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12 diciembre 2024

El Monasterio de San Juan de la Peña: un tesoro arquitectónico esculpido en la roca y en la historia de Aragón

El Monasterio de San Juan de la Peña, enclavado en el corazón de los Pirineos aragoneses, es una maravilla arquitectónica que combina estilos prerrománicos, románicos y góticos en una integración excepcional con su entorno natural.

Con una historia que se remonta al siglo X, este monumento ha sido testigo de algunos de los momentos más importantes en la historia de la Corona de Aragón, siendo un lugar de reposo para reyes y un centro espiritual clave en la Edad Media.

Cubierto por la imponente roca que le da su nombre, el Monasterio de San Juan de la Peña es una obra maestra que abarca más de diez siglos de historia, comenzando en el siglo X. Lo que hace único a este conjunto es su perfecta integración con el entorno natural, con una parte significativa de la construcción situada bajo una enorme roca, lo que refleja no solo la habilidad técnica de sus constructores, sino también una profunda conexión entre lo sagrado y la naturaleza.

En el interior del monasterio destacan varios elementos arquitectónicos que evidencian su rica historia. La iglesia prerrománica, uno de los primeros vestigios, aún conserva su estructura original, y en ella sobresalen las pinturas de San Cosme y San Damián, del siglo XII, que capturan el arte religioso de la época. Otro de los puntos clave es el Panteón de Nobles, que alberga los restos de figuras históricas y cuyo espacio es de especial relevancia por su belleza y su significado histórico.

El monasterio se expandió con el tiempo, incluyendo la iglesia superior, consagrada en 1094, que es un magnífico ejemplo de la arquitectura medieval, y la capilla gótica de San Victorián, que refleja la evolución artística del lugar. Sin embargo, el claustro románico, obra de dos talleres diferentes, se lleva gran parte del protagonismo, con sus capiteles finamente tallados que narran escenas bíblicas y motivos vegetales, evocando la espiritualidad de la época.

La historia del Monasterio de San Juan de la Peña es también una historia de poder. Fundado en el siglo X y refundado por Sancho el Mayor de Navarra en el siglo XI, se convirtió en un centro de gran importancia para la Corona de Aragón. Sancho introdujo la regla de San Benito, consolidando su papel como faro espiritual en la Europa medieval. A lo largo de ese siglo, el monasterio se amplió, consolidándose como panteón de los reyes de Aragón y como un espacio de gran relevancia política y religiosa. En 1071, el monasterio fue escenario de un evento fundamental: la introducción del rito litúrgico romano en la Península Ibérica, que supuso la adopción definitiva del culto occidental en la región, reemplazando el rito hispano-visigótico.

A pesar de su relevancia, el monasterio sufrió un periodo de decadencia a partir del siglo XII. Las donaciones se redujeron y los pleitos con los obispados de Jaca-Huesca, Pamplona y Zaragoza fueron frecuentes, afectando su estabilidad. Además, la peculiar ubicación del monasterio, a la vez que lo hacía majestuoso, también provocaba daños estructurales que, junto con varios incendios, culminaron en la ruina parcial del lugar. El incendio más devastador ocurrió en 1675, destruyendo gran parte del edificio y obligando a la construcción del Monasterio Nuevo.

Hoy en día, el Panteón Real, de estilo neoclásico y construido en el siglo XVIII, sigue siendo un punto de atracción, ya que alberga los restos de los primeros reyes de Aragón. La masadería, ubicada junto al panteón, expone laudas sepulcrales y proporciona información sobre el linaje de estos monarcas, siendo una ventana directa a la historia de la realeza aragonesa.

Junto al Panteón Real se encuentra una zona museística dedicada a la historia del monasterio y a la figura de Pedro Pablo Abarca de Bolea, X Conde de Aranda, cuyos restos descansan en el Panteón de Nobles del monasterio. El museo cuenta con tres salas que muestran la importancia del monasterio como centro político, religioso y artístico. La sala principal alberga la casaca mortuoria del Conde de Aranda, junto con una reproducción de su rostro, mientras que las otras dos salas exhiben restos arqueológicos y arquitectónicos, incluidos capiteles y fragmentos decorativos encontrados en el monasterio.

Gracias a varias restauraciones a lo largo de los siglos, este monasterio ha logrado conservar su relevancia tanto histórica como arquitectónica. Los esfuerzos de conservación han permitido que los visitantes de hoy puedan experimentar la grandeza de este lugar y su papel en la evolución de la cultura y la espiritualidad medieval en España. El Monasterio de San Juan de la Peña sigue siendo un testimonio del pasado, una joya oculta en el corazón de los Pirineos que invita a los visitantes a conectarse con siglos de historia, arte y fe.

 

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