Actuará en 6 de agosto cerrando el festival compartiendo escenario con Nathy Peluso que actuara justo después. Su último trabajo es “4×4” y uno de sus temas, “Salao”, fusiona todo lo que Oddliquor ha sido hasta ahora: rhythm and blues contemporáneo que se retuerce sobre sí mismo y se torna dark, que vacila hacia el baile, deja brillar el funk o mengua hasta lo íntimo
Los cascos en la tripa. Piezas clásicas. Una señora del pueblo, de Linares, le había dicho que si le ponía canciones, el niño iba a salir cantante. Su madre probó. Y chas. Hay relaciones inexorables con la música. La de Marcos Terrones (Parla, 1995) viene de cuna.
Después de cursar el bachiller de artes, y de currar como mozo de almacén y cajero, consiguió empezar a desarrollar su pasión musical. Si bien su adolescencia la marcó Timbaland y el R’n’B de los dos mil, él fue maridando la fórmula. Diggeando a ver qué le endulzaba el paladar.
Contribuyó a Esmeralda (2017) de Nathy Peluso; año y medio de aventura compartida en los primeros compases profesionales de ambos. Después llegaron nuevos familiares: Alberto Rock, Mayo o Alberto Marina. Y al mismo tiempo, también colaboraciones con artistas respetados de la escena nacional e internacional como Deva, Natalia Lacunza o Cruz Cafuné; viaje a Miami incluido para trabajar codo con codo con DVLP.
No era de los que jugaba a fútbol en el patio, hacía corrillo con las chicas; siempre le incomodó tener que encajar; el barrio apuntalaba la normatividad, pero las emociones le quemaban. Se preguntó muy pronto cómo le afectaban los roles de género, las masculinidades clásicas, la ambición tóxica. Recorrido, barrio, contradicción.
La pandemia ahondó en la necesidad de ir más allá de la producción para otros. Tras dos discos, un EP y un puñado de singles, todo explotó. “Tengo una voz que me dice que tengo que dejar huella para que los que vengan sientan la música como yo. No tan plasticosa, sino más sensible”, confiesa.
Esa renovación tiene por título 4×4 (2021): una nueva forma de contar su relato. Coches que parece que pueden con todo. Pero embarrancan. Y el chasis queda en chiste.
Y lloras. Y no pasa nada.
“No es tan solo lo que veis, es también lo que nunca se vio”, cierra en “Salao”. La virguería sonora de 4×4 fusiona todo lo que ODDLIQUOR ha sido hasta ahora. Un rhythm and blues contemporáneo que se retuerce sobre sí mismo y se torna dark, que vacila hacia el baile, deja brillar el funk o mengua hasta lo bedroom. ODDLIQUOR es –como todos– ese auto que engaña. Un todoterreno-paradoja: buen motor, buen cora, pero frágil y empático.
Marcos siempre honesto, atiende con timbre grave, de pecho, pero dulcísimo. Le encanta trabajar con los demás, pero con él mismo, más. La música, desde la tripa, como le enseñó su madre. “¿Tú cuál cantas, Marcos? ¿Vas a cantar?”, le pregunta ella en “M4RQUITOS”, envuelta en un sonido espacial, entre vítores sampleados.