25.4 C
Zaragoza
23.4 C
Huesca
19.4 C
Teruel
9 septiembre 2024

Héroes, rapsodas y un puerto sin mar: pop, rock, rap y otras músicas en Aragón

Las representaciones musicales en Aragón a partir de la segunda mitad del siglo XX muestran un territorio fértil, que encontró en la base americana de Zaragoza un punto de entrada para los nuevos sonidos que estaban cambiando la música y la sociedad.

Que las ciudades con puerto son lugar de intercambio y descubrimientos es, casi, una obviedad. Ya desde que los griegos se percataron, cuando navegaban por el Egeo, de que sus dioses no eran los únicos, por no irnos más lejos ni en el espacio ni en el tiempo, estos espacios de frontera y encuentro se han caracterizado por ese desvelar lo de otros, que no pocas veces se incorpora a lo de unos. No hace falta decir que Aragón y Zaragoza están muy lejos del mar, pero la base aérea americana de esta ciudad fue una ventana a los sonidos que en Estados Unidos estaban cambiando la música popular en el siglo XX. El rock, el soul, la música disco, el funk y, más tarde, el rap llegaban con el personal yanki a la base militar. Su emisora de radio, que todavía algunos recuerdan, y las relaciones de los locales con los de fuera hicieron el resto. Y, aunque contar con este espacio castrense en la capital no fue el único factor, sí que fue un hecho determinante para generar un sustrato musical que, hoy, todavía perdura en la cultura zaragozana y aragonesa.

“A finales de los años 50 y comienzos de los 60 creo que marcó, porque los primeros rockeros españoles salieron de las zonas cercanas a las bases”, afirma Chema Fernández, manager, promotor de conciertos y director de Antípodas Producciones, vinculado desde siempre a la escena musical aragonesa. Pioneros del rock en España como Rocky Kan, Gavy Sander’s o Chico Valento pudieron descubrir a Elvis y el rock americano prácticamente a la vez que se producía en los Estados Unidos, lo que suponía una ventaja considerable respecto a otros lugares de un país inmerso todavía en una dictadura.

Fernández recuerda cómo de niño podía escuchar la emisora desde el barrio de Las Delicias, algo que resultó “muy importante” para su cultura musical, pues pinchaban canciones de estilos como country y rock americano clásico, además de tendencias de la época como el disco. “Para mí, eso fue fundamental y para mucha gente también”, asevera.

Y, más allá del peso de esta base, cuenta cómo en la ciudad ya existía un considerable panorama musical en los 60, con grupos como Las Sombras o Rocas Negras, salas de fiesta como la Capri o la Cosmos y músicos como Rocky Kan, que incluso se iban de gira a otros puntos de España. “Creo que había realmente una escena que funcionaba”, indica el productor.

Los 70 y el cambio

Los 70 llegaron con cambios aparejados a las tendencias musicales de la época, que cambiaron los sonidos cercanos a los Beatles de la década anterior por nuevos géneros como la psicodelia o el rock progresivo. Este hecho, elucubra Fernández, propició probablemente un alejamiento del público general, pero no de la juventud, que sí veía en la música una forma de distanciarse de sus mayores, en un momento en el que los guateques estaban a la orden del día.

Sin embargo, no solo las casas eran los espacios para la música, pues lugares como el colegio mayor Pedro Cerbuna, sobre todo, a partir de la Transición, sirvieron para mostrar estas nuevas expresiones. Todo, en un entorno que carecía de salas de conciertos, aunque sí tenía discotecas como Samantha’s, que traían a los grupos nacionales del momento. Más complicado era ver bandas internacionales en la ciudad, apunta Fernández, que afirma que los pocos bolos que se hicieron fueron “conciertos míticos”, de grupos como Osibisa o artistas como John Martyn.

Y, aunque ya comenzó en la década anterior, fue en los 70 y a partir de la Transición cuando el movimiento de cantautores terminó de explotar en Aragón. Nombres como los de José Antonio Labordeta, Tomás Bosque o Joaquín Carbonell vivieron ese boom aparejado, observa, a la constitución de los primeros ayuntamientos democráticos y a que, en consecuencia, empezaran a contratar a estos artistas. También fue en ese momento cuando empezaron a editar discos de manera más constante, en sellos como Fonomusic. Antes, el primer EP de Labordeta, de 1968, lo lanzó la madrileña Fidias y estuvo secuestrado por orden gubernativa. Su primer LP llegó ya en 1974, de la mano de la barcelonesa Edigsa.

Mientras, la escena del rock empezó a consolidarse en España, “sobre todo” a partir de la segunda mitad de la década. Grupos que, para Fernández, fueron en muchos casos el germen de otras bandas que tuvieron mucha más popularidad posteriormente, cuando depuraron su música hacia sonidos menos influenciados por estilos de la época como el rock sinfónico. Un caso que observa en Aragón es el de Pedro Botero, banda de Casetas que, en sus inicios, empezó “como un grupo sinfónico” y que a partir de finales de los 70, con la irrupción de gigantes como AC/DC, Iron Maiden o Saxon, recalibraron su sonido. “Era un grupo mítico”, destaca.

Pop, rock y otros rollos; llegan los 80

Ya en los 80, la ciudad muestra un panorama con bandas como Golden Zippers, donde militaba el líder de Más Birras, Mauricio Aznar, Ferrobós, con Gabriel Sopeña y Jesús Trasobares, o Alta Sociedad. Algunos de ellos, por cierto, asociados al sello local Interferencias, fundado entre la mítica tienda de discos Linacero y el bar Interferencias. También mostraba el territorio referencias como los binefarenses Proscritos o los oscenses Los Mestizos y Escoria Oriental, que el año pasado celebraron en los escenarios los 45 años de su fundación. “En ese momento había realmente una serie de grupos en Aragón que empezaban a vender y a ser buenos”, relata el promotor. El sello zaragozano, posteriormente, fichó a otras bandas como Desechables o a los ejeanos Tako, todavía en activo y que disfrutan de un fiel público en Aragón.

Fue a comienzos de esa década, en 1982, cuando la ciudad celebró su primer Concurso de Pop y Rock, en el que participaron más de una veintena de bandas, entre ellas, una de las que más recorrido posterior y reputación obtuvo, Distrito 14. “Ganaron dos grupos porque el jurado no pudo decidirse entre Ferrobós y Doctor Simón y los Enfermos Mentales“, recuerda el promotor sobre un certamen que también incluyó el concierto del guitarrista de Doctor Feelgood, Wilko Johnson, en la plaza de toros.

Esta cita no fue la única actividad colectiva que acogió la capital aragonesa, pues cuatro años antes ya organizó un festival de punk en el Mercado Central que marcaba los inicios de una escena que ha perdurado en el tiempo, con nombres, ya posteriores, como el de Manolo Kabezabolo, Kanzer d’Eskroto o Chicharrica.

Volviendo a principios de los 80, Fernández recalca que “algo absolutamente fundamental en esos momentos fue la radio“. De esa época recuerda cómo varios jóvenes, incluido él, comenzaron a realizar programas musicales, en los que además de pinchar las tendencias del momento, también ponían a los grupos locales. En ese contexto, destaca por encima de los demás la figura de Juan Torres Cachi: “Es el que abrió en Zaragoza las puertas de la modernidad musical. Tanto, como que fue el primero que apoyó a los Héroes del Silencio”, destaca sobre el conductor de programas como El Selector o Sangre Española.

El impulso de la radio permitió consolidar una escena musical que encontró en la I Muestra de Pop Rock y Otros Rollos un gran acicate. Fernández formó parte de la organización de esta cita, que se celebró en el pabellón francés de la Feria de Muestras y que vendió 26.000 entradas en el fin de semana que duró. “Había grupos para los que era su primera actuación y que no sabían, literalmente, tocar, y bandas de músicos mayores, muy buenos, pero que se dieron cuenta de que si no estaban en esa muestra, no existían”, cuenta.

Entre esas bandas estaba, por ejemplo, Proceso Entrópico, de la que era miembro Enrique Bunbury. También, Zumo de Vidrio, con los hermanos Valdivia, y Edición Fría, en la que militaba Joaquín Cardiel. En resumen, los Héroes del Silencio, a falta de Pedro Andreu, que por cierto ya tocaba la batería en Los Modos, aún en activo. El propio Fernández también estuvo en las tablas, en la batería de Días de Vino y Rosas, grupo de referencia en el que tocaba otro nombre bien conocido de la música aragonesa, Juan Aguirre, de Amaral.

Esta muestra fue un “momento fundamental” y no solo sirvió para juntar a más de cincuenta bandas, sino para mostrar el trabajo que se hacía en la ciudad en otras disciplinas como la pintura, el diseño o el cómic. Igualmente, sirvió para que en Zaragoza tocaran Gabinete Caligari y Decibelios, “que rompieron una cabeza de cerdo en directo”, recuerda el promotor.

Mientras, en la capital aragonesa empezó a haber “intentos de salas de conciertos con programación habitual”, que solían ser discotecas que querían acoger actuaciones. Fernández nombra como el primer intento “serio” el de la discoteca Astorga’s, en la que tocaron grupos como Los Coyotes, Los Pistones o Parálisis Permanente, estos últimos, sin haber sacado todavía su primer disco. “Era una discoteca a lo que iban mucho los yankis de la base, y yo veía ahí conciertos porque los montaban ellos, que estaban acostumbrados a que hubiera mucha música en directo en todas partes”, explica.

También cita Fernández la discoteca Plató, en la que actuaron muchos de los grupos de la movida madrileña como Derribos Arias, Polansky y el Ardor, Aviador Dro, Siniestro Total, La Mode o Radio Futura. El grupo de Santiago y Luis Auserón, aunque formado en Madrid, contaba con fuertes vínculos con la ciudad, pues ambos eran originarios de la capital aragonesa.

Con todo, matiza que salas con un peso capital, como la Metro y la En Bruto, esta de Nacho Royo y donde unos recién salidos Héroes del Silencio hicieron sus primeras actuaciones, llegaron ya después del año 84. “Tuvieron su papel en su momento absolutamente importante y fundamental”, destaca, “pero realmente cuando se consolidó el circuito de salas fue más tarde”, ya a partir del siguiente siglo.

Héroes de leyenda

En esos mediados de los 80 se empieza a fraguar en Zaragoza una de las bandas más importantes del rock español, Héroes del silencio. Más de 6 millones de discos vendidos y su éxito no solo en España, sino en Latinoamérica y en mercados como el alemán, avalan a un grupo que lanzó en sus alrededor de diez años de carrera cuatro LP de estudio, que incluyen clásicos del género como Sirena varada, Entre dos tierras o Mar adentro.

El fenómeno de los Héroes también tuvo su reflejo en la escena musical: “En cuanto tuvieron un poco de éxito -a partir del largo Senderos de Traición- de repente empezaron a salir millones de grupos por todas partes de esa onda”, explica Fernández. Las discográficas, viendo Zaragoza como un caldo de cultivo óptimo para la música, empezaron a fichar bandas locales. Sin embargo, y salvo excepciones como Niños del Brasil, para el promotor la mayoría no logró alcanzar el éxito.

Sí que lo hizo, años después, Amaral, el grupo formado por Juan Aguirre y Eva Amaral. Recuerda que la cantante, en sus inicios, tocaba la batería en un grupo de Casetas y que un día acudieron a su oficina Juan y ella con el nuevo proyecto. “En Zaragoza hay muy poca industria y eran muy ambiciosos; se fueron a Madrid”, rememora Fernández acerca de una banda que ha despachado millones de discos y que hace apenas unos días celebró el vigésimo quinto aniversario del lanzamiento de su primer LP.

El rap flota en el aire

Y, regresando unos años atrás, de nuevo a mediados de los 80, en Zaragoza “empieza a llegar otra música, el rap”. Fernández explica que, en sus inicios, eran sonidos más asociados al baile, al break dance, pero que conforme avanzó la década “empezó a cambiar hacia un estilo de música propio”. También recuerda que se notaba en el aspecto de los soldados de la base -de nuevo, la base- que salían por la ciudad ya “con otra pinta”. En las cabinas de bares y discotecas también empezaban a sonar temas de grupos como Run DMC o los Beastie Boys, como admite el promotor, también Dj en esos años.

“Hubo también gente de mi círculo que empezó a interesarse por esa música. Uno de ellos me dijo: ‘Me he montado un grupo con un par de yankis de la base’”. Era Fernando Laguna (Def Boy), que conformó con King Mc Alo y Doonski X el grupo Foreign Nation. “Duró tres años fulgurantes”, asevera Fernández sobre la banda. “Tenían una imagen del copón y se comían a todos los raperos. No había color”, destaca. Aunque en el poco tiempo que estuvo en activo Foreign Nation alcanzó éxitos como ganar el concurso de maquetas nacional de la revista Rock Delux, se separación llegó con el cierre de la base y el cambio de destino de los dos integrantes foráneos.

Ese sustrato tuvo como fruto principal una escena de rap local ahora más que consolidada y en la élite del país, que encontró a finales de los 90 y principios de los 2000 su gran apogeo. Crazy Beat y otros pioneros empezaron, a finales de la década anterior, a forjar las bases de un movimiento que tuvo continuidad con grupos como Gansta Squad, DJ Potas y, pocos años después, con Violadores del Verso y Rapsusklei, entre otros muchos.

Kase.O, Líriko, Sho Hai y R de Rumba conformaron, de esta manera, uno de los grupos más importantes de la historia del rap en castellano. Destaca también el éxito en solitario de Kase.O, con discos como El Círculo, que han trascendido sobradamente el nicho del público del rap.

De finales de los 80 también surgió otro grupo que alcanzó una relevancia en Aragón de primer nivel, con incursiones en el territorio nacional, como era Ixo Rai! De corte aragonesista y mezclando el folk del territorio con el rock, su recorrido se prolongó hasta principios de los 2000 y alcanzaron una popularidad más que notable canciones como ¡Pasa pues!, 15 de agosto Un país.

También a mediados y finales de la década aparecen en Aragón grupos de rock como los turolenses Azero y una escena de reggae que encuentra en Jah’sta o los Brodies dos ejemplos del hacer aragonés en este género, que tiene su propio festival, el Lagata.

Otra onda

En esa misma década de los 90, continúa Fernández, “empezó otra onda que no tenía nada que ver con las anteriores”; era la surgida del movimiento indie, con exponentes como El Niño Gusano o El Regalo de Silvia y un sello como Grabaciones en el Mar cercano a esta escena.

Con el Niño Gusano se dio a conocer “un personaje enorme”, como era Sergio Algora, líder del grupo y poeta zaragozano que continuó su aventura musical años después junto con el cantante de Australian Blonde, Fran Fernández, con La Costa Brava. Separados tras la abrupta muerte de Algora en 2008, este verano vuelven con seis conciertos para rememorar su legado.

De la separación de El Niño Gusano también surgió otro nombre capital en la escena indie aragonesa, el de Tachenko. Sergio Vinadé y Andrés Perruca, ambos ‘ex’ de la banda de Algora, formaron este nuevo conjunto con Sebas Puente a principios del milenio.

También en esos primeros compases del milenio, y con el éxito de Héroes del Silencio, Violadores del Verso, Amaral y otros artistas, Aragón comienza a fijar su paisaje musical: “Lo más relevante es que se consolidaba una escena en la que no había exactamente una industria, pero ya había circuito, sobre todo en Zaragoza”. Es en esos momentos, pues, cuando la ciudad empieza a desarrollar un circuito de salas que hoy sigue muy vivo. “A mí me parece que es lo mejor que tiene la ciudad en la escena musical”, añade el promotor.

El tiempo discurre en estas dos primeras décadas de siglo con grupos como Faith Keepers, Calavera, 13 Krauss, Kleejoos Band, Eva McBel o Los Bengala, que son muestra de una escena viva, en la que se mantienen nombres como el de Cuti Vericad, miembro en los 90, entre otros grupos, de Los Dynamos. También abraza el panorama ya a estas alturas del milenio las sonoridades de la música urbana, con jóvenes como el alagonés Lionware o el ejeano Slappy AV.

Articulos relacionados

Suscribirse
Notificar
guest
0 Comentarios
Más antiguo
Más reciente Más votados
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios

Te puede interesar