La Prensa pasó de ser una tienda de vinos a granel a un restaurante referente de la alta cocina zaragozana, con una Estrella Michelin y un Sol Repsol, gracias al trabajo constante, la profesionalidad y el amor por el trabajo bien hecho de la chef Marisa Barberán y el sumiller David Pérez
Trabajo, perseverancia, profesionalidad, honestidad y una constante inquietud creativa son algunas de las claves que explican la brillante trayectoria de La Prensa, un establecimiento que comenzó siendo una tienda de vinos a granel y que hoy representa uno de los clásicos imprescindibles de la alta cocina aragonesa. Detrás de esa peculiar historia, está el amor por el trabajo bien hecho y la constante búsqueda de la excelencia del matrimonio formado por la chef Marisa Barberán y el sumiller David Pérez.
La Prensa nació en 1970 de la mano del padre de David, como un negocio que se dedicaba a la venta de vinos a granel. Poco tiempo después, se instaló una barra para degustar los vinos que tenían a la venta y un pequeño comedor donde se servía comida casera. Cuando Marisa se casó con David, se incorporó al equipo y comenzó a potenciar más la cocina, descubriendo su verdadera pasión.
La chef empezó a innovar e introducir platos más creativos hasta que, en el año 2000 dieron un giro al establecimiento, para que el protagonismo recayera en el restaurante. Para entonces, tanto la cocina de Marisa, como la bodega de La Prensa, dirigida por alguien como David que, además de llevar el mundo de los vinos en la genética, fue sumiller de la brillante primera promoción aragonesa, ya destacaban en el panorama gastronómico zaragozano.

Doce años después de que iniciaran esta nueva etapa, la prestigiosa Guía Michelin les concedió una estrella y en 2013, les llegó el Sol Repsol, reconocimientos que revalidan año tras año. La llegada de estas distinciones no cambió ni el estilo de cocina de Marisa ni la filosofía de La Prensa, que sigue siendo «que el cliente disfrute al máximo, que tenga una experiencia hedonista completa, tanto con la comida, como con la bebida», afirma David.
Su oferta gastronómica parte siempre de la mejor materia prima, porque «sin buen producto no hay buena cocina», dice tajante el sumiller. El máximo respeto a esos productos cuidadosamente seleccionados se traduce en una cocina que no enmascara, muy actual, aunque con base en la tradición española y aragonesa, creativa, con algunos toques divertidos y presentaciones muy estéticas y delicadas.
Esta oferta gastronómica se estructura en dos menús degustación —uno más corto y otro más largo—, para los que ofrecen la opción de maridajes «con vinos o con champanes, porque el mundo de las bebidas no se limita a los vinos, es mucho más amplio», explica un sumiller muy versado también en coctelería, destilados, etc. «Nuestros menús van cambiando con la temporada, aunque hay platos que no podemos quitar porque los clientes siguen demandándolos», cuenta David.
Este templo de la gastronomía zaragozana, además, tiene el mérito de haber permanecido desde sus lejanos y diferentes inicios, en el local original, en una calle muy alejada del centro de Zaragoza, reivindicando la alta cocina de barrio. En su comedor, cuya decoración sigue una estética similar a la de los platos de Marisa, donde prima la sencillez, el minimalismo y la elegancia, la experiencia hedonista se completa con un servicio de sala atento y esmerado, a la altura de uno de los grandes.
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