¿Por qué hablar sobre el sentido de la vida? Esta es la pregunta sobre la que pone el acento el brasileño Hercules Morais en un doctorado en Psicología y Medicina muy particular. Con él, recorre miles de kilómetros: los que separan la Universidad de Zaragoza y la ‘Escola Paulista de Medicina’ de la Universidad Federal de São Paulo, gracias a una cotutela entre ambas instituciones.
A esta forma de afrontar la tesis a un lado y al otro del océano se une otra particularidad: Morais se sirve del arte, del Mindfulness (atención plena) y de la filosofía estoica para tratar de indagar sobre el sentido de la vida. Una mezcla que no es casualidad: este actor nacido en São Paulo cuenta con formación tanto en artes escénicas como en filosofía. De esta forma, conocedor de los buenos resultados del arte en la salud mental se propone ahora medirlos y trasladarlos a la medicina y la psicología, con el objetivo de dar una alternativa a las opciones centradas en medicamentos.
Y, siempre, trabajando en esa búsqueda de significado porque “cuando las personas tienen un trastorno mental tienen dificultades para percibir el sentido de la vida. Las personas van viviendo sus vidas, pero no hay un sentido, porque no están presentes. Están todo el tiempo viviendo una expectativa”.
En una entrevista con Go Aragón, este investigador brasileño afincado en Zaragoza desde octubre de 2022 explica cómo está siendo su experiencia con esta cotutela universitaria y cómo la triada de arte-Mindfulness-filosofía puede contribuir al bienestar de las personas.
Partiendo de estos tres elementos, ¿en qué va a consistir su estudio?
El estudio tiene como objetivo la creación de un protocolo de intervención basado en Mindfulness, con el fin de ayudar a los participantes en la búsqueda del sentido de la vida. Este protocolo puede ser replicado en línea y utiliza conceptos de filosofía antigua practicados por la Escuela Estoica, asociados a prácticas y experiencias artísticas dentro de los lenguajes de danza, teatro, literatura, música y artes visuales.
Se trata de un protocolo de ocho semanas con personas tanto de Brasil como de España, que incluye también encuentros con un instructor para trabajar conceptos de Mindfulness, del arte y del estoicismo.
Es un protocolo inédito en el mundo, no hay nada similar a esto, y estamos muy contentos de llevarlo a cabo.
¿Por qué es tan importante el sentido de la vida?
Los estudios demuestran que aumentar la percepción del propósito de la vida se relaciona positivamente con indicadores de adaptación, con el bienestar psicológico, autoestima y satisfacción con la vida; es un punto fundamental para que las personas puedan percibir su vida con autonomía.
Al contrario, cuando los niveles del sentido de la vida están reducidos hay muchos indicadores negativos: niveles de nerviosísimo, estrés, ansiedad, depresión e ideación suicida.
Su trabajo se centra mucho precisamente en este último punto: la ideación suicida. ¿Por qué?
Sí, este punto, la ideación suicida, es la primera página de mi proyecto. Si observamos cómo está la ideación suicida en este momento, según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud fueron 883.000 las personas que se quitaron la vida en 2018, un número que supera las muertes en guerras, homicidios y desastres naturales juntos en ese periodo.
Las personas no están satisfechas con sus vidas. Estamos pasando por una epidemia de falta de sentido.
¿Y cómo se refleja esto en la sociedad?
Para tener un panorama general, pensemos cómo están las personas más mayores y las más jóvenes en estos momentos.
En la generación de los ‘Baby boomers’, los nacidos en el periodo de la posguerra, el aislamiento y la soledad son elementos comunes en la vejez, especialmente, cuando la gente se jubila y pierde amigos y parientes. Esto puede conducir a depresión y un sentimiento de falta de propósito en la vida. Es una etapa de la vida de niveles altísimos de suicidios porque las personas están identificadas con sus trabajos, creen que son sus funciones y no se autoconocen.
Por otro lado, está la ‘Generación Z’, nacidos después del 95 y nativos digitales. Según los estudios, esta es la generación que tiene menos mecanismos de afrontamiento de frustraciones, menos resiliencia y más susceptibilidad a los efectos de la ansiedad, depresión, autolesiones e ideación suicida.
Este programa va a combatir precisamente la ansiedad y la depresión, que padecen el 60 % de las personas que tienen trastornos mentales en todo el mundo. Por eso es también interesante la cotutela entre países, ya que vemos que por la globalización los seres humanos están pasando por procesos muy similares.
En todos los lugares las personas están sedientas por acceder a otras maneras de autoconocerse y a otros tratamientos que no sean medicamentosos, sino por otra vía.
Y todo se enmarca en la neuroestética, un concepto poco conocido. ¿Qué es?
La experiencia estética involucra varias áreas del cerebro, incluyendo la corteza prefrontal que tiene muchas funciones, como la toma de decisiones, la planificación, el control emocional y el pensamiento creativo.
Durante la creación de una obra, desde el punto de vista del artista, la corteza prefrontal es el lugar donde se generan nuevas ideas. En el momento de la creación, hay una intensa actividad cerebral que implica composición, selección y evaluación del material, y a través de un filtro personal, el artista va realizando sus elecciones. Es decir, está creando un universo, una realidad.
Y durante la apreciación de una obra de arte, desde el punto de vista del público, la corteza prefrontal también está activada, porque las personas se convierten en parte de la obra, juzgando el valor estético y emocional del trabajo. Entonces, al ver una obra de teatro, visitar una exposición, leer un texto literario, o lo que sea, la corteza prefrontal es la que te ayuda a procesar estos estímulos y formar una respuesta emocional, un juicio de gusto.
Todo esto culmina en una expansión del repertorio existencial, ya que implica un proceso complejo de aprendizaje, percepción y construcción de significados en relación a la realidad, lo cual aumenta la plasticidad cerebral, que es el camino hacia una mejor calidad de vida, una mejor salud mental y la prevención de demencias en la tercera edad.
Y pasando ahora a su experiencia personal, ¿cómo afronta llevar a cabo esta cotutela entre Zaragoza y São Paolo?
Es una experiencia extraordinaria, Zaragoza es una ciudad increíble y estar en São Paolo, también. Hay contrastes de culturas, de pueblos… Pero lo más interesante para mí es que las dos culturas son complementarias y veo que el sentido de la vida es importante para todos.
Aunque en mi caso todo se duplica, como las clases y los congresos, la tesis es solo una. Como tutores, en Zaragoza tengo a Javier García Campayo, un psiquiatra increíble del que ya conocía sus libros desde Brasil, y a Yolanda López del Hoyo, que es una persona muy especial y competente. Y en Brasil a Marcelo Demarzo, que es muy interesante porque me gusta trabajar con otras áreas y con otras personas que no están tan relacionadas con las artes.
¿Cómo es la vida entre dos países?
¡Es una locura! Hay una diferencia horaria de cinco horas, por lo que a veces tengo clases en Brasil de madrugada y tengo que participar en un congreso aquí desde por la mañana.
Pero la experiencia de cotutela es una experiencia genial, creo que todos deberíamos participar en algo como esto. Ves que no es tan distinto un lugar de otro.
Cuando empecé a escribir este proyecto me planteé que quería hacer experiencias completamente diferentes de las que había hecho en mi vida. Quiero vivir algo desconocido completamente: quiero decir cosas que nunca dije, quiero conocer personas que nunca conocí, quiero estar en un sitio que nunca estuve y leer cosas que nunca he leído. Porque la vida es solo una vida y solo se vive una vida. Es natural para un actor vivir muchas vidas.