La embajadora de Canadá en España concede una entrevista a Go Aragón en la que repasa los principales lazos entre ambos países, los atractivos que pueden ofrecer a empresas y profesionales y hace balance de la relación entre estos dos estados.
Wendy Drukier es la embajadora de Canadá en España desde el año 2020. Llegó en un momento difícil, con las restricciones de la pandemia muy vigentes y, poco después, se encontró con los problemas que causó la borrasca Filomena. A pesar de esos primeros compases, Drukier ha aprovechado los tres años que ya acumula en España para conocer y disfrutar de un país que para los canadienses, afirma, resulta atractivo.
Antes de su destino español, la embajadora estuvo en países del ámbito hispanoamericano como Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Colombia y Argentina. Ahora, ejerce su trabajo en la embajada de Canadá en Madrid, donde atiende a Go Aragón con motivo de una entrevista en la que aborda los atractivos para empresas y profesionales que ofrecen ambos países. También hace balance de las relaciones diplomáticas entre España y Canadá, que han cumplido 70 años, y relata cómo se encuentra en su actual destino profesional.
¿Aragón resulta un territorio atractivo para Canadá y los canadienses?
Yo diría que sí, que toda España tiene un atractivo para los canadienses y sus empresas por varias razones. Tenemos mucha afinidad entre los canadienses y los españoles, aunque no nos conozcamos muy bien. La oferta cultural que tiene Aragón es muy interesante, la oferta natural, también, pero en el ámbito de los negocios hay oportunidades y creo que desde ambos lados las podemos aprovechar mejor.
¿Qué dicen los canadienses que residen en Aragón y en España? ¿Están contentos?
Sabemos que los canadienses que están viviendo en España están muy contentos. Hicimos un proyecto, en el marco del LXX aniversario de nuestra presencia diplomática, con canadienses que viven en España y con españoles que tienen experiencia en Canadá. Y lo que salió fue una valoración de la cultura española, de la acogida que dan los españoles y, por supuesto, viniendo de Canadá, el clima es algo importante.
Precisamente, cuando usted llegó a España, a finales de 2020, se encontró con las inclemencias de Filomena, ¿cómo fueron esos primeros días?
Llevaba tres semanas aquí y llegó Filomena a Madrid. Hubo varias personas que me echaron la culpa de haber traído la nieve (ríe). Fue un poco extraño porque llegué en plena pandemia, en diciembre de 2020, y no pude aprovechar al máximo lo que tiene que ofrecer España. Tres semanas después, Filomena nos limitó también. Pero tengo que decir que la acogida que he tenido aquí ha sido espectacular. Ha sido mi quinto destino diplomático y me impresiona cómo Canadá tiene una imagen muy positiva aquí. Y poder aprovechar este magnífico país es, realmente, un privilegio.
A un aragonés que quisiera hacer negocios en Aragón, ¿qué consejos le daría?
Informarse bien, porque Canadá es un país grande y muy diverso, no solo por la geografía, sino también por la diversidad de su población. Tenemos un alto nivel de inmigración de todo el mundo y hay mercados medianos y grandes, depende del producto que se quiera vender y la inversión que se quiera hacer. Nuestra población es más o menos la misma que la de España, 40 millones de personas, pero tenemos acuerdos de libre comercio con todos los países del G-7; por supuesto, el acuerdo con la UE, el de Norteamérica con EEUU y México… establecerse en Canadá da acceso a muchos mercados mundiales. Y tenemos una estabilidad política y económica. A veces puede ser un reto el entender las normas de cada provincia, que pueden cambiar, pero creo que los aragoneses y los españoles entienden esta diversidad.
¿Cuáles son los ámbitos económicos que pueden resultar más interesantes?
Por ahora, tengo entendido que los sectores en los que hay más negocio entre Aragón y Canadá incluyen el agrotécnico y el ámbito tecnológico. Hay muchas oportunidades en Canadá en estos sectores, tenemos mucho comercio bilateral en términos agroalimentarios. Hay muchas empresas y mucha investigación en Canadá en estos temas.
¿Qué momento viven las relaciones España-Canadá?
Son extremamente positivas, hasta el punto de que quizá deberíamos buscar alguna diferencia (bromea). Nos entendemos muy bien, tenemos una visión del mundo muy parecida, valoramos el multilateralismo, la diversidad y la inclusión, tenemos ambos países una política exterior feminista, somos países de medio tamaño, que están al lado de potencias un poco más grandes, y las relaciones son muy buenas. La última vez que tuvimos un gran problema fue durante los años 90, con la guerra del fletán, pero la mayoría ya ha olvidado eso. Realmente, las relaciones son muy buenas, pero yo día que podríamos profundizarlas aún más.
Este año, España y Canadá cumplen el septuagésimo aniversario de la presencia diplomática mutua. ¿Cómo han sido estas relaciones a lo largo del tiempo?
Como digo, son muy buenas y estamos intentando cada vez más impulsar lazos de negocio, culturales y de todos los ámbitos. Hay interés cuando se habla de Canadá en España, igual que cuando se habla de España en Canadá. El reto, realmente, es mejorarlo para aumentar todavía más esa buena relación.
Antes de llegar a España, usted pasó por Nicaragua, Costa Rica, Honduras, Colombia y Argentina. ¿Por qué decidió especializarse en las culturas española y latinas?
Es una buena pregunta y difícil de responder. Yo empecé a aprender el español en el colegio, como tercer idioma. Me encantan la cultura y el idioma, cómo se utiliza y se piensa al estar hablando en español. Hay mucha diversidad dentro del mundo hispano; mucha gente habla en Canadá de América latina como si fuera un país con una cultura. Hay mucha diferencia y, al mismo tiempo, la similitud con la historia de Canadá por pertenecer al nuevo mundo, por la colonización y por superarla. Lo que tiene España es que hay mucho en común culturalmente, pero tiene ese elemento europeo, que es muy distinto. La comunidad es muy diferente, España valora su pertenencia a la UE, este papel que tiene Europa en el mundo, y valora también la relación transatlántica, que es tan importante para Canadá.
Es embajadora en España desde el año 2020, ¿se siente a gusto en este país?
Claro que sí. Es un país maravilloso, hay tanto para explorar… mucha gente me está preguntando si tenemos planes de ir a Canadá para las navidades, y no, nos quedamos aquí para conocer aún más el país.
Por cierto, ¿conoce usted Aragón?
Sí, he ido dos veces, pero siempre por motivos de trabajo. Tendría que dedicar tiempo para hacer turismo. Fui una vez por el aniversario de la Fundación Manuel Giménez Abad, que tiene mucha relación con varias personas canadienses que trabajan en el mismo ámbito; sobre federalismo y relaciones entre estados. Y fui también porque colocamos una bandera de Canadá dentro de la basílica del Pilar; nos habían informado de que estaban las banderas de toda América, salvo la canadiense.
Aunque hayan sido visitas por motivos laborales, ¿hay algo que le ha llamado la atención de este territorio?
La historia. Y esto es algo que me encantó de Zaragoza y me encanta de España, viniendo de un país del nuevo mundo, que no tenemos esa historia. Es un tesoro que tiene Zaragoza y que tiene Aragón, como muchas partes de España.
Usted es de Toronto, ¿es una ciudad muy distinta a Madrid o a Zaragoza?
Sí. La cultura es diferente. Una cosa diferente que tiene Canadá, en general, pero que en Toronto es muy llamativo, es la diversidad. Tenemos mucha inmigración en Canadá, se estima que para el año 2030 el 50 % de la población de Toronto serán inmigrantes. Tiene esa diversidad enorme. También ambas ciudades tienen mucho que ofrecer a nivel cultural, pero son muy diferentes. Tuvimos la suerte de tener un espectáculo de flamenco del Teatro Real, que visitó Canadá en octubre y que fue todo un éxito. Ambas son ciudades de nivel mundial, que tienen mucho que ofrecer. La gente come más tarde aquí que en Toronto, eso tengo que destacarlo (ríe).
¿Qué echa en falta y qué agradece tener en España que sea difícil o imposible de conseguir en Canadá?
Aprecio mucho la falta de nieve en Madrid, más que nada, por no tener que quitarla para salir con el coche por la mañana. Esa es una de las cosas con las que tenemos que sobrevivir en Canadá. La comida española es súper buena, los pescados y mariscos son muy buenos. Intentamos aprovechar todo lo que España tiene que ofrecer en esos niveles, también en el cultural y el histórico. Y lo que echo de menos son cosas muy canadienses, como algunos productos como el cheddar canadiense, que no se puede conseguir aquí. Aunque, en realidad, se puede conseguir casi todo en España.
La mujer en el ámbito diplomático, ¿sigue estando poco representada, como sucedía hace unos años? ¿Cómo han cambiado las cosas en los últimos tiempos? ¿Ha habido avances?
Puedo decir, y estoy muy orgullosa de decirlo, que Canadá ha llegado a la paridad en la representación de los embajadores. El 50 % de los jefes de misión al extranjero son embajadoras y creo que somos el primer país en llegar a este punto. Estoy muy orgullosa de eso, pero siempre hay más cosas que hacer. El modelo de la vida diplomática es muy machista, ha sido construido durante décadas alrededor de un hombre diplomático al que sigue su familia. Y la realidad ahora es que hay hombres, hay mujeres, que tienen familia o no, pero, normalmente, tenemos parejas que quieren trabajar o deberían hacerlo, porque esa es la norma en nuestras sociedades. Tenemos mucho trabajo que hacer para que esto sea una carrera igual para todos, no solamente tener esa paridad, sino tener igualdad de oportunidades.
¿Qué le diría a una niña que se quiera dedicar a la diplomacia?
Que sea curiosa. Esa es una ventaja de esta profesión, yo cambio de trabajo cada 3 o 4 años y hago algo completamente diferente, siempre estoy aprendiendo. Hay que tener esa curiosidad para querer entender otra sociedad. Para ser efectiva en mi trabajo, yo tengo que escuchar y entender lo que está pasando en el país. Yo no voy a otro país a decirles lo que pienso, sino para escuchar.