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29 abril 2024

Patricia Esteban Erlés: “Me gusta que los lectores se queden buscando en sí mismos las respuestas a las preguntas que plantea un final no del todo cerrado”

La literatura de Patricia Esteban Erlés atrapa. Su universo terrorífico, fantástico y cotidiano esconde sorpresas inquietantes, personajes oscuros, realidades poliédricas y una mirada afilada y crítica hacia el mundo en el que vivimos. Erlés es una experta cuentista, un género que domina y en el que despliega todo su talento narrativo. Prueba de ello es su último trabajo, ‘Ni aquí ni en ningún otro lugar’ (Páginas de Espuma) con ilustraciones de Alejandra Acosta. También es autora de ‘Manderley en venta’, ‘Casa de muñecas’, ‘Azul ruso’, ‘Abierto para fantoches’ y la novela ‘Madres negras’, entre otros títulos y ha colaborado en numerosas antologías. Además es columnista habitual de Heraldo de Aragón y desde hace un año lleva a cabo el podcast ‘Erlés in noir’.

En junio participaste en el Festival Europeo del Cuento en Croacia, ¿cómo ha sido la experiencia?

Muy enriquecedora y apasionante. Había un montón de autores de varios países y se creó un ambiente muy agradable. Lo prepararon muy bien porque era un encuentro en el que se combinaba la diversión con las actividades culturales, había lecturas en público en diversos lugares, en dos ciudades: en Zagreb y en Zadar que es una ciudad costera, y también se organizaban todo tipo de entrevistas, coloquios con profesorado universitario especialista en el género y fue muy halagador poder estar.

El cuento es un género con gran acogida en muchos países, ¿crees que en España está teniendo también tirón?

Yo creo que, comercialmente, sigue siendo el hermanito pequeño de la novela que va a la cola. Pero creo que desde el punto de vista de la consideración académica sobre todo, del tratamiento que se le da en el ámbito universitario es un género muy importante. Hay pocos géneros tan estudiados y tan bien desmigajados desde el punto de vista de la técnica, de los temas. Se indaga mucho por ejemplo en la vertiente feminista del relato.

Hay muchos estudios ahora que hablan de las cuentistas que metemos una cuña o que intentamos que esa visión del mundo en el cual la mujer todavía sigue siendo una especie de víctima en muchas ocasiones aparezca. Sin tampoco quejas ni lamentos, sino como la denuncia de una realidad que hay que combatir.

Tu obra ha sido estudiada en diferentes partes del mundo, se hacen clubes de lectura en torno a tus libros y has participado en antologías también por Latinoamérica. ¿Cómo vives esta universalidad de tu obra?

Con mucho agradecimiento, muy feliz porque es algo muy bonito y muy sorprendente también. La profesora de Croacia que me invitó [al Festival Europeo del Cuento] fue precisamente porque había oído hablar de los cuentos que escribo en un congreso y es interesante ver cómo muestran una voluntad de integrar a cualquier tipo de literatura o de autora que pueda tener algo que decir. Es algo muy bonito y representativo del movimiento global que se está viviendo de reivindicación de lo que tenemos que decir las autoras.

Aunque también has escrito novela, tu obra está marcada por los cuentos y microcuentos. ¿Qué es lo que más te gusta de estos géneros como escritora y como lectora?

Me parece muy interesante desde el punto de vista de la lectura, que creo que es como hay que empezar: yo sobre todo fui lectora de cuentos antes de meterme en la cocina y guisar los míos. Me parece muy interesante el desafío que supone siempre contar una historia cuando tienes tan poco espacio y tienes que conseguir que el lector se sumerja en ese mundo que se crea entre los dos silencios, el de antes de la lectura y el que queda después. Me parece muy misterioso que se pueda conseguir eso con unas cuantas palabras y unos cuantos personajes, que hagas que alguien se vaya a vivir a un relato.

Eso es lo que me pasaba con los autores y las autoras que me interesan y es lo que me llevó a escribir. Siempre digo que escribimos por envidia porque hemos envidiado hasta el delirio a alguien y querríamos haber escrito antes que ellos lo que nos ha gustado tanto, lo que hemos descubierto gracias a su obra.

Como escritora siempre es un desafío. En una novela no es tan importante quizás que sobre un párrafo, puede pasar más desapercibido, o que una escena no esté lo suficientemente bien concluida. En un relato es muy complejo que pueda sobrar algo y que al lector le interese si realmente hay algo que no está en su sitio.

Patricia Esteban Erlés en Conversaciones en la Aljafería en diciembre de 2021 / Las Cortes de Aragón
¿Quiénes son tus escritoras de referencia?

Hay muchas autoras. Me interesan sobre todo las autoras que han tratado la situación de mujeres. Llevamos siglos leyendo a autores masculinos, yo con devoción, me encantan y no tengo nada en contra, pero me parece muy interesante que se reivindique ya esta manera de estar en el mundo que significa ser mujer y me interesa mucho la problemática, sobre todo, de la vida tradicionalmente asignada a la mujer sin que tenga posibilidad de elegirla.

Me interesan sobre todo las mujeres que han trabajado esa perspectiva, que nos han mostrado cómo era la vida de un ser humano que está casi abocado a ser madre, a tener unos condicionantes sociales, económicos y una falta de libertad. Sobre todo mujeres que han tratado el tema de la casa como una jaula. Me interesa mucho Shirley Jackson que trata este tema de la casa como una jaula en la cual una mujer se ve presa.

Me interesa mucho Silvina Ocampo, creo que es una autora a la que todavía hay que descubrir del todo aunque tiene ya una larga trayectoria de estudiosos que se han acercado a su obra, me parece que es una autora a la que siempre hay que volver porque se ve un poco ensombrecida por la vinculación a su marido, Bioy Casares, y con el amigo de ambos que era Borges. Entonces es el lado de un triángulo que ha quedado algo ensombrecido.

Me interesa mucho Ana María Matute y casi todas las autoras que han tratado desde un punto de vista inquietante la vida cotidiana, mostrando las sombras que puede tener.

Tu último trabajo, ‘Ni aquí ni en ningún otro lugar’, es una suerte de reinterpretación de cuentos clásicos. ¿Qué tienen estos cuentos para inquietarnos y gustarnos incluso siendo ya adultos?

Tienen el poder de llevarte con ellos y desde que somos muy pequeños. Yo he podido olvidar una novela que leí la semana pasada pero me acuerdo perfectamente de cuando mi madre me contaba Blancanieves mientras intentaba que yo comiera el hígado que me recetaba el médico. Recuerdo que se creaba una suspensión de la vida real cuando me estaba contando ese relato. Y creo que eso es lo que realmente nos apasiona: que envuelto en un mundo muy bonito, muy maravilloso, al final nos están hablando de lo que es el ser humano, la muerte, la crueldad, la traición, el amor, el amor más allá de la muerte. Creo que esas enseñanzas con ese mundo maravilloso, esas imágenes, ese ritmo que tienen nos seducen y conquistan y hacen que nadie se pueda sustraer al encanto de un cuento.

Lo monstruoso suele aparecer en tus narraciones, aunque siempre con compasión hacia ese ser incomprendido, depositario de todos los males y miedos de una sociedad. ¿Qué es lo que más te gusta de lo monstruoso como tema literario?

Me gusta la denuncia que a través del monstruo se puede hacer de una mirada excluyente. Creo que el monstruo es alguien que nos viene muy bien, en las sociedades siempre tenemos que tener un monstruo, una criatura que haga que nos sintamos normales. A mí esa mirada del nosotros que se enfrenta al otro, que es el monstruo, me parece totalmente brutal. Me parece una forma de condena, de marginación que va cambiando, algo que también me apasiona.

A lo largo del tiempo vamos buscando el monstruo correspondiente, puede ser el extranjero, puede ser la persona que es de otra religión, que nace con una deformidad física, puede ser la mujer en una sociedad determinada pero siempre lo acabamos encontrando.

Yo creo que el monstruo realmente está en los ojos del que mira, no en la criatura convertida en monstruo por otros.

“Me gusta la denuncia que a través del monstruo se puede hacer de una mirada excluyente. Creo que el monstruo es alguien que nos viene muy bien, en las sociedades siempre tenemos que tener un monstruo, una criatura que haga que nos sintamos normales”.

En tu obra encontramos el terror en mitad de un bosque pero también en escenarios del día a día. ¿Cómo podemos percibir la inquietud y el terror en lo cotidiano?

Yo lo encontré gracias a autores. Hitchcock es una referencia inexcusable, él y por extensión Patricia Highsmith que era una autora de lo terrorífico de nuestra cocina, de nuestro cuarto de baño y nuestro dormitorio.

Con Hitchcock descubrí que te puede dar mucho miedo la ducha en la que te bañas todos los días, donde puede pasarte de todo. O si hay un cuchillo encima de una mesa de cocina, que es el cuchillo con el que cortas la comida todos los días, se puede convertir en un arma letal.

Pienso en muchas películas de Hitchcock, en ‘La soga’ en ese arcón dentro del cual hay un cadáver y hay dos amigos que están conversando como si no pasara nada. Y creo que ese es el miedo que nos da realmente pavor. Los fantasmones, los vampiros, los zombis, los tenemos tan estereotipados que ha llegado un momento en el que han perdido esa capacidad de extrañamiento. Pero nos puede dar mucho miedo alguien que forma parte de nuestro entorno y que se convierte de pronto en un desconocido feroz y creo que eso se consigue con elementos del día a día. No puedes confiar el efecto terrorífico a una aparición espectral o a un señor que sale de entre los muertos en el cementerio: puede darte mucho miedo tu mejor amigo, tu pareja, tu vecino encantador y eso me parece que es todavía más eficaz.

Siendo todavía más concretos, en tus cuentos encontramos también el terror o situaciones específicas que afectan a las mujeres. ¿Es importante para ti incluir la perspectiva de género o el feminismo en tus narraciones?

No lo he hecho nunca intencionadamente, pero se ha filtrado siempre. Yo echo la vista atrás y me doy cuenta de que en ‘Casa de muñecas’, que es un libro de 2012, había una conciencia ya muy marcada de lo que significa ser mujer y todas las cosas buenas y malas que puede traerte eso.

Desde el punto de vista literario creo que es muy importante reflejar el mundo en el que vivimos. No con un ánimo de queja y lamento sino sí de información y de denuncia, creo que es la manera de volcar el mundo en el que vivimos, la sociedad que nos ha tocado con sus luces y sus sombras y creo que no ha sido nunca una decisión consciente, “voy a escribir un libro de microrelatos feministas”. Pero luego con el tiempo he ido comprobando y hay bastantes estudios sobre ‘Casa de muñecas’ que han ido en esa línea de estudiar la vertiente feminista de muchos de los textos que son cortitos pero que hablan sobre la mujer como muñeca, de las propias muñecas como modelos que nos han ido adjudicando a las niñas que luego hemos ido siendo mujeres, pues determinados límites físicos e incluso comportamentales y eso es muy importantes.

Patricia Esteban Erlés en Conversaciones en la Aljafería / Las Cortes de Aragón
Sueles apostar por la creación de belleza a través del lenguaje.

El lenguaje es al final la voz de quien cuenta. Yo siempre digo que son cuato o cinco los temas que nos interesan desde que dejamos de ser monitos y empezamos a pensar y a disfrutar con la belleza y la reflexión. Los temas son cuatro, pero las voces son muchas. Tú puedes afilar tu voz, la puedes modular gracias al lenguaje y para mí es un instrumento maravilloso, no me canso nunca de trabajarlo, de sufrir con él cuando una frase no termina de quedar como quieres, cuando no encuentras la palabra exacta que te va rondando pero no terminas de atraparla.

Me parece que es un auténtico milagro que hayamos podido encontrar esa forma de expresarnos y es pasión absoluta del lenguaje como instrumento de trabajo, como material, como barro que te ayuda a contar.

En tu obra hay lugares, como casas o castillos, que cobran protagonismo. ¿De dónde te viene ese interés del espacio como personaje?

Me gusta mucho las cosas y espacios que definen a sus propietarios. Creo que a través de los objetos y de los lugares donde viven casi podríamos hacer una radiografía sin equivocarnos mucho. Creo que una elección de un objeto, de un tipo concreto de pluma estilográfica, de papel pintado define muy bien a quien utiliza la pluma o a quien vive en esa casa.

En especial las casas creo que son lugares vivos. Para mí, que trabajo mucho las atmósferas, es muy importante ver el lugar donde van a pasar las historias, creo que son cómplices a quienes no podemos despreciar.

Cualquiera que haya visto ‘Rebeca’ se acuerda de lo viva que estaba Manderley, de cómo era una presencia atroz y muy negativa hacia la recién llegada. Esa casa que todavía parece que espera al ama muerta. Siempre pienso en Manderley como una especie de mascota de un fantasma, un perro fiel que espera la llegada de Rebeca.

A mí me parece que las casas nos definen y puedes darle un tono muy determinado a un relato o una novela si tienes el cuartel general, el escenario, el lugar en el que aparecerán poco a poco tus criaturas y le doy mucho valor por eso porque me parece que no hay que desdeñar el valor narrativo que le puedes dar.

“Hay pocos géneros tan estudiados como el cuento”

No eres una autora que busque el final feliz a toda costa. ¿Alejarse de él es una forma de demostrar que la belleza no solo se encuentra en lo bonito y luminoso?

Yo creo que no hay nada más realista que aceptar que hay muchos finales tristes en la vida. No es que me gusten especialmente pero sí que creo que algunas historias no pueden tener final feliz, que no sería el que merece y el que realmente puedes esperar como espectadora o como lectora.

Me enerva mucho cuando se fuerza un final feliz, cuando voy al cine y me doy cuenta de que han estado a punto de darle otro giro, otro final y que ha vencido la modalidad comercial, la sensación de que si no le das a un público un final tranquilizador no van a volver a ver una película tuya. Me parece que es una especie de prostitución de la obra. Si realmente queremos contar el mundo en el que vivimos no tenemos que eludir los aspectos negativos que están ahí, igual que los positivos.

Hay veces que prefiero dar un final abierto a un final feliz forzado y me gusta que los lectores piensen y se queden buscando en sí mismos las respuestas a las preguntas que plantea un final que a lo mejor no es del todo cerrado. Hay otras que tiene que ser tristes sobre todo si me inspiro en la vida real y en algo que me ha impresionado, precisamente por lo terrible que era. Pocas veces elijo la justicia poética, vengarme de la realidad dándoles un final feliz. A veces lo he hecho, pero es una especie de terapia.

Decía Rosa Montero que uno escribe sobre sus propias obsesiones o para entenderlas. ¿Qué te obsesiona a ti o qué te impulsa a escribir?

A mí sobre todo la complejidad del ser humano. Creo que es el tema básico. Y es verdad, escribimos siempre de los mismos temas buscando variantes. A mí ese es un tema que no se agota jamás: lo complejos que somos, la mezcla tan extraña de luz y de sombra que al final es un ser humano, cómo somos capaces de lo mejor y lo peor, cómo a veces se adueña de nosotros una especie de demonio negativo que hace que actuemos de una forma cruel, injusta… esos son los temas que me interesan a mí.

También el tema de la indefensión que crea, justamente, ese lado negativo. Me interesan mucho las víctimas, los seres que salen perdiendo de las decisiones de otros. Siempre aparecen esas dos orillas o polos del ser humano: por un lado, el que es cruel, brutal e injusto y el ser que recibe los efectos secundarios de esa conducta.

“He podido olvidar una novela que leí la semana pasada pero me acuerdo perfectamente de cuando mi madre me contaba Blancanieves mientras intentaba que yo comiera el hígado que me recetaba el médico”

Hace unos meses que llevas a cabo el podcast ‘Erlés in noir’ donde analizas crímenes reales. ¿Cómo está siendo esta experiencia? ¿De qué manera te está ayudando con tu labor como escritora?

Para mí es muy gratificante porque me lo paso muy bien porque soy una apasionada de los crímenes, justamente porque te enseñan en directo y de una forma muy realista de lo que somos capaces los seres humanos. Me lo paso muy bien buscando las historias y contándolas casi como si fueran piezas literarias.

Para mí es muy importante el análisis de qué lleva a alguien a hacer algo como es matar a un hijo. Hay todo tipo de historias, hay crímenes españoles, de Norteamérica, que parece que nos llevan ventaja en esto, crímenes europeos. Me parece muy interesante ver cómo una niña se puede convertir en la envenenadora de sus hermanitos, como pasó en Murcia. ¿Qué lleva a alguien a comportarse así? Creo que es terrible pero fascinante a la vez.

¿Cómo ayuda la literatura a afrontar la vida?

Pues a mí me parece que es el mejor chaleco salvavidas que nos podemos agenciar. En mi caso. Hay personas que imagino que elegirían el chaleco de la música, del cine o de cualquier otro tipo de disciplina artística. El arte nos ayuda porque es una forma de escapar de la realidad, aunque la cuentes desde allí, aunque te traslades y hagas un paréntesis no del todo real.

Para mí el arte es un consuelo, encontrar en la literatura la forma de espaciar de lo peor, de lo más triste y sórdido que tiene el ser humano y de alguna manera convertirlo en una pieza literaria. A mí me ayuda todos los días leer a otros y escribir. Creo que es un entrenamiento muy balsámico.

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