Pongamos que un cabello humano puede tener un espesor de aproximadamente 80.000 nanómetros, o lo que es lo mismo, 0,008 centímetros. Un tamaño, se podría decir, reducido. Pues bien, para que una nanopartícula se considere tal, su diámetro ha de estar por debajo de los 100 nanómetros; en centímetros, 0,00001. Estos diminutos materiales son la apuesta de la empresa fragatina Agrostock, una tecnología que, bien aplicada, puede reducir considerablemente el consumo de materiales, el trabajo realizado y la huella ecológica en la agricultura, además de otras implicaciones todavía por concretar en esta incipiente vía abierta para optimizar el mundo del campo.
Lo explica Jorge Casas, CEO, de Agrostock: “Cuando un elemento lo bajas a tamaño nanométrico, puede cambiar lo que ha hecho toda la vida su análogo molecular”. Como ejemplo, pone el caso del calcio, un elemento usado habitualmente en la nutrición vegetal, pero que resulta difícil que circule dentro de una planta. Sin embargo, en formato de nanopartícula sí que puede, como ha constatado recientemente un trabajo científico elaborado en India. “Tienen una proyección y un futuro espectaculares”, destaca sobre esta nueva tecnología.
La apuesta de esta empresa de casi 80 años de historia surge de su vocación innovadora. Los hermanos Casas emprendieron esta aventura en 1945 como un negocio de compraventa de fruta. Poco después, en 1956, el interés del abuelo del actual CEO por investigar las plagas llevó a que contactara con Bayer para convertirse en distribuidores de la marca alemana, relación que continúa en la actualidad.
Sin embargo, el verdadero salto vino a partir de 1988, cuando se constituyó como sociedad anónima y cambió su nombre al actual Agrostock. A partir de entonces, además de la compraventa de fruta y la asesoría agrónoma, la empresa comenzó a producir fertilizantes líquidos, productos que contienen nitrógeno, fósforo, potasio –“lo mínimo que necesita una planta”, explica-, además de otros componentes como vitaminas o bioestimulantes.
Cinco patentes mundiales
Es en ese ámbito donde Agrostock comenzó a crecer desde entonces. De hecho, la empresa ya suma cinco patentes de invención y uso a nivel mundial. Sobre este espíritu investigador, Casas vuelve al ejemplo del calcio: “Toda la biografía histórica de la ingeniería agrónoma decía que el calcio solo se podía movilizar por la hoja, porque es una molécula muy grande y las raíces no la absorbían. Con la patente que hicimos nosotros, pudimos demostrar que el calcio se puede asimilar por la vía radicular. Eso se hizo en Fraga, somos así, no sé si de valientes o inconscientes”, bromea.
Las nuevas instalaciones, en el polígono de Fraga Este, llegaron en 2005 y, ahora, su catálogo lo componen más de 90 referencias divididas en seis gamas de productos como bioestimulantes, adyuvantes, bioprotectores, mejorantes del suelo o quelatos. Entre ellos, los etiquetados bajo el membrete de Nanocrop, es decir, los que usan las nanopartículas para desarrollar sus funciones.
De hecho, y volviendo a las nanopartículas, su última patente, Casas relata que el interés surgió después de ver que esta tecnología empezaba a llegar a distintos ámbitos, pero no a la agricultura. “Dijmos: nosotros lo hemos de conseguir, y así fue”. La investigación, de la mano del departamento de Química Analítica de la Universidad de Valencia, también logró la concesión de un proyecto europeo para su desarrollo. La idea prosperó y desde hace unos pocos años ya se patentó el resultado.
Hacer lo mismo con mucho menos producto
En este caso, Agrostock trabaja especialmente los óxidos metálicos en las nanopartículas. Para explicar sus beneficios, pone el ejemplo de su producto Nanocrop de aminoácidos con cobre. Fue en un campo de Gernika donde aplicaron este producto para estimular la fotosíntesis en una parcela donde las vides no terminaban de arrancar. Para ello, su formulación utilizó un total de 5 gramos de cobre, mientras que la aplicación habitual usa para la misma superficie, una hectárea, 2 kilos del metal.
Además, el efecto que produjo la aplicación de las nanopartículas fue más allá de la estimulación de la fotosíntesis, pues tampoco atacó el mildiu a ese campo, en un momento en el que asolaba una plaga del hongo a la zona. No obstante, y a pesar de este inesperado resultado, Casas destaca que su producto “no es un fungicida”.
Lo que sí reduce de una manera evidente es el impacto ambiental, pues, indica, 4 kilos de cobre en el campo pueden tener el mismo efecto que 12 gramos en formato nano. “Tirando 500 veces menos, hacemos lo mismo”, añade, refiriéndose al aspecto nutricional.
De momento, el producto está obteniendo “mucha aceptación” en el mercado, afirma. “Es muy novedoso y se diferencia mucho de todo lo que hay”, cuenta Casas sobre esta propuesta que cumple con requisitos como resultar más eficiente con menos fases de aplicación y el tener que echar una cantidad mucho más baja de metales pesados al campo para lograr los mismos objetivos.
Una apuesta por el producto que cuide el entorno que también tiene reflejo en el catálogo de la compañía, pues cerca de la mitad de sus referencias son completamente aptas para la agricultura ecológica.
La NASA del campo
Esta aceptación de los productos de Agrostock, no solo de las nanopartículas, se refleja en que han llegado a más de treinta países de todo el mundo, con especial presencia en Latinoamérica. Algo que, explica, también se complementa bien con la imagen nacional en el ámbito del campo. “Fuera de España, somos la NASA en agricultura”, recalca.
Más allá de estas ventas fuera de las fronteras, en sus instalaciones de Fraga la firma abunda en su apuesta por la investigación; de hecho, cuenta con su propio laboratorio y campos para experimentar, a la vez que se está construyendo un invernadero para realizar ensayos. “El 100% de lo que genera la empresa va para I+D”, concluye Casas.