Regresaba el pasado viernes el Vive Latino a Zaragoza con gran expectación y un cartel internacional que daba continuidad a la línea ya mostrada en su primera edición. Es decir, grandes nombres del panorama iberoamericano y español, clásicos de aquí y allá, artistas con una talla de primera magnitud y bandas locales que mostraron el talento que atesora el territorio. La propuesta funcionó y por el recinto Expo pasaron más de 44.000 personas, es decir, superó en más de 10.000 asistentes su primera entrega (33.736). Un éxito de público que encontró, además, el esfuerzo de la organización, que supo pulir las aristas de su edición inaugural, ofreciendo un espacio inusualmente cómodo para citas musicales de este tamaño.
Cita que comenzó con la argentina Lucía Tacchetti el viernes en el escenario Embou, es decir, el más pequeño pero no por ello menos interesante. De hecho, a sus tablas llegaron algunas de las mejores actuaciones del Vive Latino, como las de las mexicanas Lila Downs o, al día siguiente, Carla Morrison.
Pero, para no perder el orden cronológico, el viernes continuó con Carolina Durante. Los madrileños, a pesar del horario, el calor -como el año pasado, en las primeras horas apretó- y la gripe que atenazaba a su cantante, Diego Ibáñez, actuaron como si tocaran en ‘prime time’ y en el escenario principal.
El anfiteatro de la Expo, llamado para la ocasión escenario Caja Rural, registró los primeros pogos de unos asistentes que se calentaban con el calorcito vespertino y los guitarrazos de temas como ‘Perdona’, ‘Las canciones de Juanita’, ‘Granja Escuela’ y, claro, ‘Cayetano’. Incluso les dio tiempo en su condensado concierto a versionar a “un grupo emergente” de la tierra, dijo con cachondeo el vocalista; es decir, a Amaral y su ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’.
Julieta Venegas, Lila Downs y el poder mexicano
Poco después, Delaporte y sus bombazos electrónicos inauguraron el escenario Ambar, por donde también pasarían un gran Xoel López y el colombiano Juanes, uno de los cabezas de cartel que no defraudó a sus seguidores.
A su vez, en el anfiteatro llegaban los barceloneses Elefantes y otro de los grandes nombres del día, la mexicoestadounidense Julieta Venegas. La cantante ofreció un concierto que se movía entre la ternura y el carisma que desprende esta multiinstrumentista, que repasó grandes temas de su repertorio como ‘Me voy’, ‘Limón y sal’ o ‘Eres para mí’.
Los cartageneros Arde Bogotá volvieron a demostrar su tirón festivalero con una asistencia más que notable a su concierto, mientras Lila Downs reivindicaba un escenario que ya el año pasado demostró ser un refugio de talento sorprendente.
A las once de la noche fue el turno de Andrés Calamaro, una de las citas más esperadas del Vive Latino. El argentino formaba parte del cartel original del festival, aquel programado para el año 2020 y que los rigores pandémicos llevaron a que se celebrara el año pasado. Sus seguidores pudieron resarcirse con un ‘show’ en el que no faltaron grandes éxitos como ‘El salmón’, ‘La parte de adelante’, ‘Paloma’ y ‘Flaca’.
Noche de sorpresas
Con esta canción llegó una de las sorpresas de la noche, cuando Kase.O se subió al escenario para mezclar con su rap de ‘Mitad y mitad’ el gran éxito del argentino. Esta colaboración, que ya dieron a conocer en el Pirineos Sur de 2019, funcionó como cabía esperar; es decir, a la perfección.
Y, como la noche era de sorpresas, nada más acabar Calamaro llegó la noticia: Bunbury vuelve a Zaragoza. Las pantallas de los escenarios desvelaron el regreso del cantante a su tierra con el concierto que ofrecerá el 6 de julio de 2024 en el estadio de La Romareda.
Siguió la fiesta, ¡y qué fiesta! la que ofrecieron en el anfiteatro los mexicanos Panteón Rococó, que antecedieron a los murcianos Viva Suecia. La más que interesante y poderosa propuesta de Asier Etxeandía, es decir, Mastodonte, cerró un primer día que también encontró en las guitarras rasposas y contundentes de Sexy Zebras la última bala del escenario Embou. Un espacio en el que los locales Calavera, con sus ondas luminosas, y Tachenko dejaron patente el gusto por el pop en la capital aragonesa.
También para comer
A todo esto, las barras y los espacios gastronómicos ofrecieron un servicio muy de agradecer en este tipo de grandes eventos. No se hizo corto de cerveza en ningún momento ni los tiempos de espera para surtirse fueron prolongados. Y, para llenar el estómago, hubo más donde elegir. Mejoría que también se pudo constatar en los baños, donde, a pesar de las colas, no hubo que esperar demasiado.
La segunda jornada mantuvo el buen guion en lo que respecta a parámetros organizativos y continuó la senda en la programación. Morgan y la tremenda voz de su cantante, Nina, comenzaron un día que continuó con Dani Fernández en el escenario grande y con esa mezcla de locales y visitantes tan característica de las tablas de Embou. Gran Bob y Erin Memento jugaron en casa antes que llegaran los Bunkers para demostrar el potencial chileno.
De Chile también llegó al mismo escenario Ana Tijoux, que con su rap mestizo, a caballo entre los ritmos latinos y la rima seca, dio un concierto en el que no faltaron su ‘1977’, ‘Vengo’ o ‘Somos sur’ y su recuerdo al golpe de estado de Pinochet, del que se cumplía medio siglo.
La magia de Drexler y el carisma de Loquillo
Antes, Depedro y Los Zigarros pasaron por el anfiteatro, ambos, dejando muy buenas sensaciones entre el público. El canario dio muestras del tremendo artista que es y los valencianos reivindicaron el rock and roll con su pegada y efectividad. Fue antes de que Lori Meyers se instalaran en el escenario Ambar con un concierto bien adaptado al formato festivalero.
Tras ellos llegó otro pope del panorama latinoamericano, Jorge Drexler. Su recital, de hechuras mayúsculas, bien podría haberse celebrado en el escenario principal. Delicadeza, gusto exquisito y alquimia emocional dieron forma al concierto del uruguayo, que dejó en su haber temas como ‘Bailar en la cueva’, ‘Oh, Algoritmo’ o ‘Universos paralelos’.
Mientras, no pocos esperaban ya a que llegara Loquillo. El barcelonés mantiene un nutrido y fiel ejército de seguidores que disfrutaron de lo lindo con una actuación solvente y, como sucede con Calamaro, ejecutada a la perfección por una banda de primerísima categoría; el carisma del loco hizo el resto.
El rock continuó con M-Clan y la prodigiosa voz de Carlos Tarque, preludio de una de las actuaciones más memorables de la segunda edición del Vive Latino en España. Los Fabulosos Cadillacs y su líder, Vicentico, demostraron por qué son una de las bandas más importantes de la historia de la música popular latinoamericana. Por supuesto, ‘Calaveras y diablitos’ y ‘Matador’ no faltaron.
Terminó la rumba canalla y festiva de Muchachito Bombo Infierno una edición del festival que deja patente el crecimiento del Vive Latino en España y que consolida a Zaragoza dentro del circuito de grandes eventos musicales.