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20 abril 2024

La jota, un símbolo de Aragón en el mundo

Las expresiones artísticas y estéticas concernientes a la jota aragonesa son uno de los rasgos más reconocibles de la Comunidad en el imaginario colectivo. Su concepción, en el siglo XIX, y su desarrollo a lo largo del XX marcan un camino en el que actualmente aspira a convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

La jota es, sin duda, uno de los rasgos más reconocibles de Aragón fuera de sus fronteras. Su música, sus cantes y sus bailes suponen un entramado estético y artístico que ya forma parte del acervo popular en España a la hora de asociarlo a lo aragonés y, en su territorio, multitud de agrupaciones y artistas mantienen este conjunto expresivo desde hace décadas. De esta forma, y aunque esta expresión folclórica de Aragón no es la única, sí es la que tiende a ser la más identificada con la Comunidad y sus gentes, aspirando en la actualidad incluso a ser reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Siguiendo el trabajo del músico y estudioso del folclore Fernando Gabarrús para la exposición ‘La Jota. Pasión de Pasiones’, esta comenzó su camino como género representativo de lo aragonés en el siglo XIX, en un contexto marcado por el romanticismo. En este periodo, de hecho, se comenzaron a reivindicar los fenómenos de folclorización en distintos territorios. Así, mientras en Cataluña se ensalza la sardana o en Andalucía el cante jondo empieza a despertar atención, en Aragón, a mediados de siglo, es la jota, una expresión vinculada al campo y sus gentes, la manifestación elegida por la burguesía zaragozana la que se constituye como símbolo.

De hecho, Gabarrús define la jota como “un género de baile, de canto y también de pasacalle (ronda) que pervivió en la sociedad agrícola-ganadera peninsular y que, evitando los aspectos de ideologización romántica, sirvió de medio de comunicación, expresión de sentimientos, galanteo, religiosidad… para los integrantes de la distintas comunidades, sobre todo, en el ámbito rural”.

Música, baile y canto

En lo que se refiere a su baile, en su origen, se aprendía por imitación de los mayores en las plazas de los pueblos y no existían coreografías pactadas. Un ejemplo son los conocidos como bailes del pollo, propio de municipios como Alcaine, Albalate del Arzobispo y Lécera y que consistían en un concurso de baile por parejas o individual, en el que el ganador se llevaba un pollo, con una música que solía interpretarse con gaita y tambor.

El canto se circunscribía, siguiendo la obra de Gabarrús, en la función práctica de las rondas, o roldas, de los pueblos. “En muchas localidades, los quintos, rondaban a las mozas cantándoles coplas de jota alusivas a su belleza, habilidades o cualidades, iniciando así los ritos de galanteo. Estas rondas todavía se mantienen en celebraciones del calendario festivo como mayos, fiestas de la cosecha y otras celebraciones”, explica el experto. También encontraba cabida el canto en distintos momentos de los ciclos de trabajo y asueto, con tonadas para bodas, de taberna o de faena, entre otros muchos motivos.

Copla Alusiva, de Gárate.
Copla Alusiva, de Gárate.

En estos momentos hay que matizar que la jota, evidentemente, no es un fenómeno único de Aragón, sino que se extiende por toda la península ibérica. No obstante, en este territorio sufre una transformación desde la segunda mitad del siglo XIX hasta mediados del XX, en un proceso liderado, según Gabarrús, por las élites urbanas. Muestra de lo característico de la jota aragonesa es lo que defendía el etnomusicólogo Miguel Manzano Alonso, que en el ‘Cancionero Popular de Burgos’ afirmaba lo siguiente:

“En Aragón ha surgido, aproximadamente desde la mitad del siglo XIX, una forma especialísima de cantar la jota en estilo adornado y a un ritmo muy lento, y con un repertorio y ejecución también muy característicos de acompañamiento de rondalla. Esta especie de jota es la única que puede denominarse con toda propiedad jota aragonesa, porque es creación característica del pueblo aragonés, que además la ha conservado, fomentado y desarrollado con un empeño especial y continuado.”

Los momentos cruciales

Para el músico, esta transformación a la jota de escenario o aragonesa, fue voluntaria y organizada de acuerdo con una ideología concreta, el romanticismo de corte regionalista. Y, en su desarrollo, distingue varios momentos cruciales.

Uno de ellos, la aparición de artistas individuales que despertaron la estimación popular y que llevaron a que este género se convirtiera en un espectáculo. Algo que, según explica Gabarrús en su trabajo, fue propiciado por las élites urbanas, quienes propician que se suban a los escenarios estos cantantes y bailadores.

Fotografía antigua de una rondalla de jota aragonesa.jota aragonesa en el mundo
Fotografía antigua de una rondalla de jota aragonesa.

A finales del XIX, ya en 1894, llegó el considerado como hito fundacional de la jota aragonesa como espectáculo de escenario. Fue la celebración en Madrid, el 24 de marzo, de la Fiesta de la Jota. “Se celebró un banquete organizado por los periodistas aragoneses Eusebio Blasco y Mariano de Cavia, durante el cual, el gran bandurrista Ángel Sola (conocido como el Sarasate de la Bandurria), con el acompañamiento de Santiago Lapuente, dieron a conocer una jota renovada y diferente que habría de asombrar a España”, cuenta el experto.

En 1894 también se celebró en octubre el Certamen Oficial de Jota, impulsado por el consistorio zaragozano y que se ha desarrollado sin interrupciones hasta fechas actuales, salvo en 1898, en 1918, durante la guerra civil y en 2020, a causa de la pandemia de covid.

También ha sido fundamental en el desarrollo de la jota su enseñanza, con una primera referencia en la Academia de Jota de Balbino Orensanz, creada en 1903. Aunque desapareció, en 1940 llegó la Escuela Municipal de Jota del Ayuntamiento de Zaragoza. “La escuela supuso un empujón al género en ciernes, ya que su creación supone la sedimentación y fijación de los conocimientos relativos a la disciplina, tanto en el baile, el canto y en la orquestación de púa”, considera en su obra Gabarrús.

El músico también destaca las “Fiestas de la jota y Exaltación del Folklore Aragonés”, que se celebraron desde 1941 hasta 1951 y en la que participaron figuras como María de Ávila, Isabel Zapata, Pascuala Perié o Cecilio Navarro. Para el experto, con estas fiestas “se ve una intencionalidad clara, dirigida a educar al pueblo en el folklore auténtico según las normas de la elite formada y con el apoyo de la iniciativa pública”.

Un grupo de joteros baila en las fiestas del Pilar del año 2021. FOTO: Ayuntamiento de Zaragoza jota aragonesa en el mundo
Un grupo de joteros baila en las fiestas del Pilar del año 2021. FOTO: Ayuntamiento de Zaragoza

En este contexto, continúa, el franquismo, en su intento de construir un país basado en unos valores concretos, utilizará el folclore como elemento legitimador y, desde organismos como la Sección Femenina, reivindicará esa ‘tradición’ desde una concepción redencionista. Fruto de esta sección es la creación del Concurso de Coros y Danzas Nacional. “La Sección Femenina además de contribuir a la unificación ideológica, contribuyó de manera precisa a dar una imagen más amable del régimen franquista, realizando giras por Alemania (visita a los soldados de la División Azul) y más tarde por latinonamérica, Europa y Estados Unidos”, añade.

Los grandes nombres

Volviendo a sus orígenes como género, Gabarrús destaca algunos de los grandes nombres que ha dado la jota aragonesa a lo largo de su recorrido. Pedro Nadal y Auré, conocido como el Royo del Rabal, y Mariano Malandía (el Tuerto de las Tenerías), son dos figuras nacidas a mediados del siglo XIX que empiezan a andar un camino en el que también aparecen, más tarde, otros como José Oto, Cecilio Navarro, Miguel Asso, Pascuala Perié, Jesús Gracia de Lécera y José Iranzo, conocido como el Pastor de Andorra, que llegó incluso a cantar al entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy.

En lo que se refiere al baile, destaca figuras como los hermanos Miguel y Dolores Berge Borg, Consuelo Navarro, Joaquín Gazulla y Angelina Zapata. También, a Joaquín y Vicenta Gracia, Isabel Zapata, Andrés Cester, Teresa Salvo, Francisco Espada, Pascuala Sancho, Petra y José Miguel Pinardell, Alfonso Zapater El molinero, Pascuala Sancho La cestera, Enrique Ortiz López Tío Pissines o Carlos Vidal Berges.

Tiempos de cambio

Con la llegada de la Transición, Gabarrús observa cómo la jota “sufre una desafección generalizada”, pues la asociación al régimen franquista, “que fue real y objetiva”, no permitieron, a su juicio, “que generaciones enteras vieran en ella una forma de expresión, sino más bien todo lo contrario, con lo que se produjo un rechazo brutal y una sustitución inmediata por las formas nuevas y sobre todo foráneas como el rock, el jazz e incluso el flamenco”.

También considera que este rechazo “posibilitó la aparición de otras músicas, danzas, cantos e instrumentos de la tradición popular que hasta ese momento habían permanecido aletargados y hasta recluidos porque la ideología predominante no había facilitado los canales para su expresión”.

Grupos de folk y canción protesta como Chicotén o La Bullonera surgen en este contexto, en el que también aparece un movimiento de investigación “que saca del olvido las músicas, los instrumentos y los géneros de baile de la tradición popular aragonesa distintos a la jota”.

Liszt, Debussy, Rabel… un género que traspasa fronteras físicas y musicales

La jota no solo se ha circunscrito a su propio territorio, sino que han sido varias las ocasiones en las que ha traspasado fronteras y artistas de la talla de Franz Liszt, Claude Debussy o Maurice Rabel la han abordado en sus trabajos. También grandes compositores españoles como Pablo Sarasate, Tomás Bretón, Isaac Albéniz, Manuel de Falla o Enrique Granados han abordado la jota en sus obras.

Ahora, la jota sigue su camino en el mundo con la aspiración de convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Unesco. En declaraciones a Go Aragón, Gabarrús considera que este hecho, aunque tendría aspectos positivos derivados de ese reconocimiento mundial, debería también servir para que la jota aragonesa sirviera como medio de expresión para las gentes del siglo XXI.

“La importancia del Patrimonio Inmaterial es que supone un reconocimiento mundial, pero si eso no se traslada a que las personas que viven en esta zona del planeta utilicen la jota para expresarse, no servirá de mucho; será un primer paso, pero luego hay que aprovecharlo, reflexiona.

En ese abordar de la jota más allá de la tradición fija, destaca el trabajo de artistas como Alberto Artigas, Miguel Ángel Berna, Alberto Gambino, Sergio Asso, Beatriz Bernad o Nacho del Río.

“Hay gente que se atreve a hacer mestizaje, a hacer cambios, y creo que, si la jota quiere sobrevivir como expresión cultural de un territorio o de varios, tiene que atreverse a innovar”, concluye.

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