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16 abril 2024

Aragón, reino y corona: su nacimiento y expansión

Go Aragón inaugura con este artículo una serie de textos que tratarán de hacer un retrato minucioso de la Comunidad. Esta primera entrega se centrará en su recorrido histórico, desde su nacimiento hasta su desarrollo como potencia europea en la Edad Media y el matrimonio de los Reyes Católicos.

Este texto que lee es el primero de una serie de reportajes con los que Go Aragón busca acercar al lector los principales rasgos de la Comunidad. Desde sus pilares hasta sus manifestaciones más características, la serie abordará cuestiones como su historia, la economía, la cultura o los avances científicos desarrollados en territorio aragonés.

Con la primera entrega se recorrerá la historia de Aragón, camino que comenzará ya en el siglo IX pues, aunque dentro de las actuales fronteras autonómicas el pasado es tremendamente rico, no será hasta entonces cuando adquiera una identidad propia con el nacimiento del condado y posterior reino de Aragón.

Así, en plena Edad Media y en el valle pirenaico del río de igual nombre -hay quien defiende que de ahí deriva su denominación- aparece el que en su momento fue el condado de Aragón. Surge dentro del contexto de las marcas defensivas que el Imperio Carolingio desarrolla en sus fronteras, en este caso, para defenderse de posibles ataques de los musulmanes, que habían llegado a la península en el siglo VIII.

Este y otros como los catalanes serán, como explica el licenciado en Historia y fundador de la ‘startup’ de la Universidad de Zaragoza Historia de Aragón, Sergio Martínez Gil, en su origen, territorios dependientes del imperio de Carlomagno que, a su muerte, adquieren mayor autonomía. “Incluso empiezan las dinastías condales, en las que cada conde no es elegido por el rey de los francos, sino que va pasando de padres a hijos”, añade.

El primer documento

Es en este escenario cuando se puede encontrar el primer documento escrito conservado en el que se menciona la palabra Aragón. Data del año 828 y relata la donación que realiza el rey de Pamplona García I Jiménez a una versión primigenia del monasterio de San Juan de la Peña, lugar, por cierto, de culto y leyenda del futuro reino. En esa donación participa también el conde de Aragón Galindo I.

Tales fechas conllevan a que en 2028 ya se cumplirán nada menos que 1.200 años de Aragón como entidad política diferenciada. No obstante, esa primera etapa condal, como matiza Martínez con una analogía, “es un gran puzle de 10.000 piezas” que, para completarlo, se dispone de cien.

Cerca de un siglo más tarde, el condado pasa a estar adscrito al reino de Pamplona con el matrimonio de Andregoto Galíndez, única hija del conde Galindo II Aznárez, con el rey navarro García Sánchez I. De esta manera, hasta el año 1035 los monarcas de Pamplona eran también condes de Aragón, que también incorpora a comienzos del siglo XI los dominios de Sobrarbe y Ribagorza.

Ramiro I, rey de Aragón

En ese año 1035 es cuando el rey Sancho III El Mayor reparte sus dominios entre sus hijos, de tal forma que el condado de Aragón recae en Ramiro I, considerado como el primer monarca aragonés. “Él nunca se llamó rey, sino ‘hijo del rey Sancho’; hay que recordar que era hijo ilegítimo, fuera del matrimonio, pero a todas luces se le considera rey de Aragón”, explica el historiador de este regente que reinó hasta el año 1063.

Este recién creado reino de Aragón era un territorio muy poco poblado, en una zona montañosa y en el la economía se sustentaba por la agricultura y la ganadería. A pesar de la pobreza de la zona, influída también por las dificultades de su orografía, “Ramiro I empezará a construir los cimientos básicos de lo que será unas décadas después una potencia regional de mucha importancia”, relata Martínez Gil.

Firma de Ramiro I. FOTO: DARA
Firma de Ramiro I. FOTO: DARA

Con este primer reinado se empiezan a establecer las bases de la expansión de Aragón hacia el sur y las políticas de alianza con señores al norte de los pirineos, pactos con los que se logra atraer habitantes y fuerza militar.

De hecho, es en el intento de tomar Graus cuando Ramiro I muere en 1063. Su asesinato se le ha atribuido a un agente del ejército islámico que, sabiendo hablar lengua romance, consigue infiltrarse en el campamento aragonés y clava un arma blanca en la cabeza del rey, aunque estudios recientes sitúan la herida en el pecho, dada las heridas que presenta. Sin embargo, y como añade el historiador, si no hubiera sido por este ataque, el líder aragonés hubiera muerto “poco después” a consecuencia de la sífilis.

“Del reinado de Ramiro I se puede hablar de un intento de legitimación de una nueva dinastía -la casa Aragón- que acabará legitimando su hijo Sancho Ramírez y, sobre todo, de construir ciertas bases de poder para atraer a más población, para así tener más recursos económicos y demográficos para intentar campañas militares”, resume.

La expansión de una potencia en el sur de Europa

Precisamente, Sancho Ramírez logra el apoyo papal para convocar la que es considerada “la primera cruzada de la historia”, es decir, la que arrebata a la Taifa de Zaragoza Barbastro, una ciudad “muy importante” en la época que, no obstante, volverá a ser conquistada por los musulmanes un año después.

Y, en su acercamiento a la Iglesia, el nuevo rey aragonés consigue, con su viaje a Roma en el año 1068, que el Papa legitime la dinastía y le corone como rey. De esta forma, y con el vasallaje de Sancho Ramírez al pontífice, Aragón se abre a Europa.

De su reinado destaca, en las fronteras del reino, la creación del Fuero de Jaca, con el que se consigue atraer población y profesionales y que la ciudad alcance los 2.000 habitantes. De esa época también data la construcción de la catedral y el lanzamiento de la ruta del Camino de Santiago por el Somport. El paso de los peregrinos supone un buen negocio y estos encontrarán en la presencia del Santo Grial en el monasterio de San Juan de la Peña un incentivo para decantarse por esta alternativa frente a Roncesvalles.

“La importancia de ese camino tolosano para el crecimiento en apenas 40-50 años del Reino de Aragón es tremenda”, subraya el experto, que ve en este factor el foco de atracción de población que permitió la conquista de Barbastro (aunque luego se perdiera) y, posteriormente, en 1096, la de Huesca de la mano de Pedro I.

Retrato de Alfonso I EL Batallador realizado por Francisco Pradilla.
Retrato de Alfonso I EL Batallador realizado por Francisco Pradilla.

“A Sancho Ramírez hay que nombrarle como el verdadero fundador del Reino de Aragón porque, aunque lo inicia Ramiro I, es este el que establece las bases para la creación de un reino que, una vez que muere, es capaz de conquistar en apenas 20 años no solo Huesca, sino todo el valle medio del Ebro”, destaca Martínez Gil.

Curiosamente, los tres hijos de Sancho Ramírez que llegan a la edad adulta acaban reinando. Primero, Pedro I, que muere sin descendencia, al que seguirá Alfonso I El Batallador, que también fallece sin descendientes y le sucederá Ramiro II El Monje.

La conquista de Zaragoza

Alfonso I encuentra en la conquista de Zaragoza el principal hito de su reinado (1104-1134). “Fue la confirmación total y definitiva, si no lo había hecho ya con la conquista de Huesca, de que Aragón era una potencia, sobre todo militar, muy importante en el sur de Europa”, afirma el historiador.

La importancia de que Zaragoza pasara a manos aragonesas radica en que el valle del Ebro era una barrera demográfica y, tras su conquista en diciembre de 1118, las grandes ciudades del entorno cayeron como un castillo de naipes. Tarazona o Calatayud, esta última, tras la batalla de Cutanda, “una de las más decisivas en lo que se refiere a la conquista de Al-Ándalus”, son algunas de esas plazas que incorpora el joven reino.

De Alfonso I también destaca la su matrimonio con Urraca I de León, que podría haber adelantado en varios siglos el paso dado por los Reyes Católicos. No obstante, fruto de esta unión no nacerá ningún descendiente que herede ambos títulos y el enlace acabará siendo declarado nulo por el Papa.

'La campana de Huesca', de Juan Casado de Alisal.
‘La campana de Huesca’, de Juan Casado de Alisal.

Como sucedió con Pedro I, El Batallador muere sin tener hijos. En este caso, en Poleñino, cuando trataba de conquistar Fraga, en 1134. Nuevamente el reino se ve obligado a buscar al hermano para reinar, en este caso, al que luego se convertirá en Ramiro II. Los miembros de la nobleza aragonesa, cuenta Martínez Gil, “pensaban que iba a ser una persona fácilmente manejable, un títere en sus manos”.

No fue, ni mucho menos así. De hecho, Ramiro II, llamado El Monje porque formaba parte del clero como obispo de Roda, es el protagonista de la leyenda de la campana de Huesca, en la que el nuevo rey decapita a los nobles díscolos, incluyendo escenas de cierto tinte macabro, como el hecho de que utilizara la cabeza del obispo de Jaca como badajo.

El germen de la corona

Ramiro II reinará de 1134 a 1157 y, fruto de su enlace con Inés de Poitou, nacerá su hija Petronila. Esta se casará con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, en un enlace que será el germen de lo que posteriormente se denominó la Corona de Aragón. De esta forma, su descendiente, Alfonso II, gobernará y poseerá la titularidad de ambos territorios, tanto del reino aragonés como de la parte catalana.

Fue a partir del siglo XIII, y sobre todo hacia el XIV, cuando la denominación de Corona de Aragón obtiene popularidad. También es el periodo en el que la potencia añade conquistas como la de Valencia, Mallorca y, más adelante, con su expansión al Mediterráneo en los diferentes reinados de reyes como Jaime I.

La influencia en Europa de Aragón en estos momentos era considerable, especialmente debido a su peso en el Mediterráneo. La Casa Aragón se convierte así “en un factor de influencia política y militar muy importante”, así como comercial, durante siglos. Fue un factor decisivo tremendo en muchos aspectos en buena parte de la historia medieval europea”, insiste.

Muestra de su fuerza son las conquistas de Sicilia, Cerdeña, Nápoles y, a la postre, Atenas y Neopatria. Estos dos últimos territorios, por cierto, cayeron de la mano de la compañía almogávar y Pedro IV los incorpora a la corona, aunque apenas permanecen una década como dominio aragonés. Sin embargo, dejarán una imagen para la historia: el señal real ondeó durante unos años en el Partenón de Atenas.

El Compromiso de Caspe, un ejemplo de diálogo

Con la muerte de Martín I El Humano en 1410 sin descendencia, ya que todos sus hijos fallecieron antes que él, a la corona se le plantea un nuevo desafío, encontrar un nuevo rey. La solución se halló en el Compromiso de Caspe, que eligió a Fernando, de la castellana casa Trastámara, entre seis candidatos.

“Hasta ese momento es un hecho sin parangón que se elija un nuevo rey sin que haya de por medio una guerra civil”, destaca Martínez Gil sobre este pacto fruto de las leyes y el diálogo en los inicios del siglo XV.

La nueva dinastía, inaugurada con Fernando I, supone “un cambio radical” que, sobre todo, se manifestará con el siguiente monarca, Alfonso V de Aragón. “Ya con los Trastámara, empiezan a entrar diferentes usos de gobierno, más contrarios a esa polaridad de corte pactista, que intentaban controlar más el poder de la monarquía”, señala Martínez Gil, quien se refiere a cambios como la desaparición de la lengua aragonesa en la política.

Eso sí, será un Trastámara, Fernando II de Aragón, y tres siglos después de Alfonso I, el que se una en matrimonio con la reina Isabel I de Castilla. Este enlace significará la unión dinástica que dará el primer paso a la formación del Reino de España.

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