‘Stat Crux dum volvitur orbis’ (en castellano, la cruz sigue en pie mientras el mundo da vueltas) es el lema de los cartujos. La oración refleja de manera bastante precisa el recorrido de una orden monástica en la que, mientras todo cambiaba a su alrededor, sus miembros mantenían, centuria tras centuria, una forma de vida muy similar a la que dictaron sus fundadores, San Bruno y San Hugo, hacia el año 1100. A estas alturas, en pleno siglo XXI, los cartujos ya no moran las tres edificaciones que levantaron en Aragón, pero su legado patrimonial sigue en pie y se concentra en un recorrido de menos de 80 kilómetros. De esta manera, en una misma jornada se puede descubrir la riqueza artística y arquitectónica de los tres conjuntos, cuya historia también resulta singular.
Para el fundador de la compañía aragonesa Gozarte, Carlos Millán, que la Comunidad conserve estas tres cartujas supone “un verdadero tesoro”. Lo es no solo por la calidad artística de algunas de sus obras, algunas, firmadas por Goya, o por su buen estado de conservación. También, porque permite conocer cómo funcionaban los monasterios de este tipo y por la peculiaridad de que haya tres en un espacio tan pequeño, “tan distintas e iguales”. “Me parece una joya de nuestro patrimonio que hay que cuidar, sobre todo, el hecho de que se puedan visitar con facilidad”, destaca el experto.
La primera de estas cartujas en alzarse fue la de Nuestra Señora de Las Fuentes, o de Los Monegros, pues su fundación data de 1507. Sin embargo, la edificación actual se desarrolló posteriormente, en el siglo XVII. Como explicó el coordinador de su restauración, José Manuel Pesqué, se trata de “uno de los conjuntos barrocos más importantes de Aragón” que se empezó a construir en 1717 y que, gracias al patrocinio de los hermanos Comenge, que impulsaron las obras, estuvo terminada 60 años después, en 1777.
En el caso de la de Aula Dei, o Alta, por su posición respecto al río Ebro, fue el arzobispo Hernando de Aragón el que decidió su construcción en 1563. “Es una obra del Renacimiento que se conserva estupendamente, con muchas transformaciones posteriores”, relata Millán sobre este conjunto, que alberga pinturas de Goya y que actualmente se puede visitar.
No siempre fue así para las mujeres, pues estas tenían prohibido el acceso debido a las restricciones de la orden, que habitó en ella hasta 2011. La infanta Isabel de Borbón, la restauradora Teresa Grasa, la secretaria judicial Inés Lafuente y la reina Sofía fueron excepcionales visitantes femeninas del conjunto, hasta que a finales del pasado siglo se construyó un pasadizo que permitió a las mujeres conocer la riqueza de la cartuja un sábado de cada mes.
La de la Inmaculada Concepción, o Baja, fue la última en erguirse. Fue a iniciativa del matrimonio compuesto por Jerónima Zaporta, nieta de Gabriel Zaporta, y Alonso de Funes. “Ellos, en principio, no querían hacerla en Zaragoza, barajaron varios proyectos y empezaron a levantarla cerca de Alcañiz”, relata el fundador de Gozarte. Sin embargo, la guerra de Los Segadores llevó a que los monjes abandonaran esa primera edificación, que albergaba el cuerpo del difunto Funes. Jerónima Zaporta lanzó un ultimátum a la orden para que, con un año de margen, empezaran a construir una nueva cartuja en Zaragoza, bajo la amenaza de cambiar su patrocinio a los jesuitas. De esta manera, en 1674 llegaron los primeros monjes al conjunto zaragozano.
Esta cartuja, matiza Millán, “llegó a ser bastante rica” y, aunque sus moradores no cambiaron su forma de vida, “los edificios sí que se enriquecieron” e incluso prestaron dinero a Ramón de Pignatelli para la construcción del Canal Imperial.
En cuanto al recorrido posterior de estas edificaciones, el experto apunta que “cada una tiene una historia distinta y el resultado también es distinto”, aunque las tres comparten la salida de los monjes con la desamortización del año 1835. “En el caso de la cartuja de Las Fuentes, pasó por diferentes manos privadas y así estuvo hasta hace muy pocos años”, con un periplo que incluyó hasta un proyecto de balneario, la estancia de militares de ambos bandos durante la guerra civil y el uso agropecuario.
Actualmente, la Diputación de Huesca es su propietaria y continúan los trabajos de restauración de un conjunto que incluye más de 2.000 metros cuadrados de pinturas murales de fray Manuel Bayeu. “Lo apabullante de la cartuja de las Fuentes es la cantidad, la extensión de los frescos; es impresionante”, destaca.
“La cartuja Baja fue otro caso diferente”, señala Millán. “Con la desamortización se repartió entre colonos que llegaron y no tiraron el edificio, sino que le dieron la vuelta; lo que había sido claustros se convirtió en casas y lo que había sido galerías se convirtió en calles”, explica sobre este singular espacio que, en la actualidad, permite vislumbrar “el negativo” de la antigua cartuja.
En cuanto a la de Aula Dei, recuerda que, a finales del siglo XIX, los problemas que vivieron las órdenes religiosas en Francia llevó a que los cartujos se instalaran de nuevo, tras la amortización, en este emplazamiento, hasta su marcha en el año 2011. Y, actualmente, es la comunidad del Chemin Neuf la que lo habita.
Sobre esta edificación, el experto apunta que “no solo intervino Goya”, sino que en la redecoración que vivió en el siglo XVIII también trabajó el taller de escultura de los Ramírez, “el mejor que había en Zaragoza y que, entre otras cosas, hizo la Santa Capilla del Pilar”. Y, aunque matiza que una parte de las pinturas se perdió y otras fueron intervenidas por restauradores franceses a principios del siglo XX, calcula que, actualmente, tres cuartas partes de las obras pictóricas son genuinas del genio aragonés.
En el caso de la cartuja Baja, la última que se construyó en España, Millán recuerda que pintó otro hermano cartujo, Ramón Albor, del que se conservan sus pinturas en buen estado, mientras que la iglesia experimentó una restauración completa. Además, bajo su punto de vista, este es el conjunto “más especial”, sobre todo, de noche: “Estás a un cuarto de hora del centro de Zaragoza y parece que estás en otro mundo”, subraya.
Por último, el fundador de Gozarte, firma que organiza visitas de diferentes tipos a las cartujas, incluidas algunas teatralizadas, reflexiona sobre la orden que construyó estas singulares edificaciones: “¿Qué es lo que lleva a una persona a renunciar a lo mejor que hay en la vida, que son los demás? porque los cartujos buscan la soledad. Creo que en esos edificios puede estar la respuesta”.