a lo internacional.
Estuvimos dos años sin poder hacerlo por falta de financiación, porque era un festival de iniciativa privada. Después lo retomamos con el Ayuntamiento de Zaragoza como principal colaboración.
¿Cómo ha cambiado el concepto de tabú en estos nueve años de trayectoria?
Las bases las vas afinando y cambiando conforme pasa el tiempo. El primer año nos llegó todo erótico. Pero poníamos un tope en lo que era erótico y lo que iba más allá no se admitía. También encontramos entre todas esas cosas eróticas alguna que no lo era. Sobre todo en clave de comedia. Fue un año muy lúdico, divertido y loco.
Ampliamos el concepto y los autores empezaron a entenderlo. Es curioso porque es un festival en el que los autores se han preocupado de entender el concepto, algo que para mí es uno de los grandes logros del festival. Aquí tenemos la suerte de que la inmensa mayoría de las obras que recibimos (y recibimos unas 2.500 al año) tienen relación con el tabú de una forma o de otra.
El tabú es algo muy personal porque cada uno lo entiende de una manera y depende de muchos factores: culturales, ideológicos, geográficos, si estás adscrito a una religión, si tienes condicionante como mujer en un país donde no hay libertades etc. Tiene que ver mucho también con lo social y con la actualidad, lo que nos preocupa en cada momento. En estos 10 años ha variado mucho la preocupación: en la pandemia fue la salud, de ahí se derivó a la preocupación por la salud mental y tenemos muchos cortos acerca de este tema sobre el que antes no se hablaba. Nos han llegado temas tan variados como los abusos a deportistas, sobre ETA, sobre el suicidio, la eutanasia, derechos LGTB, relaciones afectivo-sexuales diferentes, el amor y el desamor, los grandes temas grandes temas que nos preocupan a todos. La vida y la muerte, al fin y al cabo. Pero sobre todo temas de los que en ese momento haya un pico de actualidad.
En los últimos años, hay una cosa muy curiosa y es que lo erótico está, pero no es lo principal desde hace tiempos, pero sí que están las redes sociales, el acoso en redes y también el encontrar amor en las redes sociales y la falta de compromiso en general en las relaciones ahora. Esto también es un tabú.
Ahora estás preparando Rutas de cine, ¿qué nos puedes adelantar?
Cuando hice Travesía en 2003, quisimos hacer unas rutas en autobús con una guía, pero no pudimos por falta de tiempo. A mí se me quedó pendiente. Siempre he querido hacer rutas de cine en Aragón porque es un gran plató de cine. En 2003 no existía prácticamente el turismo cinematográfico y nadie hablaba de rutas. Desde entonces empecé a viajar a lugares donde sabía que se habían rodado películas, para ver las localizaciones: empecé por Llanes, luego en las Canarias.
Como el proyecto completo no fructificó, lo acometí por partes, haciendo un documental, ‘Aragón rodado’, en localizaciones de rodajes en Aragón trayendo a los directores, productores y actores a los sitios, fue muy muy bonito, con Luis Alegre de narrador y con un montón de gente: desde Saura hasta Trueba.
Después preparé para Tu Huesca una gran base de datos de localizaciones de rodaje en Huesca provincia. Luego hice la ruta de ‘Jamón, Jamón’ por los Monegros. Hice otra ruta para la provincia de Zaragoza, hace ya ocho años, que iba por temáticas.
Hicimos también un proyecto europeo con Arex (Aragón Exterior) y con la Universidad de Huesca, Turismo, se llama FilmSet y son rutas de cine en Europa. Venía del proyecto que yo propuse y lo estuvimos preparando y haciendo durante cuatro años porque los proyectos europeos son largos y costosos de hacer pero quedó muy chulo y lo hicimos con cinco países: Gran Bretaña, Bélgica, Francia, Italia y España. Dentro de España teníamos que tener dos socios y fuimos Aragón y Extremadura que los uní conceptualmente por Buñuel.
Entonces, después de todo este tiempo, me hacía mucha ilusión hacerlo en Zaragoza que es mi ciudad y que es la cuna del cine porque la primera película que se conserva del cine español está rodada aquí. Es un proyecto que había propuesto a muchas corporaciones y que finalmente sale con esta. Ahora estoy trabajando con Proyección Exterior del Ayuntamiento, con Fernando Bermúdez y su equipo que son fantásticos, y con mi diseñador Oscar Baiges, unas rutas de cine por Zaragoza que verán la luz este año y que se presentaron en FITUR como un adelanto. Habrá rutas físicas y digitales. Hasta aquí puedo contar.
Recientemente conocíamos el fallecimiento de Carlos Saura y fuiste una de las personalidades del mundo del cine aragonés en pronunciarte al respecto. ¿Qué recuerdo guardas de él? ¿En qué te ha influido su forma de hacer cine?
Le conocí cuando hice la producción para un documental sobre Julio Alejandro, el guionista de Buñuel en México que era oscense y entrevistamos a Saura para esta producción de Emilio Casanova.
Es nombrar a Saura y sonreír porque es una persona que siempre me cayó muy bien. Era una persona súper cercana, majísimo, con un punto muy caballeroso. Era muy gracioso. Tenía una vitalidad y energía desbordantes. Le tenía muchísimo cariño.
Era una persona que se hacía querer: siempre te cogía el teléfono, te daba su teléfono personal, siempre que podía te decía que sí. Le mandaba un documental mío y lo veía y me lo comentaba, siempre me respondía a los correos. Era alguien muy especial.
Las otras cosas que destacaría de Saura son: su vitalidad física, ese perfil aragonés que recuerda un poco a Costa, y que siempre fue muy libre creando. Se arriesgaba: con 90 años hace ‘Las paredes hablan’ y se va a las cuevas de Altamira y eso lo une con los grafiteros actuales, pasando por Miquel Barceló y es un documental maravilloso. Utilizaba música actual, tenía un espíritu joven, libre, transgresor, tenía una mentalidad de ser joven siempre y creo que es una de las cosas, junto con su gran curiosidad, que lo mantuvieron siempre activo. A él le interesaba todo.
Él aconsejaba que dedicáramos una parte de nuestro tiempo a hacer trabajos manuales que mantenían la mente activa y te hacían pensar creativamente. Y es cierto, eso hace que desconectes y que luego tu cabeza funcione a veces mejor.
Evidentemente yo no hago el cine de Saura, ¡ya quisiera! Pero más que nada me ha inspirado su libertad creativa, el arriesgarse. Es reconfortante ver que gente muy mayor no se ha aburguesado, no se ha anquilosado sino que siguen apostando por eso pase lo que pase política y socialmente en el mundo, siguen adelante sin autocensura.
La no censura personal es una de las últimas libertades del ser humano, algo por lo que abogamos en la Mirada Tabú. Eso es algo muy difícil de encontrar hoy en día.

Queríamos preguntarte por uno de tus documentales más recientes, ‘Elvira de Hidalgo. Donare la Divinità’. ¿Quién fue esta soprano y cómo llegas a ella?
Yo he hecho mucha documentación para otras personas antes de hacerla para mí y he aprendido mucho con eso. Hubo una serie de Emilio Casanova para Aragón TV que se llamaba ‘Estampas’ y que eran 50 personajes aragoneses ilustres. En esa serie había cuatro mujeres; María Moliner, Elvira de Hidalgo, Raquel Meller y Pilar Bayona. De Pilar Bayona hizo un documental Emilio pero en mi lista particular de personajes que estaba rescatando empecé a incluir a mujeres como María Domínguez, primera alcaldesa de la II República Española. Decidí hacer de Moliner, Hidalgo y Meller y aquí estoy, con los tres (risas). Con Meller estoy en proceso.
Me parecieron muy interesantes las vidas de estas mujeres. Elvira de Hidalgo me hizo muchísima gracia la primera vez que la escuché porque hacía unos gorgoritos y tenía un nivel de agudos que era brutal y cantaba tan bien. Cuando investigué, descubrí que no era solo la maestra de María Callas sino también la Pigmalión, la madre, la asesora sentimental. La Callas era muy frágil y sensible y tenía tendencia a tener depresiones y Elvira era todo lo contrario: una mujer poderosa, de armas tomar, que no le costaba nada hacerse giras internacionales, abandonando a sus maridos en la luna de miel, no ser madre… En fin, unas cosas que en la época eran rarísimas. Era una rara avis. Además una mujer muy atractiva, que tenía muchos amantes, gente muy poderosa.
Es un personaje que me cae muy bien, tiene mucha fuerza, mucha energía. Cuando ella deja de ser cantante porque le exigían unos agudos muy altos que son un maltrato para la voz y cuando pierde un poco las facultades se pone a dar clases, que era su otra gran pasión. Transmite su conocimiento que eran unas claves secretas muy especiales que tienen que ver con el bel canto y que se tienen que aprender con una profesora en directo, no hay manual que te lo explique. La Callas lo dice en una entrevista.
Cuando Elvira da clases se encuentra con esta chica (Callas) que era un patito feo, veinte kilos más gordita, que era muy tímida, acomplejada por su madre etc. Y ve que tiene un diamante en bruto y hace de ella una diva y eso tiene mucho mérito.
Este documental se proyectó en Atenas en octubre, ¿cómo fue la acogida?
Me hizo mucha ilusión porque se proyectó en el mejor Auditorio de Atenas de la mano del Cervantes y yo pude ir a presentarlo. Vino bastante gente, hubo un debate y me di cuenta de que allí la conocían perfectamente. Me hizo mucha ilusión porque aquí en España no la conoce nadie. Vivió en Atenas, fue profesora del conservatorio. La valoraban muchísimo. Se proyectó dos veces más en Atenas.
En marzo se celebra en Soria la Sección Internacional Oficial en MujerDoc ONGD Mujeres del Mundo, en la que está nominada ‘Elvira de Hidalgo, Donale la Divinità’.
Me hizo mucha ilusión porque son 25 obras seleccionadas de entre muchas, es un festival internacional y españolas estamos dos.
¿Cómo conociste a María Domínguez y qué fue lo que te cautivó de ella para hacer el documental ‘La palabra libre’?
Me llamó la Fundación María Domínguez que la llevaban Javier Fernández y Alberto Sabio. Querían que hiciera algo de cinco minutos, empecé a hablar con la Fundación, cuando leí el libro ‘Opiniones de mujeres’ me enamoré del personaje y pensé que no tenía cinco minutos, tenía más. El problema es que teníamos tres fotos malas de ella.
Empecé a investigar, descubrí que Rosa Montero había hablado de ella en El País, vino a Zaragoza por otras cuestiones y la pude entrevistar. Tiré del hilo y vi que había unas mujeres que habían hecho una pequeña biografía, eran dos chicas de la universidad que estudiaban con Julián Casanova el tema de los fusilados en la guerra civil.
Ellas fueron dos de las entrevistadas principales, además de la fundación, Herminio Lafoz, Javier Barreiro… y con eso hice un documental de media hora que fue premiado en Málaga. Teníamos poco material, el presupuesto era ajustado y ha llegado muy lejos.
Creo que también es que el personaje es muy bonito y se lo merecía porque hizo muchísimo por su entorno, como política, profesora y pedagoga y también por las mujeres con ese libro fantástico ‘Opiniones de Mujeres’ y estaba totalmente olvidada. Se ha recuperado su figura, luego sus restos, han pasado muchas cosas y María Domínguez está en primer término ahora. Es uno de esos personajes de los que te enamoras.
Tu documental ‘En voz alta’ recoge la figura y obra de Natividad Zaro que fue actriz, guionista, productora… ¿Por qué se la conoce tan poco? ¿Se buscó borrarla intencionadamente?
Sí, claro. El documental de Nati Zaro se va a estrenar este año y me hace muchísima ilusión. Es una mujer que era de Borja y de ahí se va a Madrid porque gana las oposiciones de Correos. Era actriz y allí conoce a Valle-Inclán, Azorín, se hace amiga de Lorca. Hace un teatro de vanguardia, la primera mujer que hace de Don Juan Tenorio en España es ella. Es una mujer valiente y transgresora. Pero se enamora del ideólogo de la Falange y amigo de Primo de Rivera, que es Eugenio Montes.
Él estaba casado con hijos, gallego, católico y lo deja todo por ella. Están juntos el resto de su vida, se casarán muy mayores cuando muera la mujer de Eugenio Montes. Eso hace que Natividad esté entre el bando republicano y el nacional, ella no se pronunciaba políticamente. Era una mujer emprendedora trabajadora, productora de cine, dramaturga, traductora, actriz… mil cosas. Pero el hecho de que estuviera en tierra de nadie hace que esta España se olvide de ella y, como ningún lado la quiere acaba silenciada y más siendo mujer.
Uno de tus proyectos más recientes es sobre la actriz y cupletista Raquel Meller que tuvo fama internacional y que, sin embargo, no es muy popular. ¿Por qué no la conocemos más?
Es tremenda. Es ese personaje divertido, pícaro. Siguiendo la estela de grandes divas, como Elvira de Hidalgo. Pero es que Raquel Meller tuvo una importancia capital: Charles Chaplin la quería de protagonista de ‘Luces de la ciudad’, triunfó en todo el mundo. Siempre digo que la fama que tiene Rosalía ahora la tenía Raquel Meller, el dinero que gana Rosalía es el que ganaba ella.
Iba con su propio tren, sus propios vagones, un montón de doncellas y cientos de baúles. Se compró mansiones, obras de arte, luego se arruinó en parte también. Es un personaje que tuvo un momento álgido llevando el cuplé a un estado superior artístico que ahora están rescatando gente como Rodrigo de la Cueva o Julia de Castro o el Niño de Elche. Es un género que siempre se ha considerado menor pero Raquel Meller lo puso en primer término. Es un personaje que tuvo su momento de gloria, su decadencia y su olvido.
El documental sobre María Moliner lo estrenaste en 2017 y se ha traducido a 7 lenguas, se ha proyectado en todos los Instituto Cervantes… Tengo entendido que te impactó el hecho de que sufriese Alzheimer. ¿Es esto lo que te llevó a realizar un documental sobre ella?
Sí. Cuando hice ‘Estampas’, el primer personaje que me fascinó fue María Moliner. Me impactó mucho que perdiera la memoria. En ese afán por recuperar su memoria y su legado pensé que tenía que ser la primera. Fue mi primera gran recuperada.

Tu documental ‘Abriendo ventanas’ visibiliza la diversidad afectivo-sexual y de género. Queríamos preguntarte por ese papel que tiene el documental para abrir mentes mostrando diferentes realidades.
El cine documental tiene la gran virtud de que te da mucha libertad temáticamente y puedes contar cosas históricas, recuperar biografías pero también contar cosas muy actuales. No tiene la dificultad que tiene la ficción presupuestaria y de rodaje y tiene algo muy ágil a la hora de llegar al público también. Es verdad que a día de hoy, los espectadores ven más documental del que se veía antes y cada vez interesan más los documentales además de la ficción y eso es una buena noticia.
Eso y el hecho de que la gente joven se acerque al documental con unos ojos más curiosos hace que sea más fácil transmitir ciertos valores. El de ‘Abriendo ventanas’ se ha puesto en todos los colegios de Aragón y en toda España y ha viajado con el Cervantes hasta Polonia o China con una guía didáctica fantástica que se hizo desde la universidad de Madrid y ha servido para abrir mentes y conciencias a otra realidad que yo misma, en parte, no conocía. Es decir, que yo también aprendo haciendo documentales y es una parte bonita y personal. El casting es complicado porque lo grabamos durante la pandemia con permisos, pero fue un rodaje y un proceso muy bonito, muy chulo con estas siete mujeres fantásticas que representan a muchas formas de sentir y de estar en el mundo.
¿Qué es lo que más disfrutas de tu faceta de docente?
Mi madre era maestra y a mí siempre me ha gustado la docencia de una forma natural. De hecho, creo que en los documentales y festivales lo que más me mueve es mostrar, enseñar a los demás esa parte educativa. Pero mostrar sin juzgar, que es lo que trato como docente: esto es lo que hay y hay que conocerlo con una mirada crítica, no es lo mismo juzgar que tener mirada crítica. Eso es lo principal de cómo encaro yo la docencia.
He dado clases desde el año 95 o 96 y he dado cursos súper variados: de historia de cine, de documental, de guion, de realización de cortos, de cine y género, pero sobre todo de análisis y mirada cinematográfica. Mi gran vocación es quizá ser profesora y transmitir eso.
También hay algo muy bonito que es el feedback de los alumnos y lo que aprendes de ellos, ya sean jóvenes o mayores y el cariño. Yo siempre digo que tengo una gran familia de cine que son mis alumnos.
Moderas varios ciclos de la Casa de la Mujer (como ‘Mujeres de Serie’ o ‘Mujeres creadoras’). ¿Cómo ayudan estos ciclos a reflexionar sobre el papel de la mujer en la sociedad y su reflejo en la ficción?
Mirar cómo se ha visto a la mujer delante de una pantalla de cine o el papel detrás de la cámara es algo en lo que nos empezamos a fijar hace pocos años. El interés que tiene el Servicio de Igualdad del Ayuntamiento de Zaragoza en hacer incisión en eso me parece muy interesante y nos hemos dedicado estos últimos años a las mujeres en las series, a las mujeres como protagonistas, las tipologías y arquetipos, las mujeres y los cuentos de hadas, las mujeres directoras… y las mujeres detrás de la cámara.
Siempre es distinto cómo cuentan las mujeres a cómo cuentan los hombres, ni mejor ni peor, es distinto. Entonces sí, ese es el principal objetivo de esos cursos. Mostrarlo y visibilizarlo.
¿Hay más calidad en el cine aragonés actual o siempre la ha habido y ahora lo que hay es más visibilidad? ¿Se valora el cine aragonés en España?
La calidad siempre ha estado ahí. Ahora los medios de comunicación le han dado más visibilidad al cine aragonés. La visibilidad también pasa por ir a festivales importantes, ganar premios, eso es algo importante. A nivel nacional el cine aragonés no cuenta como una de las grandes industrias españolas en cuanto a comunidades, no tiene esa posición todavía porque estamos todavía a bastante distancia de Madrid, Cataluña, País Vasco o Andalucía pero vamos teniendo cada vez más presencia.
¿Quiénes son tus referentes?
Luis Buñuel es el top. Hemos hablado también de Carlos Saura y si nos vamos fuera de España: Agnès Varda, Pipilotti Rist…
He crecido en la filmoteca viendo películas y la que más me impactó fue ‘Azul’ de Krzysztof Kieślowski. Pensé que era una maravilla cómo implicaba los colores, la banda sonora, era otra forma de contar, con una Juliette Binoche impagable. Después me enamoré de ‘Noche en la tierra’ de Jim Jarmusch y el cine independiente americano y siempre me ha fascinado esa libertad creativa.
¿Nos recomendarías un documental y una serie?
‘Las paredes hablan’ de Carlos Saura está en los cines y es una joya.
Series he visto muchas quizá hay una en Filmin que me gusta especialmente ‘Inside number nine’, son misterios alrededor del número 9, es británica y tiene un punto Hitchcock, que también me encanta y un punto irónico y surrealista buñueliano.
¿Nos recomiendas una película para terminar la entrevista?
‘Azul’ es la película de mi vida. Por decir una recién revisitada, ‘El cebo’ de Ladislao Vajda, que la volví a ver ayer y que la voy a dar en clase.