Estamos en la Escuela de Artes, ¿qué recuerdos te vienen a la cabeza?
Pues, prácticamente, los mejores de mi vida. Hice un ciclo superior de Ilustración y el bachillerato artístico y fue increíble. Estás estudiando en el instituto, te dicen de venir a la Escuela de Artes porque se te da bien dibujar y te gusta el mundo artístico y aquí conoces a un montón de gente que le gusta lo mismo, te juntas con gente maravillosa. Probablemente sean los años mejores de mi vida; estudiantil, seguro.
¿Te dio pena cuando cerraron el antiguo edificio?
Da pena cuando te enteras de que lo cierran y, por más que dijeran que iban a tener un sitio de la leche, con todo nuevo, esto era muy mítico y tenía una magia especial.
¿Cómo te acercaste al mundo del cómic?
Yo siempre digo que conocí los cómics gracias a mi abuela por parte de mi padre, porque tenía montañas de cómics, me cubría de tebeos de toda la vida. Iba a su casa los domingos a comer y ahí es cuando descubrí, sin saber casi ni leer, el mundo del tebeo. Creo que ahí empecé ya a decir yo quiero contar historias a través de monigotes y ya empecé a dibujar. En el colegio también lo hacía, estaba dando clase el profesor y yo lo hacía en tira cómica. Y hasta ahora, no lo he dejado nunca.
Lo tenías claro desde el principio, entonces…
Yo sabía que quería dibujar, me gustaba y se me daba bien, dentro de lo que cabe, contar historias a través de los dibujos. Descubrí la revista El Jueves siendo muy joven y ahí es cuando el cerebro me dijo aquí hay gente se dedica a lo que realmente te gusta, contar el tema actual a través del humor gráfico. Era chaval porque me acuerdo de que escondía la revista, mis padres no sabían que pillaba El Jueves. Fue como un flash en la cabeza de decir haz lo que quieras, pero intenta acabar en esta revista. Los profesores de la Escuela de Artes pedían cualquier cosa, porque nos hacían experimentar con colonia, con efectos de acuarela… y yo siempre hacía lo mismo. Quería hacer cómic y quería hacer El Jueves. Hoy en día me encuentro con estos profesores y se descojonan, dicen me cago en la leche, mira que lo tenías claro’.
De hecho, el proyecto final del ciclo de Ilustración fue un cómic, mi primera publicación. Lo llevé incluso a la imprenta y sacaron ejemplares. Lo llevé a salones de cómics nacionales para venderlo. A cien pesetas creo que costaba por aquel entonces. Y ahí es cuando me metí de lleno en el mundo del cómic.
¿Y cuál fue ese primer cómic que publicaste?
Fueron unas caries, se llamaban Gliceryl y Gum, porque lo saqué de los componentes del dentífrico. Es un rollo Asterix, de una aldea que está en la boca de un personaje. Cada caries tenía una característica principal y todo fue porque en esa época visitaba mucho el dentista. Siempre que iba, me decía tiene caries. Y mientras estaba con el sufrimiento del brrrrrr -el ruido del torno- yo me imaginaba ese mundo y así me escapaba un poco la angustia que daba el rotalín ese del demonio. Así empezó todo, con un cómic de caries. Ahora lo veo y me da vergüenza absoluta. Aún hay gente que viene a los salones de cómic para que les firme el Gliceryne y Gum porque los tiene guardadicos, plastificados y todo. Y me hace ilusión, pero a la vez siento un poco de vergüenza ajena.
Y como lector, ¿qué cómics te gustaban?
A mí me gustaba el tebeo patrio, que digo yo. Me comía el Super López, era mi pasión. Súper López, Francisco Ibáñez… suena a tópico, pero son los tebeos que yo he tenido y que me han envuelto el día a día. Y el humor, El Jueves, me absorbió a mí de pequeño y es lo que me ha marcado hasta ahora.
Llegaste a ‘El Jueves’ en 2005, ¿cómo fue ese camino?
Yo ya conocía a los dibujantes porque iba a los salones de cómic, les enseñaba mis trabajos y me decían pues haz acuarela, que es lo que se lleva ahora o pon la letra a mano… y yo hacía lo que ellos me decían. Incluso iba una vez al año, tienen la redacción en Barcelona, les llamaba para enseñarles mis trabajos. Quedaba con Albert Monteys, que era uno de los directores. Ahora veo eso que enseñaba y me quedaba mucho por evolucionar.
A base de enseñar, llegó un verano que estaba en la playa. Me pillé El Jueves y vi que habían sacado una sección en la que la gente podía mandar sus dibujos, el No Noticiero. Vi que gente que no era habitual en la revista mandaba un chistecillo de un tema actual. Y dije ¿por qué no? Voy a probar. Me acuerdo de que fue que volvía la liga de fútbol. Lo tengo enmarcado ese ejemplar. No me dijeron nada, pero a la semana siguiente fui a pillar El Jueves y salía el chiste publicado. Me hizo una ilusión que no veas, acabé con todos los ejemplares que había en ese quiosco. Y volví a mandar y me volvieron a publicar.
Ya se estaba haciendo constante y recibí una llamada. Me dijeron que me iban a dar un tema y que probara con media página. Luego sacaron una sección donde creé a Jano in corpore sano. Cuenta la leyenda que a los dibujantes de cómics no les gusta el deporte y a mí me encanta. Entonces dijeron Bernal, haz un personaje deportivo para unas tiras cómicas. Gustó mucho. Me pasaron a página completa y ya han pasado 17 años. Y ahí sigo.
También abordas mucho la actualidad zaragocista con tu trabajo…
Sí, yo es que soy muy forofo. Aparte de aficionado del Real Zaragoza, soy abonado y sufridor nato. Empecé haciendo viñetas en el Heraldo de Aragón por lo mismo, porque buscaban un dibujante que le gustara el fútbol y el Real Zaragoza para hacer viñetas y no encontraban. Al final, me llegó a mí y ahí empecé. Era una viñeta a la semana, para el partido. Luego llegó el diario Equipo; su director, Javier Lafuente, vino y me propuso hacer una viñeta diaria. Y claro, pasar de una viñeta suelta a hacerla todos los días era la gozada de cualquier humorista gráfico. Yo disfruté esa etapa increíblemente. Me sigue gustando hacer algo del Real Zaragoza porque es una manera de expresar el sentimiento que llevo.
El Real Zaragoza, ¿da juego?
Da juego. Estuve haciendo guiones para Aragón Televisión, para el programa Fondo Norte, y fue el año -en la temporada 2020-2011- en el que casi descendemos, que nos salvamos a última hora en un partidazo en el Bernabéu con goles de Lafita. La mierda, al final cansa, todo es pena, todo es desgracia, y los guionistas hacíamos sketchs sobre que estábamos a punto de suicidarnos porque era todo una pena. El fútbol, lo bueno que tiene, que es una cosa maravillosa, es que, para el humor gráfico, si la cosa va mal, es más jugosa. De las penas sacas el gag, es como más agradecido el humor cuando buscas pasar de estar triste a estar feliz. Pero, si todo es maravilloso, cuesta más sacar chistes. Con lo cual, el Real Zaragoza nos da bastante juego. Lo que pasa es que también me gustaría contar cosas buenas.
Volviendo al cómic, en Zaragoza ha habido una buena cantera. Calvo, Calpurnio… ¿cómo ves el panorama?
Aquí, desde que estudiaba en la Escuela de Artes, he conocido a un montón de gente con la misma afición que yo y que todavía siguen publicando. No sé si es por el agua del Ebro o por lo que sea, pero siempre ha habido mucho mercado del cómic. De hecho, hay un par de editoriales y un montón de dibujantes.
También tiene fama su salón del cómic…
Igual me puede la pasión y que llevo yendo desde la edición número uno, pero probablemente es el mejor salón del cómic de España. Lo digo abiertamente. Tiene cosas que realmente a mí me interesan como lector y como dibujante. Cuidan mucho a los autores y se respira cómic por todos los lados, le dan la importancia que tiene que tener. Es súper acogedor. En Zaragoza he llegado a ver lectores que han venido solteros, a la siguiente edición han venido con parejas y, luego, con críos. Y eso me parece maravilloso.
Hablando de salones del cómic, estuviste en el de Moscú, ¿cómo llegaste allí?
Eso fue tela. Estaba en El Jueves y recibí un email de Anna Voronkova. Decía que querían invitarme al festival del cómic de Moscú, esto, en un castellano regulinchi. En el mensaje ponían las condiciones: viaje, estancia y sueldo. Y cuando vi sueldo, pensé algún mamón de estos me está tomando el pelo. Y no contesté. Pasó el tiempo y me llamaron los de El Jueves para contarme que les estaba llamando una tal Anna Voronkova, que decía que no había forma de comunicarse contigo. Y ya me puse en contacto con ella. Por aquel entonces yo hacía muchas viñetas de la migración y en Rusia querían abrirse un poco, ante ese miedo que tienen a lo extranjero, y, a través del cómic, invitando a autores de Europa, hacer una publicación conjunta.
No hace mucho salió ‘Juan sin Móvil II’, ¿estás satisfecho con este trabajo?
Juan sin Móvil es un regalo de la vida. Me presentó el texto la editorial para ver si quería ilustrarlo y ya, leyéndolo, vi que tenía algo especial. La editorial es Fun Readers y está formada por profesores. Encontraron al escritor, que es José Vicente Sarmiento, que aparte es profesor de Nuevas Tecnologías. Y el editor, Jesús López, conocía mi trabajo y consideró que estaría muy guay que ilustrara Juan sin Móvil. Una vez que lo leí, vi que era maravilloso; de qué manera cuenta que las nuevas tecnologías son muy importantes, que nos facilitan la vida, en ningún caso dice que los niños no pueden estar con el móvil, pero sí que tienen que saber que tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.
Lleva siete ediciones, camino de la octava. Son 3.000 ejemplares por edición; 24.000 ejemplares para la literatura juvenil es una maravilla. Está recomendado como lectura en los colegios y hemos sacado el dos, que también toca los videojuegos. Me parece una maravilla porque yo, con mi hija mayor, he coincidido en toda la evolución. Cuando sacamos el uno, mi hija estaba con el móvil y las tablets que no veas y, cuando sacamos el dos, está con los videojuegos a tope. Estoy muy contento porque aporta a los chavales.
‘Juan sin Móvil’ llegó nada menos que a Corea del Sur…
Nos han cogido los derechos de venta y está traducido al coreano, cosa curiosa porque yo no he tenido que hacer nada. Lo han puesto todo en coreano, todo, el título, algunas ilustraciones que se ven con texto… y lo han hecho ellos. Increíble, nos llevan siglos de adelanto. Y está muy guay que, en Corea del Sur, la cuna de la tecnología, les haya gustado tanto el libro y que chicos y chicas coreanas estén leyéndolo.
Por cierto, ¿lanzarás algo nuevo pronto?
En breves sacaré un comic con GP Ediciones, el Superco, con guion de Diego Peña, genio y amigo mío, y con Guillermo Montañés, que me echa una mano con los colores y el dibujo. Lo sacaremos para septiembre. Es el superhéroe que necesita esta ciudad. Se van a ver sitios emblemáticos de Zaragoza, va a tener coñas, guiños, personajes célebres aragoneses… muy divertido.
También tienes pensado presentar ‘Al borde de la cordura’, un proyecto sobre Goya, ¿no?
En breves sacamos cómic de Goya. Va a ser gratuito y tenemos a Jorge Asín, que es el guionista. Ha hecho una historia de su vida con un final precioso y muy bien resumida, para que cuando lo leas digas prácticamente me sé la vida de Goya. Nos lo ha encargado el Ayuntamiento de Zaragoza y yo creo que para septiembre saldrá. Y el economista y culo inquieto de Juan Royo va a meter textos sobre la importancia que tiene Goya en el mundo del cómic.
De hecho, ¿qué supone para un dibujante de aquí abordar la vida del pintor más universal de Aragón?
Yo me he obsesionado. Primero, porque sé que es para todas las edades y sé la importancia que tiene que el estilo atraiga tanto a chavales como a adultos. Y como cuenta la vida de Goya y hay escenas que son luego los cuadros que ha pintado, a mí se me ha ido la pinza y he hecho las escenas como si yo fuera Goya, dibujadas por mí. Y he estado muy obsesionado con que esa armonía de la vida de Goya quedara bien plasmada. Estaba en mi estudio como Goya, me ponía las velas y todo; bueno, me las ponía porque ahora la luz está imposible. Esto es otro regalico.