En los Monegros, entre los campos de Lanaja, Sariñena y otras localidades de la comarca, se alza una de las joyas más importantes del barroco aragonés. Se trata de la Cartuja de Nuestra Señora de Las Fuentes, que ocupa un recinto de nada menos que 60.000 metros cuadrados y cuya riqueza patrimonial llevó a que el Gobierno de Aragón la declarara Bien de Interés Cultural en el año 2002. Las pinturas de Manuel Bayeu, las esculturas de Carlos Salas y el conjunto arquitectónico de estilo barroco tardío, con influencia de Ventura Rodríguez, son sus principales credenciales.
“Es uno de los conjuntos barrocos más importantes de Aragón, tanto por la traza arquitectónica como por la intervención de Salas, el escultor, como por la gran masa pictórica de Manuel Bayeu”, afirma José Manuel Pesqué, el coordinador de la restauración de una cartuja que se empezó a construir en 1717 y que, gracias al patrocinio de los hermanos Comenge, que impulsaron las obras, estuvo terminada 60 años después, en 1777.
El resultado es un formidable conjunto que acumula más de 2.000 metros cuadrados de pinturas murales de fray Manuel Bayeu, hermano de Francisco Bayeu, quien a su vez fue pintor de cámara del rey y cuñado de Francisco de Goya. Debido a su extensión, se le considera uno de los tres conjuntos pictóricos más importantes de la Comunidad, con la basílica del Pilar y la cartuja de Aula Dei, en Peñaflor.
En el monasterio monegrino, fray Manuel Bayeu representó episodios de la vida de la virgen en la bóveda, mientras que dedicó las pinturas de los muros perimetrales a la pasión de Cristo. Su trabajo en la cartuja también incluye un ciclo de pintura al óleo sobre lienzo sobre la vida de San Bruno y la decoración del claustro de las capillas, donde también se autorretrató.
Uno de los conjuntos pictóricos más importantes de Aragón
La belleza de las pinturas murales, cargadas de movimiento y expresividad propios del barroco, suponen, pues, uno de los principales atractivos de la cartuja, que sorprende nada más entrar al visitante con su bóveda.
Sobre el autor, Pesqué cuenta que ingresó en la orden el 6 de diciembre de 1760 como aspirante a donado, “el menor de los grados de la carrera eclesiástica”. De su llegada, apunta que muchos de los aspirantes ya llegaban con oficio, como era el caso de Bayeu, pues a la comunidad “le interesaba no solo la vocación, sino que también fueran útiles”.
“Fue un cartujo un poco anarquista porque llegar hasta el grado de hermano habitualmente ocupaba un periodo de año y medio desde que se entraba como aspirante a donado; él tardó 12 años”, detalla. Pero, ¿qué hizo mientras tanto? “Pintar esta cartuja, pintar la de Valldemosa (en Mallorca), la de San Pedro Arbués, la catedral de Jaca, mucha pintura de caballete…”, relata el experto.
El tabernáculo donado
Unida a la riqueza pictórica del conjunto está la escultórica, que encontraba en el tabernáculo uno de sus principales exponentes. Esta pieza de estilo barroco clasicista, obra de Carlos Salas y con Pedro Gutiérrez de dorador, ya no se encuentra en la cartuja, pues fue donada en la segunda mitad del siglo XIX a la basílica del Pilar por Bernabé Romeo y Belloc, entonces propietario del espacio, a cambio de que se celebrara una misa por su alma todos los años.
Precisamente, este hecho pone de manifiesto las penurias que ha sufrido a lo largo de su recorrido la cartuja. Así, durante la guerra de la Independencia tuvo que ser abandonada y, hasta su desamortización, en 1835, estuvo deshabitada dos veces y fue objeto de pillajes y expolios que ya padeció durante la invasión francesa.
Abandono y expolio
Pasado un tiempo, la mayor parte de las propiedades las adquirió Francisco Romeo Martínez de Bengoa y fue en 1876 cuando compró la cartuja Romeo y Belloc. Este quiso hacer del monasterio un balneario, una idea que fracasó, de manera que la cartuja pasó a manos de Mariano Bastarás, que la dedicaría a usos agropecuarios.
También sufrió durante la guerra civil, pues tanto las milicias republicanas como el ejército nacional utilizaron el monasterio, lo que resultó en grandes desperfectos. Muestra de este paso resultan las distintas inscripciones de un bando y otro, que se pueden observar en varias estancias del conjunto.
Décadas después, en 2002, el Gobierno de Aragón declaró el conjunto Bien de Interés Cultural, mientras que la Diputación de Huesca adquirió el monasterio pasados 13 años, en 2015. Desde entonces, la cartuja es objeto de una restauración que han pasado por la reposición o recambio y restauración de las cubiertas y los trabajos en el edificio de porterías, convertido en centro de visitantes y que ahora solo requiere que se le disponga de mobiliario.
Restauración en curso
“La restauración de la iglesia se inició con el atrio, en primer lugar, y en segundo lugar, con la restauración de las pinturas de la nave. Ahora, la tribuna está a punto de terminarse y haremos la restauración de siete escenas del crucero y cabecera”, detalla Pesqué.
Estos trabajos también incluyen obras en el claustrillo, cuyo importe asciende a 550.000 euros, mientras que se encuentran en estudio los de la cubierta del edificio de obediencias, con un gasto estimado de 400.000 euros.
Ahora, la cartuja ya es visitable los sábados, domingos y festivos de 11.00 a 14.00 horas, aunque existe la posibilidad de solicitar una visita fuera de estos horarios. Además, este monasterio se encuadra en el circuito que contempla las otras dos cartujas aragonesas, las de Aula Dei y Peñaflor.
“Para una visita guiada estandarizada de hora y media o dos horas, tenemos un recorrido perfectamente válido. Iremos incorporando espacios conforme los vayamos restaurando, pero tenemos que renunciar a cosas, porque es inmensa esta cartuja”, concluye Pesqué.